Escape de la bóveda

La carrera

El eco metálico del conducto resonaba con cada movimiento torpe de Kira y Diaval. El ambiente estaba cargado, y la tensión entre ambos parecía aumentar a cada segundo. Pero justo cuando Kira estaba a punto de replicar con otra queja, el sonido sordo y amenazante de un disparo retumbó en el estrecho espacio.

Un silbido agudo atravesó el aire, y de repente, una bala perforó el conducto, pasando peligrosamente cerca de ellos. El metal chirrió y se retorció, dejando una pequeña abertura de humo y polvo. Ambos se quedaron inmóviles por un segundo, y la pelea se apagó en un instante.

—¡Mierda! —exclamó Kira, su tono ahora cargado de urgencia. Se inclinó hacia adelante, empujando a Diaval con una fuerza renovada—. ¡Muévete! ¡Ya viene la loca!

Diaval, que había quedado congelado por el impacto del disparo, no necesitó más advertencias. Agitó sus alas frenéticamente, tratando de moverse con rapidez, pero el espacio tan reducido hacía cada maniobra más complicada. Kira seguía empujando, su cuerpo pequeño y ágil haciendo todo lo posible por acelerar la marcha.

—¡Deja de empujarme, maldita sea! —gruñó Diaval entre dientes, pero no intentó resistirse más. Sabía que Kira tenía razón. Danae estaba cerca, y no había tiempo para discutir.

Los ruidos se hacían más fuertes, el eco de los pasos rápidos de Danae resonaba desde abajo, acercándose a ellos con cada segundo que pasaba. Otro disparo rebotó en las paredes del conducto, esta vez más cerca aún.

—¡Vamos, vamos! —gritó Kira, casi sofocado por el esfuerzo mientras empujaba a Diaval sin descanso—. ¡Si no salimos ahora, estamos fritos!

Diaval seguía avanzando, golpeándose de vez en cuando contra los bordes del conducto, mientras sentía el sudor frío recorrerle la espalda. Podía escuchar la respiración pesada de Danae, que se acercaba rápidamente. Kira no dejaba de empujar, su habitual actitud relajada reemplazada por una determinación inusitada.

—¡No pienso dejar que me atrape de nuevo! —murmuró Kira, apretando los dientes mientras aceleraba el paso—. ¡Nos vamos de aquí!

El ritmo de ambos aumentó, ahora con la pura adrenalina impulsándolos. Sabían que, si Danae los alcanzaba, escapar sería imposible.

Mientras tanto, en la bóveda, Lua había logrado sacar a Ryuho, Diaval, y los demás de la jaula. Sus movimientos eran rápidos y metódicos, su mente concentrada en la misión que Kira les había confiado.

—La ruta que Kira nos indicó está cerca —dijo Lua, con un tono firme—. Tenemos que apresurarnos antes de que sea demasiado tarde.

Ryuho, aún adolorido pero decidido, asintió con la cabeza. Los otros seguían a Lua en silencio, su atención fija en la salida que se aproximaba. La tensión en el aire era palpable, cada uno consciente del riesgo que enfrentaban.

De repente, un disparo resonó en el aire, reverberando por el espacio cerrado. Los sonidos metálicos y el eco del proyectil hicieron que todos se detuvieran, mirando con preocupación hacia el origen del ruido. Un segundo después, el disparo fue seguido por una serie de golpes y chasquidos en el conducto de ventilación.

Lua se adelantó, observando con cautela. Sus ojos se fijaron en la figura de Danae que estaba en el extremo de la bóveda. La niña, con su mirada fija y decidida, estaba apuntando su arma hacia el conducto. Era obvio que la había estado esperando, y su actitud no dejaba dudas de que estaba lista para lo que viniera.

—¿Qué está haciendo? —murmuró Ryuho, frunciendo el ceño mientras observaba la escena.

Lua, calculadora como siempre, se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Aunque la situación parecía un suicidio inminente, la estrategia de Kira había sido clara. Danae estaba distraída, concentrada en el conducto y en el objetivo que Kira había descrito. Sin embargo, su actitud parecía más bien la de alguien dispuesto a arriesgarlo todo, sin considerar las consecuencias.

—Está tratando de acabar con ellos de una vez por todas —dijo Lua, con una mezcla de desdén y comprensión—. Parece que el plan de Kira fue más arriesgado de lo que imaginábamos.

Danae, enfocada en su objetivo, no notaba la presencia de Lua y los demás. Su mirada estaba fija en el conducto de ventilación, el arma en su mano apuntando con precisión. La tensión en la bóveda era palpable, la situación se volvía cada vez más crítica.

Lua aprovechó la distracción de Danae para hacer un gesto a los demás, señalándoles que se movieran rápidamente. Sabían que el tiempo estaba en contra de ellos y que cualquier error podría ser fatal. Con una última mirada hacia Danae, Lua lideró a los espíritus hacia la ruta que Kira había indicado, con la esperanza de que su estrategia les permitiría escapar antes de que fuera demasiado tarde.

En el conducto de ventilación, Kira estaba al borde del agotamiento. Su pequeño cuerpo de hurón se movía con rapidez, empujando a Diaval con todas sus fuerzas. Cada paso resonaba como un tambor en el estrecho túnel, mientras el sonido de los disparos y el eco de las voces distantes se hacían cada vez más intensos.

—¡Vamos, Diaval, corre! —gritó Kira, su voz cargada de urgencia—. ¡No tenemos todo el día! ¡Muévete, panzón!

Diaval, aún en forma de cuervo, intentaba avanzar con dificultad, sus alas golpeando las paredes del conducto. La presión y el calor eran abrumadores, y sus movimientos se volvían cada vez más torpes.

—¡No me llames así! —replicó Diaval, con un tono molesto—. ¡No es mi culpa que este conducto sea tan estrecho!

Kira no se dignó a responder, concentrado en empujar y tirar de Diaval, tratando de acelerar el ritmo. Sabía que estaban casi al final del túnel, pero cada segundo contaba. Los disparos y el caos de la bóveda les daban una presión adicional para escapar.

Finalmente, llegaron al final del conducto. Kira se asomó por la abertura y vio el exterior, una pequeña rendija a través de la cual la luz del sol brillaba. Con un rápido vistazo, dio una orden decisiva.




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