Escapándome del lobo

9

  —¿C-cómo? —balbuceé.

  Él me está terminando.

  Su mirada no me decía nada, se las había arreglado perfectamente para no mostrar ningún gesto o algo que me mostrará qué sentía. Si sentía alivio o también estaba como yo.

  ¿Porqué quería terminar conmigo? ¿acaso hice algo malo? Y, en ese momento, escuché la voz de mi papá en mi cabeza: los chicos no te toman encerio. Eres tan simple. Apreté las manos y respiré profundo para calmarme. Apolo fue mi primer novio y pensé que cuando alguien me terminara iba a estar debastada.

  Sí, muy en el fondo me duele porque aún lo quiero.

  —Lo siento —musitó.

  No le ruegues, decía una voz en mi cabeza. Quizá la misma que me lo dijo hace un par de noches en un bar. Y creo que Thomas tenía razón, no le voy a rogar. Si Apolo quiere terminar conmigo no le voy a rogar; a pesar de todo tengo orgullo.

  Me crucé de brazos y alcé mi barbilla.

  —Está bien, Apolo, si ya no quieres seguir conmigo lo acepto.

  Pude ver cómo fruncía el ceño no pudiendo creer mi reacción. Supongo que pensó que me iba a hechar a llorar o que saldría corriendo del salón. Solo por ese momento me sentí orgullosa de mí.

  —No estás... ¿Enojada? —cuestionó.

  Negué, con un profundo nudo en la garganta, si decía algo quizá allí no pueda soportar más y me quiebre de una vez por todas.

  Asintió, entendiendo.

  —Adiós, Anne. —pasó a la par mía sin mirarme.

  Al no tenerlo frente a mí dejé caer mis brazos. Apreté los ojos con fuerza, obligándome a olvidarme de este mal momento. Sinceramente nunca pensé que él y yo terminaríamos porque había dicho que era su mate. La persona destinada para él ¿cómo pudo cambiar eso? ¿acaso me mintió?.

  Algo no me estaba diciendo... En realidad, no me está diciendo nada.

  Volví a la realidad: el sonido del balón siendo golpeado por las chicas, los murmuros de los demás, los zapatos silvando por el contacto con el piso.

  Me giré, solo para encontrarme con la mirada de Thomas en mí, su mandíbula estaba apretada por completo. Estaba rígido. Algo me dice que había escuchado todo y, en vez de estar feliz, ¿porqué está enojado?.

  Noté que Apolo estaba pensativo en la otra punta.

  —¡Balón! —escuché que gritó Carolina.

  Me tardé.

  Dolor. Eso sentí al sentir el impacto del balón a toda velocidad, que fue a dar a mi nuca, haciendo que perdiera el equilibrio, cayendo así al piso.

  Mierda. Vergüenza total.

  Todas las chicas se acercaron a mí.

  —Anne, ¿estás bien? —preguntó Carolina, arrodiyándose a la par mía.

  Mi nuca, mierda, duele.

  Me reincorporé torpemente.

  Miré que Thomas se acercó corriendo a mí.

  —¿Estás bien? —preguntó, su rostro en verdad parecía preocupado.

  Elevé mi mano y la puse en mi nuca.

  Genial, una mano vendada y ahora creo que me van a poner un collarín.

  —Estoy adolorida pero bien. —musité.

  Thomas y Carolina me ayudaron a levantarme, todos los demás alumnos me miraban interrogativos, las únicas que no se acercaron a mí eran las amigas de Kara y ella, quiénes ahora tenían una mano en la cintura riéndose.

  Fue Kara.

  Y no fue accidente.

  —¿Quién fue, Carolina? —le pregunté.

Ella me miró frunciendo el ceño.

  —Anne, —advirtió Thomas.

  Lo ignoré.

  —Kara lanzó el balón. —respondió.

  Busqué a Apolo con la mirada, pero ya no estaba. Ni siquiera se acercó a ver cómo estaba.

  Gracias por preocuparte por mí, Apolo. Eres un buen nov... Ex novio.

  —Ven, vamos a la enfermería para que te den algo para el dolor. —sugirió Thomas.

  Fulminé a Kara y a las demás con la mirada. Me sentía tan enojada, triste y impotente a la vez que no sabía qué hacer... Al final, le hice caso a Thomas, por mi bien.

  Me dirigí a la enfermería junto con Thomas. La enfermera solo me había puesto un poco de hielo en la nuca y me había dado una pastilla para el dolor. Al salir de la enfermería Thomas me había dirigido atrás de la preparatoria en donde estaba el bosque, no entendí muy bien lo que me quería mostrar.

  —Thomas, encerio, tengo que volver a clases. —volví a renegar.

  Odio faltar a mi palabra. Osea, ¿es tan difícil evitar a un chico? Al final siempre termino junto a Thomas. Haga lo que haga, siempre está ahí. Por más que me escape.

  Me dio una mirada de advertencia.

  —Anne, solo quiero que demos un paseo. —apuntó.

  Mordí mi labio inferior mientras me cruzaba de brazos y miraba el bosque. Estaban cayendo copos de nieve, quizá mañana amanezca nevando.

  Resoplé y me di por vencida.

  —Está bien.

  Sonrió victorioso y se quitó la mochila.

  —¿Te la podrías poner? —cuestionó, dándomela. Fruncí el ceño enseguida. —Necesito que la lleves, siempre llevo ropa para caundo vuelvo a ser humano.

  —Ah... —entendí.

  Cogí la mochila y me la puse. Thomas se alejó un poco sin quitar la mirada divertida de mí.

  —¿Qué haces? —inquirí.

  —Cuando me haya convertido te subes a mi espalda, ¿entiendes? —explicó.

  ¿Se va a convertir aquí?

  —Puede verte alguien. —murmuré a lo bajo.

  Sus hombros se suavizaron.

  —No viene nadie a ésta parte.

  Relajé los hombros también y no me opuse más. Él se quedó quieto, mirando en algún punto en especial, mientras empezaba a salir algo de humo de su cuerpo, para después dar un pequeño salto y aterrizar en cuatro patas. La ropa hecha añicos en el suelo.

  Todavía no me acostumbro a eso.

  Thomas era un lobo color café oscuro, dando a negro. Incluso su tamaño era casi el mío. Sus patas fuertes me daba la impresión de que era un lobo resistente e, incluso, como si fuera un Alpha.

  «Sube» me dijo mentalmente.

  Asentí dudosa y me apresuré a caminar, temblorosa, hacia él. ¿Cómo me voy a subir si está enorme? Y, como leyendo mis pensamientos, Thomas se agachó.




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