Escapándome del lobo

26

La casa de Carolina estaba en silencio, su madre no estaba, Will y Ale tampoco, solo Carolina, Kenzie y yo. Habíamos salido del hospital poco antes de que Thomas se fue, no sabía muy bien porqué se había ido, Carolina lo único que me dijo fue que él me diría todo. Pero no lo he visto y ya se hizo de noche.


 

Estábamos sentadas en el sofá, mirando una película romántica llamada Remember Sunday estaba tan entretenida y enamorada de esa película que me había olvidado de todo lo qué pasó hoy por completo. Y me sentía bien olvidando. Aún me dolía el cuerpo, pero con las pastillas y la pomada todo iba mejorando.


 

A mi casa no podía ir así, por lo que le dije a mamá que me quedaría estos días en casa de Carolina.


 

—Ese chico es tan lindo —murmuró Kenzie. Ah, y aún no olvido lo de Connor, su infidelidad. Me hace falta platicar eso con ella. La película iba casi en el final.


 

—Es todo lo que cualquier chica quiere —opinó Carolina.


 

Era verdad, Gus era un amor y todas buscamos amor.


 

—Les recuerdo que ustedes tienen a sus propios Gus. —les dije, la única sin pareja aquí era yo.


 

—Oh, Anne, tú también tienes uno —me dijo Carolina— Y ese chico ha demostrado que es capaz de dar la vida por ti.


 

—Y de defenderte —añadió Kenzie.


 

Me quedé pensativa, ocultando una sonrisa. Era cierto, Thomas se portaba sobre protector y lindo conmigo. Aunque no seamos nada, porque la verdad sé que algo me oculta, y aunque el vampiro de Clark no ha hecho nada aún, sé que más adelante será peor.


 

—Por cierto, ¿habrá hecho daño a Kara? —se preguntó Kenzie.


 

La miré de inmediato, Carolina la fulminaba con la mirada ¿es que acaso Thomas había ido por Kara?


 

—¿Qué? —cuestioné, poniéndome de pie— ¿Thomas fue por Kara?


 

Carolina resopló.


 

—Lo siento, Anne, pero no lo sabemos, quizás sí pero no lo sabemos con certeza, por eso no te habíamos dicho nada para que no te alteraras. Thomas te lo dirá.


 

Me llevé una mano a mi cabeza, no puede ser que Thomas se involucre en mis peleas. Esta guerra es mía, siempre ha sido así. Además, ya tuve suficiente vergüenza con que él me haya visto ser golpeada por esas chicas. Se habrá dado cuenta de que no soy fuerte, nunca lo he sido y... Nunca lo seré.


 

Así de sencillo.


 

Necesito aire.


 

—Voy a salir un momento —les dije, poniéndome los zapatos, encaminándome a la salida, pero antes agarré mi abrigo y me lo puse. Abrí la puerta, saliendo y cerrando estando afuera. La noche estaba iluminada, había luna llena, supuse que quizás andaban lobos por ahí. O quizás Thomas estaba convertido en uno.


 

Caminé hacia el muelle, la luna se reflejaba en el lago. Congelado aún. Pero eso no le quitaba lo hermoso. La vista era linda. Me quedé ahí, parada, observando la luna, deseando con todas mis fuerzas ser fuerte, luchar contra mis agresores, tener por fin felicidad. Amor. Pero ¿quien podría amarme? A mi, a alguien tan insignificante como yo. Ni siquiera soy bonita.


 

Incluso estoy llegando a pensar que no soy suficiente para nadie.


 

—Como me gustaría que pudieras cumplir deseos —le dije a la luna en un susurro. —Que fueras mágica.


 

Se lo había dicho de todo corazón.


 

Y entonces escuché pasos detrás de mi, me pregunté si era Carolina o Kenzie. Me giré, encontrándome con un lobo. Pero no era cualquier lobo.


 

—Thomas —pronuncie su nombre.


 

El lobo estaba casi de mi tamaño, o incluso más alto. Se miraba cansado, su mirada estaba oscura como si hubiera luchado contra alguien. Se acercó a mí.


 

—No quiero que hagas daño a Kara ni a nadie —le dije—. Esta es mi lucha y no quiero que te involucres.


 

Pude notar que gruñó. Sí, no le había gustado que dijera eso, pero eso era lo que quería.


 

—Es enserio, Thomas, quiero salir de mis problemas yo misma, sin la ayuda de nadie. —susurre. Elevé mi mano y le acaricié la cabeza, su pelo era suave. Thomas hizo sus orejas para atrás, le gustaba que lo sobaran así. —Agradezco lo qué haces por mi.


 

Me miró, entonces se apartó de mí de inmediato y se alejó al bosque. Perdiéndose en los árboles. Cerré los ojos por unos segundos, luego los abrí y me volví a mi posición antigua, mirando la luna.


 

Quizás Thomas se enojó, o quizás no.


 

—Me alegra saber que estás mejor, pequeña —la voz de Thomas hizo que mi piel se erizara y que mi corazón diera un pequeño vuelco.


 

Me giré. Qué rápido se había vestido. Solo llevaba los pantalones puestos. Iba sin camisa, los zapatos si los llevaba. Su cabello estaba despeinado, como de costumbre.


 

—Eso creo —respondí, medio sonriéndole.


 

Se puso a la par mía, contemplando la luna. Lo imite.


 

—Para que estes más tranquila solo le he dado un susto a Kara. Nada grave —rompió el silencio. Lo miré.


 

—¿Nada grave? —cuestioné— ¿A que te refieres con eso?


 

Sonrió de lado.


 

—Solo le he dicho que no te vuelva a poner una mano encima o sino a la siguiente que encontrarán medio muerta en un cauce será a ella.


 

—¿Debería agradecerte?


 

—No hay porqué. Lo hice con mucho gusto.


 

Resoplé. En realidad no estaba tan mal, pero me gustaría aprender a defenderme yo sola, sin la ayuda de nadie. Como lo hacía Carolina. Y eso sin ser loba ni nada.


 

A lo lejos pude escuchar un aullido.


 

—¿Quienes son? —inquirí.


 

Thomas se quedó pensativo.


 

—Kayler, Apolo, Dante y... los demás —respondió— Creo que están en proceso de caza.




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