Escapándome del lobo

41

El auto de Thomas se fue; empecé a caminar a la entrada con pasos seguros y decididos. Noté el auto descompuesto en el garage, también noté que mi bici estaba allí. Y es en ese momento en que recuerdo que mi maleta de ropa quedó en el auto de Thomas.


 

Llegué a la puerta principal, elevé mi mano y toque dos veces. Espere a que mi padre o madre abrieran pero no lo hacían. ¿Estarán en casa? Si no lo estaban los tendré que esperar. Me dirigí a una masetera que se encontraba cerca de la puerta, saqué de debajo de ella una llave de repuesto. Abrí con esa la puerta. Se miraba desierto este lugar, así que supuse que no estaban. Dejé la llave en una mesita, quité mi abrigo y mi gorro, subí las escaleras en busca de mi habitación.


 

Al pasar por la puerta de papá escuché ruidos, como de risas. Agudice más mi oído para escuchar de quiénes se trataban, pude reconocer la voz de mamá y de mi papá; abrí los ojos del asombro ¿acaso estaban juntos? ¿Durmieron juntos? Solo había una forma de averiguarlo, abrí la puerta de su dormitorio y entré.


 

Los miré allí, acostados en la cama, solo con una sábana puesta, besándose y riendo. Mi boca amenazo con desencajarse ya que ellos dos se habían separado hacia mucho.


 

—Mamá... Papá —murmuré, intentando llamar su atención. Ellos me notaron, mirándome con horror.


 

—¡Anne, Dios mío! —exclamó mamá cubriéndose más.


 

—¿Porqué entras sin tocar, jovencita? —bramó papá.


 

—Y-yo... si toqué—mentí, aunque había tocado en la puerta principal.


 

—Anne, me alegra que hayas vuelto —me dijo mamá—. Esto... esto no es lo que parece —sonrió nerviosa dándole una mirada rápida a papá.


 

—N-no tienes porque darme explicaciones —cerré los ojos por un momento—. Estaré en mi habitación —retrocedí.


 

—Ya llego, Anne, tenemos mucho que hablar.


 

Cerré la puerta tras de mi.


 

No se si sentirme feliz de que ellos hayan vuelto o triste, pero ¿porqué me sentiría triste? Quizás porque mama le puede volver a romper el corazón a mi padre y luego el se descargue su odio conmigo. Me dirigí a mi habitación, un tanto aislada del mundo real. Al estar en mi habitación me senté en mi pequeño escritorio, todo estaba como lo había dejado. Las fotos pegadas en el espejo, mi computadora cerrada encima de la mesa, la pila de libros a un lado.


 

Miro por la ventana ya que copos de nieve cayendo afuera llaman mi atención. Faltaban unas semanas para que sea mi cumpleaños, una semana en que todo se decidirá. La puerta de mi habitación es abierta, mamá me observa con algo de pena, pero se las arregla para sonreírme. Arrastra una pequeña silla que estaba a la par de mi armario y la pone frente a mi, sentándose.


 

—Anne, mi niña, ¿estas bien? —eleva su mano y la pone en mi mejilla.


 

—Si, mamá —asiento—. Yo quería verlos, los extraño —susurre.


 

Ella sonríe más.


 

—Nosotros también, no sabes lo arrepentidos que estamos, solo queríamos tu bien —dijo.


 

—Lo se —respondí con sinceridad, la verdad me daba cuanta de que las cosas pasaban por algo, tenían un propósito, y es que si Apolo no se hubiera dado cuenta de que quizás éramos hermanos, si no se hubiera portado distante ni aislado conmigo... Thomas no hubiera estado e mi vida, quizás si, pero no me hubiera enamorado de él, no hubiera pasado tantas cosas que pasamos juntos. —Ahora estoy bien y quiero que sepas que te perdono, los perdono a papá y a ti —sonreí.


 

—Tu papá me contó lo que te hacía, cuando llegaba borracho, no sabes todo lo que le dije —se le escapó una lagrima—. Esta muy arrepentido por eso.


 

Asentí entendiendo, yo sabía que papá me decía todo eso porque se emborrachaba y estaba dolido, ademas no era su hija biológica y el hecho de que mamá lo haya abandonado era peor para el, yo sé que eso no justifica que me trate así pero se entiende.


 

—No importa, eso es pasado.


 

Mamá sonrió, abrazándome de una vez. Así pasamos casi todo el día, desde una plática eterna y emotiva con papá, disculpas y alguna que otra confesión terminamos todos en paz. Como siempre había querido. Por la tarde, casi anocheciendo, Carolina me vino a buscar en el auto de su madre, si, todavía existía esa cosa, teníamos que ir a la casa de ella, en donde estaba Thomas y Yube esperándonos, Carolina me había dicho que Vanesa y los demás habían salido. Chris venía a ver a mamá.


 

—Quizás estamos en problemas —confesó Carolina, mientras manejaba. Íbamos a mitad de camino.


 

—¿Porqué lo dices? —inquirí—. ¿Por los lobos?


 

Lo pensó.


 

—Quizás por todo, los lobos, Clark... todo esto es demasiado para mi —resopló—. ¿Sabes? Yo no pedí esto, no quería ser... así, pero en el futuro me acostumbraré lo sé, además, hago todo lo que puedo por Kayler, se que es su mundo y si quiero estar con él, porque lo quiero, tengo que apoyarlo —confesó.


 

No sabía que Carolina no había deseado ser parte loba, pensé que estaba bien con eso pero ahora que la escucho parece que no, que solo hace lo que puede para que Kayler no se desilusione de ella y no tengan problemas.


 

—No sabía eso, Carolina, ¿porqué no me lo contaste antes? —la miré—. Hubiéramos platicado y tal vez te hubiera ayudado.


 

—No quería que nadie lo supiera, pensé que con el tiempo me acostumbraría pero... Aún no lo hago. Siempre intento estar calmada por mi bien o... por el bien de los demás, pero a veces es difícil.


 

Y quizás ya iba entendiendo su punto.


 

—¿Lo dices cuando tus ojos cambian de color? —me atreví a preguntar.


 

Me miró por un segundo.


 

—Si, no logro saber qué es ni porqué, pero cuando me siento presionada o ansiosa o enojada tiendo a salirme de control por esa milésima de segundo, pero reacciono y me calmo.




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