¡escapa!

Epílogo

El aire en la pequeña comisaría de barrio, en algún rincón suburbano de Buenos Aires, era una mezcla familiar de café quemado, informes recién impresos y el inconfundible olor a limpieza. Una luz cenital parpadeante iluminaba el escritorio de la Oficial Emily Douglas Ramos, mientras revisaba una pila de expedientes. Su cabello castaño, ahora más largo y a veces recogido en una cola de caballo descuidada, enmarcaba un rostro sereno, con una cicatriz apenas visible sobre su ceja izquierda. Pero lo más llamativo eran sus ojos: profundos, de un color indefinido que variaba con la luz, y que a menudo parecían mirar más allá de lo que tenía enfrente, como si buscaran algo que no podían recordar.

Habían pasado diez años desde aquella noche en el Teatro Colón, una década que había reescrito por completo la vida de Emily, no una, sino dos veces. Tras la anulación del Consumidor, la joven Guardiana Emily Douglas había abrazado su destino. Había entrenado, viajado, guiado. El Medallón del Ojo, ya no solo un colgante, sino una parte intrínseca de su ser, pulsaba con un calor imperceptible bajo su uniforme. El Cristal de la Resonancia permanecía oculto, un secreto conocido solo por unos pocos, su poder latente, una promesa de defensa si la oscuridad volvía a alzarse con fuerza.

La red de Guardianes, bajo su liderazgo y la guía de Isabella y Elias, había florecido. Lucas se había convertido en un rastreador indispensable, un oído sutil en la Red Etérica, capaz de sentir las más mínimas anomalías. Sarah, su tía, se había transformado en la administradora silenciosa, el corazón logístico de la operación, manejando los contactos y los recursos con una eficiencia envidiable. Y Javier Domínguez, el joven oficial que una vez dudó de la cordura de su propia percepción, se había convertido en el Inspector Domínguez, un aliado crucial que operaba desde dentro del sistema, desmantelando discretamente las operaciones secundarias de los Queen y otras amenazas veladas. La guerra, aunque invisible, se mantenía en un delicado equilibrio.

Pero el destino, caprichoso y cruel, tenía otros planes.

Hace tres años, mientras Emily regresaba de una misión delicada en las montañas del noroeste argentino, su vehículo había sufrido un horrible accidente en una carretera remota. Un camión fuera de control. Una colisión devastadora. La memoria de Emily, su historia personal, su conocimiento de la Red Etérica, su vida como Guardiana, todo había sido borrado en un instante. Los diarios de Eleanor y sus propios escritos, que siempre llevaba consigo, habían desaparecido entre los escombros incinerados del vehículo.

Cuando despertó en el hospital, no había Guardiana Douglas, solo una joven, Emily Ramos, con una amnesia retrógrada profunda. Los Guardianes la encontraron, pero el daño cerebral era extenso. Isabella, Sarah, Martín y Lucas habían intentado, con el corazón roto, reconstruir su memoria, susurrarle fragmentos de su pasado, del Medallón del Ojo que aún llevaba, inexplicable para los médicos. Pero la mente de Emily se resistía. Los recuerdos, si bien no se perdieron por completo, estaban sellados, inaccesibles, como un libro cuyas páginas se habían vuelto invisibles. El Medallón del Ojo, aunque aún en su cuello, no emitía ya las visiones y las sensaciones que una vez la definieron. Era un objeto, nada más.

La decisión de los Guardianes fue desgarradora, pero necesaria. Por su propia seguridad, y por la seguridad de la red. Si Emily no recordaba, no podía ser un objetivo directo para los Queen. Si su memoria regresaba, era un riesgo que debían correr, pero controlado. Se decidió que Emily tendría una vida "normal" dentro de lo posible, bajo la vigilancia discreta de la red. Sarah, con un dolor inmenso, la adoptó legalmente, convirtiéndose en su tía Sarah de nuevo, pero esta vez con una historia fabricada para protegerla.

Así fue como Emily Ramos se unió a la fuerza policial. Impulsada por una extraña vocación que nadie podía explicar, una necesidad profunda de "proteger" y "mantener el orden" que resonaba con su propósito olvidado. El Inspector Domínguez, con una tristeza que ocultaba hábilmente, la tomó bajo su ala, guiándola, no solo como colega, sino como un guardián silencioso. Observaba a Emily con una mezcla de admiración y melancolía, viendo la sombra de la Guardiana que una vez fue en la joven oficial diligente.

En la comisaría, Emily era respetada. Su instinto era agudo, su capacidad de observación, casi sobrenatural. Resolvía casos con una intuición que desconcertaba a sus colegas. A menudo, sentía una extraña "sensación" sobre ciertos individuos o lugares, una especie de "mala vibra" que la guiaba hacia la verdad. Eran los ecos de su sensibilidad etérica, manifestándose sin el conocimiento consciente de su origen.

Esa tarde, Emily revisaba un expediente de personas desaparecidas. Un caso local. Adolescentes que habían desparecido sin dejar rastro en los últimos meses. Las autoridades lo atribuían a fugas, a redes de tráfico de personas. Pero Emily sentía algo más. Una punzada en la nuca, un escalofrío que no podía explicar. La misma sensación que había tenido días antes cuando revisaba los registros de otro caso similar, pero en un barrio diferente de la ciudad.

Su mirada se posó en una foto: una joven con ojos asustados. La misma expresión que había visto en las niñas "cascarones" de Hope, un eco silencioso de un horror olvidado.

De repente, una figura se detuvo frente a su escritorio. Era el Inspector Domínguez, su rostro serio.

—Oficial Ramos, ¿algún avance con el caso de los desaparecidos?

Emily levantó la vista.

—Inspector. Sigo sin encontrar un patrón claro, pero hay algo… una sensación. No creo que sean fugas. La energía en estos barrios… se siente… drenada.

Domínguez se quedó en silencio por un momento, sus ojos oscuros estudiando a Emily. Él conocía esa "sensación". Él la sentía también, débilmente, un eco de la verdad que Emily no recordaba. La "energía drenada" era la firma de los Queen, una operación de baja intensidad, quizás, buscando nuevos "cascarones" para sus propósitos menores, ahora que el Consumidor no los urgía a los grandes rituales.



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En el texto hay: juegos prohibidos, pantano, misterios y secretos

Editado: 08.07.2025

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