Escapándome del lobo

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—¿Crees que sean ellos? —le pregunté al estar dentro de la patrulla, las dos esposadas y mirando para el bosque, dado que los lobos seguían aullando.


 

Carolina lo pensó.


 

—Quizás si, no logro  distinguir de esta distancia —respondió removiéndose un poco—. Estas esposas me estorban —se quejó. El oficial rubio y guapo estaba al volante, aún no arrancaba quizás porque también se percató de los aullidos y el compañero, quien era bajo y moreno, miraba para el bosque algo atento.


 

Su radio emitió un ruido.


 

—Jonas, ¿escuchas eso? —se escuchó la voz del jefe de policía, quien aún estaba en frente de nosotras. Jonas se llamaba el chico rubio.


 

—Lo escucho —le respondió el—. ¿Quiere que vayamos a investigar? Dan se puede quedar con las criminales.


 

—Y sigue con qué somos criminales —habló Carolina un poco exasperada—. Idiota —murmuró a lo bajo para que no la escucharan.


 

—No, es mejor que nos vayamos. Cambio y fuera.


 

La radio se apagó, el coche del jefe avanzó, yendo de primero, para después ser seguido por este. Solo espero que mis padres no se enteren de esto.


 

—Oigan, nosotras no hicimos nada malo, solo teníamos que conseguir algo que nos pertenece. Por favor —les rogó Carolina. Pero los oficiales no le respondieron—. Bueno, esta bien, no digan nada.


 

—Es mejor si nos quedamos en silencio —susurré—. ¿No has escuchado la oración "todo lo que digas será usado en tu contra"? —quise saber, estaba segura de que en las películas salía eso.


 

Carolina me miró.


 

—Anne, no puedo volver a la carcel, allí revisan tu historial y todo —susurró.


 

Achique los ojos en su dirección.


 

—¿Acaso hay algo malo que hayas hecho?


 

—Después te cuento —fue lo que respondió. El resto del camino la pasamos en silencio, hasta que llegamos a la estación de policía que estaba a unas cuadras del hospital. Nos bajaron, encaminándonos hacia adentro. Jamás había entrado a esta estación, ni sabía cómo era. Habían escritorios, policías haciendo informes o buscando alguna que otra persona desaparecida. Tenían fotos de algunos criminales que se buscaban. Habían otros que atendían llamadas, y otros que anotaban las inquietudes de la gente.


 

Los oficiales nos llevaron por un pasillo solitario; hasta que nos dimos cuenta de que eran a las celdas. La piel se me erizó.


 

—¿Nos van a meter así como así? ¿Sin investigar primero? —quise saber con algo de nerviosismo.


 

—Eso lo hacemos nosotros, mientras ustedes permanecerán encerradas —me respondió el moreno.


 

—Les dije que tengo derecho a un abogado, a una llamada —espetó Carolina, removiéndose del chico.


 

—Por ahora no —le respondió el. Nos detuvimos frente a una celda vacía, gris y fría. El chico moreno abrió, nos quitaron las esposas y nos adentraron a la carcel.  Los chicos cerraron, dándonos una mirada rápida para después marcharse.


 

—Joder, si que duelen esas cosas —se quejó sobandose las muñecas.


 

—¿Y ahora que vamos a hacer? —inquiri.


 

—Bueno, ellos tienes los papeles, se darán cuenta de que son solo papeles así que nos dejarán libre, menos mal hubiéramos robado cosas de valor o algo así —le resto importancia—. Solo espero que nos dejen libres pronto—. Se sentó en la cama de cemento. Me senté a la par, peinándome mi cabello e intentando calmarme.


 

Los aullidos vienen a mi mente, ni siquiera se quiénes eran y Carolina no está muy segura.


 

—¿No sabes quiénes eran los lobos esos que aullaron? —intente saber, dado que no me hacía gracia que haya sido Thomas y que nos hubiera visto ser esposadas.


 

—No, Anne, estaban muy lejos, aún no soy buena en eso —llevo su manos a la nuca.


 

Suspiré.


 

Y así pasamos un rato muy largo, pensando, caminando por la celda dado que esa cama de cemento nos aplastaba más el trastero. Sentándonos en una posición, y luego en otra, y otra.


 

—Carolina Lane y Anne Stevens —una voz autoritária nos hizo volver a la realidad. Era el chico rubio y el moreno. —Iremos a la oficina del jefe —anuncio—. Abre —le dijo a su compañero.


 

Nos pusimos de pie rápidamente, los oficiales se nos acercaron y nos volvieron a esposar.


 

—¿Es necesario? —inquirió Carolina con fastidio—. Ni que nos fuéramos a escapar de una estación de policías.


 

El chico la ignoró. Nos encaminaron afuera, atravesamos el pasillo, pasamos por los escritorios de los demás hasta llegar a una oficina que imagino era la del jefe, nos sentaron en las dos sillas frente a él. Los dos oficiales no se fueron sino que se quedaron detrás de nosotras. El jefe estaba frente a nosotras, observándonos.


 

—Carolina Lane y Anne Stevens —nos miró, cogiendo una carpeta, supongo que nos había investigado. —Carolina ya había estado en la carcel —leyó—. Debido a un problema en la preparatoria Jhonson. Aquí dice que se peleó con otra chica por un chico, la chica terminó con varias fracturas y usted una semana en prision.


 

Miré a Carolina con horror, no puedo creer que haya hecho eso, pelearse por un chico ¿acaso ese chico era Will? Porque imagino que es el único que ha tenido. Ella me dio miró con pena, formando una sonrisa.


 

—Pero Anne Stevens no tiene ningún antecedente —la voz del jefe me hizo mirarlo.


 

—Yo la obligue —dijo Carolina. La miré—. Ella no tiene nada que ver.


 

—No, eso no es cierto. Yo estaba de acuerdo en hacerlo —le dije al jefe. El hombre solo nos observaba atento, como intentando descifrar algo más. Y algo me dice que él no solo nos llamó para hablar de nuestros antecedentes ni para hablarnos sobre robar.




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