Escape de la bóveda

Boveda

En una habitación amplia y sombría del gran complejo, los niños finalmente se habían detenido para recuperar el aliento. La adrenalina aún corría por sus venas, pero al menos por el momento estaban a salvo. La puerta estaba atrancada, y no podían oír pasos ni gritos de Danae, lo cual era una pequeña victoria.

Kira, sentado en una esquina, se miraba con esmero en un pequeño espejo de mano que nadie sabía de dónde había sacado. Mientras se inspeccionaba el corte en la mejilla, sacó de algún lugar curitas con figuras de animalitos y comenzó a aplicarlas meticulosamente, como si estuviera más preocupado por su aspecto que por el hecho de que casi los matan.

-¿De dónde sacaste eso? -preguntó Diaval, perplejo, observando cómo Kira se concentraba en colocar una curita en la herida.

-Un buen mago nunca revela sus secretos -respondió Kira con una sonrisa engreída, girando el espejo para admirar su rostro desde otro ángulo-. Además, necesito estar presentable. No me vas a ver por ahí con un corte mal cuidado, ¿verdad?

-¿Presentable para qué? -replicó Ryuho, quien estaba tumbado en el suelo, con la cola de serpiente aún enrollada, cansado por la carrera-. ¿Para cuando Danae vuelva a intentar matarnos?

-Es que no me entiendes, serpiente -Kira suspiró dramáticamente-. A veces el estilo es lo único que te queda cuando todo lo demás se ha ido. Y no sé ustedes, pero a mí me queda mucho estilo.

Natter, desde un rincón, solo observaba la escena sin decir nada, con los ojos entrecerrados, como si no pudiera decidir si reír o frustrarse.

-Estamos atrapados en este lugar gigante -comentó Natter- y tú te preocupas por curitas de figuras. Nos deberían preocupar cosas más grandes. Como, por ejemplo, escapar antes de que la loca de Danae vuelva.

Kira guardó el espejo con un gesto exagerado y se puso de pie, sonriendo como si nada hubiera pasado.

-Primero, mis heridas están curadas. Y segundo, ya estamos un paso adelante de ellos. Así que relájense un poco. Conmigo al mando, siempre hay un plan.

-¿Plan? -preguntó Hiroshi, bostezando-. Nunca tienes un plan, Kira. Sólo improvisas.

Kira sonrió ampliamente y señaló con el dedo.

-¡Exactamente! ¡Y es por eso que siempre funciona!

Lua, quien había estado observando en silencio la absurda escena de Kira curándose con curitas de figuras, suspiró y decidió hablar.

-No se engañen -dijo, rompiendo la tranquilidad momentánea-. Kira puede parecer un bufón, pero es mucho más peligroso de lo que aparenta.

Los demás la miraron con sorpresa. Natter se inclinó hacia adelante, interesado.

-¿Qué quieres decir? -preguntó Diaval, arqueando una ceja.

Lua cruzó los brazos y miró a Kira, quien seguía arreglándose el cabello frente al espejo como si no le importara en absoluto la conversación.

-Kira no está aquí solo porque es molesto o porque ha robado algunas cosas. Está aquí porque ha cometido crímenes mucho más graves. No sólo robó mercancía... la vendió -dijo con seriedad, y eso captó la atención de todos-. Armas, tecnología, cualquier cosa que pudiera conseguir con sus pequeñas manos de hurón.

-¿Vendió armas? -preguntó Hiroshi, incrédulo.

-Y no a cualquier persona -continuó Lua-. A mercenarios. A grupos de contrabandistas. Incluso a gente que no sabemos bien quiénes son. Eso es lo que lo hace tan peligroso. Tiene contactos, sabe cómo moverse en las sombras y siempre está un paso por delante. Lo más grave fue cuando robó un cargamento entero de armas de una base militar y logró venderlo antes de que siquiera se dieran cuenta de que faltaba algo.

Ryuho silbó con asombro, impresionado pese a sí mismo.

-Por eso lo tienen aquí -concluyó Lua, mirando a Kira con una mezcla de desdén y respeto-. No sólo porque robó, sino porque es demasiado astuto. No pueden permitirse dejarlo libre. Y tampoco pueden confiar en él por completo. Siempre está pensando en su siguiente movimiento.

Kira se giró lentamente hacia ellos, con una sonrisa satisfecha.

-Oh, vamos, Lua, me haces ver como un villano -dijo con fingida modestia-. Yo solo ofrezco mis... servicios, a quienes estén dispuestos a pagar bien. Es una simple cuestión de negocios.

-Es por eso que no podemos fiarnos de ti -le espetó Natter-. ¿Quién sabe si ya estás tramando algo más?

-Tranquilos, tranquilos -respondió Kira con una sonrisa arrogante-. Si yo quisiera traicionarlos, ya lo habría hecho. Por ahora, estamos en el mismo barco.

Lua asintió lentamente, cruzando los brazos mientras miraba a Kira con los ojos entrecerrados.

-Es cierto, no podemos fiarnos de ti del todo -admitió, y todos los demás la miraron con atención-. Después de todo, te encerraron aquí porque vendiste armas al cartel enemigo de los que te atraparon. Es decir, fuiste tan astuto que traicionaste a tus propios aliados... y por eso Danae te caza como si fueras un animal. No puedes escapar de su mirada.

Kira se encogió de hombros, como si todo lo que decía Lua no fuera más que una anécdota sin importancia.

-Ah, sí, esos tiempos -dijo, jugueteando con el espejo y las curitas que ya no tenían sentido en su rostro-. No era nada personal. El mejor postor, ya sabes. Pero al final, ellos fueron más rápidos que yo. Aprendí mi lección... más o menos.

Diaval chasqueó la lengua, irritado.

-¿Y cómo sabemos que no estás planeando vendernos a nosotros ahora?

Kira sonrió con picardía, pero Lua intervino antes de que pudiera responder.

-No lo haría -dijo con seriedad-. No es que nos esté ayudando por amabilidad, pero Kira es un oportunista. Si nos traicionara ahora, sabría que lo estarían cazando por dos frentes. Julián y Danae lo persiguen, y si traiciona a los que lo atrapan, estará en la mira de todos los bandos. Por eso, lo mejor que puede hacer es fingir que está de nuestro lado... al menos por ahora.

Kira puso una mano en su pecho, fingiendo indignación.

-Lua, me hieres. ¿Acaso crees que yo, un espíritu honesto y confiable, haría algo tan bajo? -dijo teatralmente, antes de soltar una carcajada-. Aunque, claro, no puedo negar que Danae tiene un buen motivo para cazarme. Ese cartel al que le vendí... bueno, digamos que se lo tomaron bastante mal.




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