Escape de la bóveda

Enigma

A la mañana siguiente, la luz del sol se filtraba a través de las rendijas del techo de la bóveda. Los jóvenes espíritus despertaron con el sonido de pasos ligeros, y al abrir los ojos, vieron a Kira fuera de la jaula, caminando con la misma despreocupación que había mostrado desde el principio. Ya no era el hurón albino, sino un niño rubio que inspeccionaba las cajas llenas de armamento apiladas en la esquina de la bóveda.

—¿Cómo es que sigue tan tranquilo? —murmuró Diaval, aún en su forma de cuervo, observando a Kira con el ceño fruncido.

Ryuho, enroscado en su forma de serpiente, miraba fijamente a Kira mientras este se paseaba entre las cajas, sin parecer preocupado por nada. Sus ojos seguían cada movimiento del rubio, y su desconfianza crecía.

—Es como si esto fuera un juego para él —susurró Hiroshi, en su forma de lagarto, mientras trepaba por una de las paredes de la jaula, buscando una mejor vista del lugar.

Natter, en su pequeña pecera que Kira había sacado la noche anterior, nadaba lentamente, observando en silencio, su mente trabajando en mil direcciones.

—Quizá lo sea —dijo Natter finalmente, su tono serio—. No parece tomarse nada en serio, y si es capaz de salir de su jaula tan fácilmente, ¿por qué no se ha escapado?

Kira, ajeno a las miradas y a los murmullos, silbaba suavemente mientras examinaba una caja particularmente grande. La abrió con un gesto casual, y una vez más, mostró esa habilidad casi mágica para interactuar con objetos que parecían fuera de su control. Dentro de la caja, las armas brillaban bajo la tenue luz de la bóveda, pero Kira solo sonrió como si estuviera revisando juguetes.

—No entiendo cómo puede estar tan relajado cuando estamos atrapados aquí —se quejó Ryuho, moviéndose inquieto—. Esto no tiene sentido.

—Quizás sabe algo que nosotros no —dijo Diaval, pensativo—. O simplemente le gusta jugar con nuestras cabezas.

Los niños seguían observando, intentando entender a Kira. Era como un enigma que no terminaban de resolver, una criatura que podía moverse entre lo cómico y lo peligroso sin perder nunca esa sonrisa despreocupada.

Finalmente, Kira notó que lo estaban mirando y se giró hacia ellos, su sonrisa brillante como siempre.

—¿Qué pasa? ¿Acaso no dormisteis bien? —preguntó con una inocencia fingida, sus ojos brillando de diversión—. No os preocupéis, chicos. Las cosas pronto se pondrán interesantes.

El grupo intercambió miradas, sin saber si confiar en él o mantenerse en guardia. Kira, por su parte, se encogió de hombros y volvió a centrarse en las cajas, como si todo lo que sucedía a su alrededor fuera un espectáculo del cual él era el principal actor.

—¿Qué estará tramando? —murmuró Diaval, sintiendo que algo más grande estaba por venir, algo que Kira ya sabía pero no había revelado aún.

Ryuho estaba enroscado en su lugar, con una expresión de puro fastidio en su rostro mientras observaba a Kira, quien seguía paseándose alrededor de las cajas con su despreocupada actitud. Cada palabra que salía de la boca del hurón albino era pronunciada con un marcado acento español, pero para Ryuho, aquello sonaba más forzado que auténtico.

—¿Y ahora qué vais a hacer? —preguntó Kira, girándose hacia ellos con una sonrisa. Su acento exagerado hizo que Ryuho chasqueara la lengua con irritación.

—No sé por qué, pero ese acento que tienes me está sacando de quicio —gruñó Ryuho, agitando su cola de serpiente de un lado a otro, visiblemente molesto—. Es como si estuvieras fingiendo todo el tiempo.

Kira arqueó una ceja y sonrió aún más, encantado de ver que Ryuho se estaba irritando.

—¿Pero qué dices, chico? Este es mi acento natural, ¿no lo ves? —dijo, poniendo aún más énfasis en las erres y las eses alargadas.

Ryuho bufó, claramente harto de la actuación de Kira.

—No me engañas —replicó Ryuho—. He escuchado acentos auténticos antes, y el tuyo suena como si estuvieras leyendo de un guion malo.

Kira soltó una risa melodiosa, casi burlona, y caminó hacia Ryuho, encogiéndose de hombros como si no le importara en absoluto la crítica.

—Bueno, no a todos les gusta mi estilo, chico —respondió, con un aire despreocupado—. Pero créeme, a algunos les encanta.

Ryuho resopló, tratando de ignorarlo. Los demás niños miraban a Kira con una mezcla de curiosidad y frustración. Diaval graznó suavemente, como si también compartiera el sentimiento de incomodidad de Ryuho, mientras Hiroshi rodaba los ojos en silencio.

—¿Puedes simplemente hablar normal? —preguntó Ryuho, sin poder contenerse más—. No necesitamos teatro aquí, ya estamos en suficiente problema como para agregar tus bromas forzadas a la mezcla.

Kira se detuvo por un momento, observando la reacción de Ryuho, y luego, con una sonrisa traviesa, cambió de tono y acento como si fuera un interruptor.

—Vaya, lo que sea que haga feliz a nuestro querido serpiente morada —dijo Kira, ahora hablando con una voz completamente neutral y sin rastro de su anterior acento español.

Ryuho parpadeó sorprendido, sin saber si sentirse aliviado o más irritado aún por lo fácil que le resultaba a Kira cambiar su forma de ser. Pero por el momento, al menos, ya no tendría que soportar el acento forzado del hurón.

Lua, la hurona de pelaje oscuro, se había mantenido en silencio hasta entonces, observando la escena desde su rincón en la jaula. Sus ojos oscuros brillaban con una mezcla de aburrimiento y resignación mientras Ryuho discutía con Kira. Finalmente, tras un largo suspiro, decidió romper su silencio.

—Kira es lo más molesto del mundo —dijo con voz plana, sin siquiera voltear a mirar a los demás.

Los niños y Kira se quedaron en silencio por un momento, sorprendidos por la repentina intervención de Lua. Hasta ahora, había hablado muy poco, y cuando lo hacía, sus palabras eran breves y concisas.

Kira, como era de esperarse, no pudo contenerse y sonrió de oreja a oreja, completamente despreocupado por la crítica de su compañera.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.