El rugido de la cueva se intensificó, un grito primordial que parecía venir de las entrañas de la tierra misma. Las paredes de roca vibraban violentamente, y las antorchas parpadeaban con desesperación, amenazando con sumergir la cavernosa sala en una oscuridad absoluta. Emily, con los ojos cerrados con fuerza y el diario apretado contra su pecho, sentía el poder del "Gen Douglas" bullir en sus venas, una energía incontrolable que la conectaba no solo con las visiones de su linaje, sino con la mismísima estructura del subsuelo bajo Hope. La grieta que había aparecido junto a ella no era un accidente; era una respuesta, una puerta que su voluntad había abierto en su desesperación.
—¡Atrápenla! ¡Es una Douglas! ¡No dejen que escape! —La voz de Nora Queen, una mezcla de furia y pánico desatado, resonaba en los altavoces.
Su control sobre la situación se desmoronaba.
Los encapuchados, antes tan fríos y calculadores, ahora se movían con una frenética urgencia, sus túnicas oscuras ondeando mientras corrían hacia la columna detrás de la cual Emily se ocultaba. El hombre de la máscara de porcelana, Mateo, era el más rápido. Sus pasos resonaban con una pesada determinación, sus ojos fijos en la pequeña figura de Emily. Pero, por un instante, su mirada se desvió hacia las niñas encadenadas, luego hacia la grieta en la pared. Un destello fugaz, algo parecido a la duda o el remordimiento, cruzó por su rostro endurecido.
El temblor se intensificó. Las rocas del techo caían con estruendo, levantando nubes de polvo que oscurecían aún más la sala. Las hogueras crepitaban con furia, lanzando chispas al aire. El suelo se abrió con un crujido espeluznante bajo los pies de uno de los encapuchados, que cayó en una oscuridad abismal, su grito cortado abruptamente. El terror se apoderó de los demás, que retrocedieron, el pánico palpable en sus movimientos.
—¡Es la maldición Douglas! ¡Está colapsando la red! —gritó otro encapuchado, su voz distorsionada por el miedo.
Emily abrió los ojos. La grieta junto a ella se había ensanchado. Ahora era lo suficientemente grande para que varias personas pudieran pasar a la vez. No era un túnel estrecho; era una fisura en el tiempo y el espacio de esa prisión. Y a través de ella, podía sentir el aire fresco de la superficie, la promesa de la noche, de las estrellas.
La niña de la chaqueta de piel, atada a su pilar, había levantado la cabeza. Sus ojos vacíos se encontraron con los de Emily. Y en un instante, a través de la conexión psíquica del gen, Emily escuchó sus pensamientos, claros como el agua: "¡Vete! ¡Sálvate! Si te quedas, nosotras… nosotras ya estamos perdidas. Pero tú… ¡tú tienes que vivir! ¡Por todas nosotras!"
Emily sintió una punzada de culpa desgarradora. Quería salvarlas a todas. Quería romper todas sus cadenas y liberarlas. Pero sabía que no podía. Era una niña, rodeada de monstruos en un lugar que se desmoronaba. Si no escapaba ahora, todas estarían perdidas. Incluida ella.
El "Gen Douglas" le mostró otra imagen fugaz: Eleanor, su tatarabuela, corriendo por túneles similares, huyendo de otros encapuchados. Eleanor no había podido salvar a todos. Pero había sobrevivido. Había mantenido el linaje.
Con un dolor en el alma que pocas veces había sentido, Emily tomó una decisión. Tenía que vivir. Tenía que escapar para contarlo, para detenerlos algún día. Se giró hacia la grieta, el viento que venía de ella le revolvía el pelo.
—¡Aléjense de ella! —La voz de Mateo, el hombre del perro, resonó con una autoridad sorprendente. Se había interPuesto entre Emily y los encapuchados, su cuerpo como un escudo—. ¡Esta no es la forma! ¡Nora lo sabe! ¡El gen puro no debe ser forzado!
Los encapuchados dudaron, sorprendidos por la intervención de Mateo. Pero la voz de Nora, ahora con un tono mortalmente tranquilo, los animó.
—¡Mateo! ¿Acaso tu sangre se ha vuelto blanda? ¡Recuerda lo que le pasó a tu hermano! ¡Recuerda a tu sobrino! ¡No te atrevas a desobedecer a los Queen!
La mención de su sobrino y de su hermano pareció golpear a Mateo con una fuerza brutal. Su rostro se contorsionó de dolor y rabia contenida. Por un momento, Emily pensó que la abandonaría. Pero entonces, Mateo hizo algo inesperado. Se lanzó sobre uno de los encapuchados, derribándolo. Su rostro estaba lívido.
—¡Este juego ha terminado! ¡Ya no más! —rugió Mateo, su voz llena de una rabia ancestral.
La sala se convirtió en un caos. Los encapuchados, aturdidos por la traición de Mateo, se abalanzaron sobre él. Pero Mateo, un hombre curtido por la violencia, luchaba con la ferocidad de un animal acorralado. No era solo por Emily, Emily lo sabía. Era por la promesa incumplida, por la vida de su hermano, por la libertad de su sobrino.
Emily no esperó. Era su única oportunidad. Se lanzó a través de la grieta, escuchando los gritos y los choques de la lucha detrás de ella. El túnel era estrecho y oscuro, pero el aire fresco le daba esperanza. Corrió, sus pequeños pies descalzos tropezando con las rocas sueltas, sus pulmones ardiendo. El sonido de la cueva que se desmoronaba resonaba detrás de ella, cada vez más fuerte.
Corrió y corrió, sin mirar atrás. El túnel parecía interminable, un pasadizo a través de las entrañas de la tierra. A medida que avanzaba, la oscuridad se hizo casi total. El "Gen Douglas" pareció guiarla, una leve pulsación en su mente, un mapa invisible.
De repente, vio una luz. Una tenue luz azul que se filtraba desde arriba. Se lanzó hacia ella, arañando la tierra y las raíces. Emergió en la superficie, en medio de la noche, bajo un cielo estrellado que nunca le había parecido tan hermoso. Estaba en un bosque denso, árboles altísimos que se mecían con el viento, sus hojas susurrando secretos. El aire era fresco y puro, sin el hedor a azufre.
La cueva, ahora detrás de ella, emitía un último rugido antes de que la entrada se colapsara por completo, sepultando los gritos de los que habían quedado dentro. Emily se desplomó en el suelo, jadeando, sus músculos doloridos. Estaba libre. Estaba viva. Pero la culpa por las niñas que había dejado atrás la carcomía. La imagen de la niña de la chaqueta de piel, sus ojos llenos de una esperanza que Emily no había podido cumplir, la perseguía.
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Editado: 08.07.2025