Escapándome del lobo

30

Decir que la mirada de Apolo pasó de tristeza a alegría fie poco, se levantó de la silla, me cogió de la cintura y me empezó a dar vueltas, totalmente feliz. No pude evitar sonreír.


 

—Apolo, bájame —le dije ocultando una sonrisa.


 

—No puedo creer que no seamos hermanos, ¡Dios! Ya me estaba dando por vencido, no sabía que hacer. —se frotó la cara.


 

Le sonreí, pero eso significa una cosa: mamá me mintió, le mintió a papá y al papá de Apolo, pero ¿porqué? Bueno, parece que todo mundo hoy en día me miente. Es como su pasatiempo favorito.


 

—Los felicito, chicos —nos dijo el doctor.


 

—Gracias —le dijo Apolo.


 

—Ah, nosotros nos tenemos que ir —cogí mi bolso y me lo puse.


 

—Claro, te llevo.


 

Salimos al pasillo.


 

—Tenemos que hablar con nuestros padres —murmuré —. Mamá me va a escuchar.


 

—La mandaré un mensaje a papá para que nos espere en tu casa —anunció sacando el celular y empezando a teclear—. Tus padres estarán allí, ¿no?


 

Asentí, imagino que si. Salimos al parqueadero en busca del auto de Apolo, nos subimos y él arrancó.


 

—Anne, todo va a estar bien, ya veras —la mano de Apolo se puso sobre la mía, es como si creyera que hubiéramos vuelto, porque eso no es así. El hecho de que se haya enterado de que no somos hermanos no quiere decir que volvimos.


 

Con disimulo quité su mano.


 

—Eso espero —respondí. En ese momento empecé a recordar el primer día que Apolo se había puesto serio conmigo, era por eso, porque se había enterado de que tal vez él y yo éramos hermanos—. Así que te empezaste a portar distante conmigo porque sabías que éramos hermanos —confirmé. Estábamos en camino.


 

—Si, y no sabes cuanto sufrí en esos momentos, no poder besarte ni abrazarte. Lo siento tanto.


 

—No importa —de hecho yo también sufría, por si no te diste cuenta.


 

Escuché mi teléfono celular sonar, era un menaje; la esperanza de que sea el número desconocido me hizo abrirlo rapido, pero mis esperanzas se cayeron al ver el remitente:


 

De Thomas:


 

Necesitamos hablar, pequeña Anne.


 

Dude en si responderle o no, opté por lo segundo, guardando mi celular. Pude sentir la mirada de Apolo un segundo. Tiempo después estábamos frente a mi casa, me bajé de inmediato, seguida por Apolo y nos adentramos a la casa. Allí estaban los tres, papá, mamá y el papá de Apolo. Al vernos se pusieron de pie.


 

—Hija, ¿esta todo bien? —esa fue mamá. Antes la quería, pero no sé porqué le hizo esto a su propia hija.


 

Apolo y yo nos quedamos de pie frente a ellos.


 

—Padre, tenemos algo que decirte —le dijo a su padre.


 

—Mamá, antes que nada tienes que saber que nunca te lo perdonaré.


 

—¿De qué estás hablando, Anne? —inquirió desconcertada.


 

—Hablo de que venimos del doctor, nos hicimos una prueba  de ADN y salió negativa.


 

El silencio entre los tres fue inminente.


 

—Pero eso ya lo sabían —finalice—. La pregunta es ¿porqué?


 

Mamá no sabía que decir, el padre de Apolo se sentó, frotándose la cara. Mi padre lo imitó.


 

—Anne, querida... perdón. No podía aceptar que estuvieras con el hijo del hombre que me rompió el corazón. —respondió.


 

—¿Esa es su excusa, señora? —cuestionó Apolo—. Eso se llama ser egoísta.


 

Mamá lo miró.


 

—Respecto a ti no mentí —le dijo. Fruncí el ceño mientras Apolo y yo nos dábamos una mirada confusa—. Soy tu madre, Apolo, al igual que tu padre es tu padre.


 

—¿Que? Mamá, no tienes que seguir fingiendo, por favor —elevé mi tono.


 

Me miró, sus lágrimas estaban al borde de salir, se notaba nerviosa y temerosa.


 

—Anne, lo que te tengo que decir es muy delicado, pero si eso es lo que necesitas saber para estar tranquila y feliz lo haré —empezó—. Ya no quiero mentirte, mi pequeña. —ahora se acercó y me tomó de la cara—. Anne, tú... —las lágrimas salieron de sus ojos ahora si—. Tú no eres mi hija —y sollozó.


 

Decir que estaba confundía, dolida y en shock era poco. ¿Había escuchado bien?


 

—¿Que? —repetí en su susurro.


 

—Tu padre y yo te adoptamos.


 

Me quedé si palabras, muda, las lágrimas se acumularon en mis ojos, me empezaron a picar, hasta que sentí que una bajó por mi mejilla. No soy su hija, no lo soy. Soy adoptada. Esto no puede ser, este día no pudo ser peor, ¿he? Tres emociones por hoy, tres verdades desgarradoras. Solo para mí. Solo para una chica que lo único malo que ha hecho en su vida es ser buena, es ser gentil y sincera con las personas. Y soy la que más ha sufrido, soy a quien más engañan.


 

Y ahora entiendo porque mi padre se comportaba así conmigo, era obvio, no soy su hija así que no me quería.


 

—Perdona, hija, no quería que te enteraras, se supone que no lo ibas a saber —se acercó a mi.


 

Apolo me tomó de la cintura.


 

—Lo siento, necesita procesar esto —y me sacó de alli, encaminándome hacia afuera.


 

—Anne, estoy aquí, no lo olvides —me susurró.


 

Apolo era el verdadero hijo de mamá, el si es su hijo y yo... Ni siquiera conozco a la mía.


 

Me dejé caer al piso, sentándome al inicio de las escaleras, mientras miraba el cielo, la luna y las estrellas. Había luna llena hoy, no pude evitar pensar en Thomas. No pude evitar sentír que lo necesitaba a él aquí conmigo, que me abrazara, que me molestara. Y quise odiarme en ese momento porque Thomas era un mentiroso. Lo era.




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