Escamas de plata

Veintiocho

Ultimátum

Derek

La desesperación me consumía por dentro... podía sentir a la hija de Ancarung lejana, distante y ausente. Un siseo titilante que me consumía por dentro, la necesidad me quemaba y me arrastraba a un abismo profundo, sombrío y sin salida.

El temor de que su verdadero dueño la reclamara no era una preocupación que me quitara el sueño, pues yo mejor que nadie sabía dónde ese bastardo se ocultaba. Y mientras el se mantuviera apartado del profundo Veril entonces nada podía perturbar mi sosiego.

Me preguntaba ¿Qué pensaría mi frágil ratoncito cuando supiera que su compañero estaba más cerca de lo que ella creía? De mi parte jamás lo sabría. Al menos guardaría silencio hasta que las circunstancias dictaran lo contrario.

Aiora y yo recorrimos la espesura de la jungla de Veril, en busca de alguna entrada que nos guiará hacia lo profundo de la isla, sin resultados favorables. No fue posible encontrar una grieta cercana al volcán, hasta que Home se reunió con nosotros.

— ¿Nos guiaras allí? — Pregunté cuando Homerlax en su forma animal se acercó a mí.

En dos segundos el joven macho adoptó su forma humana y se arrodillo delante de mí como el más leal de los lacayos, mucho antes de que pudiera decir algo para detenerlo.

—Te guiaré con mucho gusto, pero debes prometer que no masacraras a tu pueblo innecesariamente. —Esta era la primera vez que Home se atrevía a intentar disuadirme de las claras intenciones que tenía, para el pueblo que alguna vez renegó de mí.

—¡Ellos me dieron la espalada! No he olvidado como se comportaron conmigo después de que un oráculo les susurrara una oscura profecía, qué según yo ejecutaría. — Observe los ojos preocupados de Home, tan inquietos y desesperados que fue imposible negarme a su petición. Con un suspiro de resignación le di mi palabra de no atacar el profundo veril, a menos de que sus habitantes no arremetieran en contra de mí.

Mi respuesta convincente fue suficiente para que Homerlax se pusiera de pie e iniciara un recorrido al que Aiora y yo gustosamente nos unimos.

Nos adentramos por una estrecha fisura rocosa y peñascosa. Una cavidad que recorrimos a través de un pasadizo donde la luz del sol escaseaba y donde un vistazo de vez en cuando al cielo era un privilegio. La brisa apenas lograba colarse por el mismo sitio por donde accedimos. Con dificultad, pero al menos lográbamos respirar.

Un largo rato tuve la sensación de estar caminando en círculos antes de que un avistamiento tenue y sereno de una pared traslúcida nos indicara que habíamos llegado al lugar correcto.

Menos mal y logre arrebatarle a ese humano, un frasco de cristal con la sangre de la hija de Ancarung en su interior. De otro modo no habría tenido posibilidad alguna de cruzar el escudo protector, que protegía la tierra de los Jinn.

— Antes de que decida seguirte, necesito que me respondas algo. — Aiora usaba un tono particularmente recriminatorio conmigo.

—Tu dirás. — No solía ser muy condescendiente con las personas, pero Home y Aiora me habían seguido sin exigencias ni cuestionamientos desdé que mis planes dieron comienzo. Es por eso que me mostraba siempre tolerante ante sus innumerables inquietudes.

— ¿Es por ella que estamos aquí o los planes siguen siendo los mismos? —Mierda la hembra me tenía entre las cuerdas.

Si me atrevía a responder con sinceridad era posible que Aiora al verse lastimada se retractara de seguirme, pero si osaba mentir era la lealtad de Home la que me arriesgaba a perder y a estas alturas era lo que más me importaba. Pero si no mentía al respecto o si me abstenía de responder, era posible que desencadenara una tragedia aún peor.

Mis planes hace mucho que habían cambiado, lo hicieron en el preciso instante en que la conocí a ella... Aiora lo sabía y negarlo sería una falta imperdonable a mis propios principios.

— Claro que es por ella. Tu mejor que nadie sabe que la necesito para ascender a la cima — Admití sin escrúpulos sabiendo que quizás rompería en pedazos el corazón de Aiora. También estaba claro, que intentaba disfrazar la verdad para que la dura realidad no fuera tan lastimera para ella, pero era inútil. La hembra hace mucho que se había dado cuenta de mis verdaderos sentimientos por la hija de Ancarung y aunque ahora se negara aceptarlo, tarde o temprano tendría que hacerlo.

— Sigues mintiéndome. ¿Acaso no sabes cuanto me hieres? Se muy bien que tu intención ya no es cruzar el umbral y exigir el trono. Solo quieres llegar a ella y reclamarla como tuya antes de que Nibert lo haga. Niégalo.

El silencio fue sepulcral, solo el sonido de algunos grillos en las cercanías se cernía sobre el lugar, entonces los sollozos de Aiora rompieron sin reparo la afonía del ambiente.

— ¡Lo sabía! La amas, y te niegas a aceptarlo. Puedo verlo en tus ojos y a mí, no me lo puedes negar. La omisión de tu parte es la mejor respuesta.

— No tengo tiempo para esto. — Exclame con frustración perdiendo la paciencia.

Home que se mantenía a un lado observando la escena con incomodidad, dio tres pasos hacia atrás asustado de que Aiora pudiera desatar mi furia y decidiera actuar en contra de ella en consecuencia.

— Jamás habías mostrado tu mirada escarlata ante mí. — Susurro con pesar en medio de sollozos y temblores qué por una vez me hicieron sentir culpable.



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En el texto hay: magia y dragones, enemystolovers, romantasy

Editado: 17.12.2025

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