Escape de la bóveda

Misión

Danae corría por los oscuros y laberínticos pasillos de la bóveda, con el corazón latiendo a toda velocidad. La adrenalina la empujaba, y la rabia burbujeaba en su interior mientras sus pasos resonaban contra las paredes metálicas. Cada rincón parecía confabularse para esconder a esos malditos fugitivos, y cada segundo que pasaba sin encontrarlos aumentaba su frustración. ¿Cómo se habían escapado?, se preguntaba. Todo parecía haber sido planeado, y el saber que Kira estaba detrás de esto solo la enfurecía más.

Doblando una esquina, de repente se encontró cara a cara con Julián, quien la observaba con una expresión dura y fría. Él siempre mantenía el control, pero sus ojos, oscuros como la noche, brillaban con desagrado.

—¿Qué haces fuera de tu habitación, Danae? —preguntó Julián, su voz baja, pero cargada de amenaza.

Danae, sin detenerse a pensar, se apresuró a explicarse, respirando entrecortadamente por la carrera.

—Los niños... Kira... se escaparon... —dijo, casi con urgencia, esperando que él comprendiera la gravedad de la situación—. Están intentando huir.

Julián frunció el ceño, y en su mirada se reflejaba una mezcla de decepción y furia contenida. Sin decir una palabra, sacó un dispositivo del bolsillo de su chaqueta y, antes de que Danae pudiera reaccionar, presionó un botón. El cuerpo de Danae se estremeció cuando una descarga eléctrica recorrió todo su ser, haciéndola caer de rodillas. Un grito ahogado escapó de sus labios, mientras su cuerpo temblaba y su visión se volvía borrosa.

—Eres una inútil —espetó Julián con desprecio, mientras la observaba con frialdad—. Les dejaste salir... ¿y esperas que te perdone por ello?

Danae, aún con el dolor pulsando en su cuerpo, intentó incorporarse, apoyándose en sus manos. El dolor era insoportable, pero más que nada, la vergüenza y el temor la consumían. Sabía que había fallado, y lo último que deseaba era decepcionar a Julián.

—Lo... siento... —murmuró con dificultad, tratando de recuperar el aliento.

Julián se agachó, sujetando su barbilla con una mano firme, forzándola a mirarlo a los ojos.

—Si quieres redimirte, vas a encontrar a esos fugitivos —ordenó con voz gélida—. Y los traerás de vuelta. Vivos... o muertos, me da igual.

Danae asintió, el miedo y la obediencia dominando su ser. Sabía que no tenía opción. Julián la soltó con brusquedad y se levantó, observándola desde arriba con desdén.

—No vuelvas a fallar, Danae. O la próxima vez no será solo una descarga.

Ella, todavía temblando, se puso de pie como pudo. Sus piernas eran inestables, pero su voluntad se mantenía firme. No podía permitirse fallar de nuevo. No cuando Julián la observaba con tanto desprecio.

Con la respiración entrecortada y el cuerpo adolorido, Danae giró sobre sus talones y continuó corriendo por los pasillos, esta vez más decidida que nunca. Encontraría a los fugitivos. Los capturaría. Y demostraría que aún merecía la confianza de Julián, costara lo que costara.

En otro rincón de la enorme base, Kira, con una expresión despreocupada y un mechón de su cabello rubio aún corto por la bala, caminaba tranquilamente delante de los demás. Los niños lo seguían en fila, con una mezcla de confusión y escepticismo, especialmente Ryuho, quien apenas podía disimular su frustración.

—Muy bien, chicos —dijo Kira con una sonrisa burlona, girándose hacia ellos mientras caminaban—. Hemos logrado salir de la bóveda de armas, pero ahora toca la parte difícil: salir de toda esta maldita base.

Ryuho, con el ceño fruncido y aún adolorido por las heridas de su último enfrentamiento, lo miró con incredulidad. Estaba claro que el hurón no tenía un plan, o si lo tenía, era tan disparatado que no merecía la pena considerarlo.

—¿Y cómo piensas hacer eso? —replicó Ryuho, cruzando los brazos y deteniéndose—. No puedes simplemente andar por aquí esperando que las puertas se abran solas.

Kira se detuvo, dándose la vuelta para mirarlo. Por un momento, su rostro adoptó una expresión pensativa, como si realmente estuviera calculando todas las posibilidades... pero ese momento duró menos de un segundo.

—La verdad... —dijo encogiéndose de hombros— no tengo ni idea. He intentado huir de este lugar más veces de las que me han cortado el cabello. Y, como puedes ver —dijo mientras señalaba su cabeza—, siempre me terminan recortando algo.

Diaval, quien había estado observando todo desde atrás, no pudo evitar soltar una risa disimulada, mientras Hiroshi rodaba los ojos con una mezcla de diversión y desesperación.

—Así que estamos confiando en un tipo que ni siquiera tiene un plan... —murmuró Hiroshi, agachándose para evitar ser visto desde las cámaras.

Kira, ignorando el comentario, giró sobre sus talones y siguió caminando como si nada, con esa confianza inquebrantable que resultaba irritante y fascinante al mismo tiempo.

—¡Venga! —exclamó Kira, dándose una pequeña palmada en el muslo como si estuviera llamando a un perro—. La vida es una aventura, chicos. Y lo más importante en una aventura es... improvisar.

Ryuho lo observó por un momento, respirando profundamente para controlar su impaciencia.

—Si terminamos capturados otra vez, juro que esta vez te rapo la cabeza completamente —le advirtió Ryuho con seriedad, aunque había una pizca de humor en su tono.

Kira, con una sonrisa pícara, levantó ambas manos en un gesto de rendición.

—Si me rapas, al menos hazlo con estilo. Pero primero, salgamos de aquí, ¿no? —respondió, antes de lanzarse nuevamente hacia adelante, decidido a que la suerte le siguiera favoreciendo, aunque los demás no estuvieran tan seguros de ello.

Mientras caminaban por los pasillos de la enorme base, Lua y Hiroshi se quedaron un poco atrás, observando a Kira y los demás avanzar. El ambiente seguía tenso, especialmente después de su escape de la bóveda, pero Hiroshi no podía dejar de pensar en algo que había estado rondando su mente desde que conocieron a Danae.




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