Escape de la bóveda

Plan B

Desde una grieta oculta en la montaña, Diaval y Kira se asomaban cuidadosamente, observando cómo los hombres de Julián habían atrapado a los demás y a Dánae. El lugar estaba rodeado por guardias armados, y la tensión se palpaba en el aire.

—Esto no pinta nada bien... —murmuró Diaval, su ceño fruncido mientras intentaba buscar una salida para sus amigos.

Kira, sin embargo, no parecía tan preocupado. Su mirada brillaba con ese inconfundible toque de astucia y arrogancia, incluso en una situación tan crítica. Dio un paso hacia atrás, alejándose del borde de la grieta, y comenzó a moverse con rapidez.

—Debemos movernos rápido —dijo Kira con tono urgente, aunque su expresión aún mantenía su típica indiferencia.

Diaval lo siguió inmediatamente, aunque la incertidumbre lo embargaba. No podía evitar preguntarse cuál era el siguiente plan de Kira, si es que realmente tenía uno. Aunque, por alguna razón, Kira siempre lograba salirse con la suya, incluso cuando parecía improvisar sobre la marcha.

—¿Hacia dónde vamos? —preguntó Diaval, intentando mantenerse a su ritmo mientras descendían por la parte rocosa de la montaña.

Kira lo miró de reojo, con una media sonrisa que solo incrementaba la sensación de misterio.

—Es una sorpresa, panzón. Te va a encantar, te lo aseguro —respondió con su típico tono sarcástico y despreocupado.

Diaval suspiró, sabiendo que no obtendría una respuesta directa de Kira. Sin embargo, la adrenalina del momento y el deseo de salvar a sus hermanos lo impulsaban a seguirlo sin dudar. Mientras continuaban bajando por la ladera, el paisaje comenzó a cambiar, y Diaval se dio cuenta de que Kira los estaba guiando hacia un área que no reconocía del todo.

Aún así, no le quedaba otra opción que confiar en él... y en la "sorpresa" que Kira tenía preparada.

Dentro de la celda, el ambiente era tenso. Ryuho pateó una pared con frustración, cruzándose de brazos mientras dejaba escapar un gruñido.

—¡Estamos de nuevo atrapados! ¿Cuántas veces más vamos a caer en lo mismo? —se quejó, su voz rebotando en las frías paredes de metal. Su desesperación era palpable.

Natter, a su lado, no era menos expresivo. Se dejó caer en el suelo, golpeando con los puños mientras negaba con la cabeza.

—Estábamos tan cerca... ¡Tan cerca! —dijo, casi como si no pudiera creerlo—. Deberíamos haber salido antes de que nos atraparan de nuevo.

Hiroshi, sin embargo, estaba más callado, sentado con las rodillas contra el pecho, sus ojos mirando hacia el suelo, pero su mente estaba en otro lado.

—Diaval... —susurró, su voz teñida de preocupación—. ¿Qué habrá pasado con él? ¿Crees que está bien?

Lua, apoyada en una pared, intentaba mantener la calma, aunque era evidente que la situación también la afectaba. Respiró hondo antes de responder.

—Diaval debe estar bien... Estoy segura de que está con Kira. —Su tono intentaba ser tranquilizador, pero había un leve matiz de duda que no pasó desapercibido.

A un lado, en una esquina, Dánae estaba en silencio. A diferencia de los demás, no expresaba su frustración ni preocupación en voz alta, pero internamente estaba enredada en sus pensamientos. Recordaba todo lo que había sucedido recientemente, desde su encuentro con Julián hasta el momento en que decidió ayudar a los niños, traicionando las órdenes que había seguido ciegamente durante tanto tiempo.

Su mirada se perdió en la distancia mientras intentaba procesar lo que había pasado. ¿En qué momento había comenzado a cuestionarse todo? Y, más importante aún, ¿qué significaba para ella? La idea de desobedecer a Julián la hacía sentir vulnerable, pero al mismo tiempo, había algo liberador en ello. Sin embargo, no podía ignorar la preocupación por lo que vendría después. Había arriesgado mucho al tomar esa decisión, y ahora se encontraba atrapada junto a los mismos niños que debería haber entregado.

Mientras los demás discutían sobre sus próximos pasos, Dánae seguía sumida en su silencio, meditando sobre su futuro incierto.

Dánae estaba en silencio, pero por dentro su mente era un torbellino de pensamientos y culpas. Empezó a apretar los puños con fuerza mientras miraba el suelo, su mandíbula tensándose. El peso de lo que había hecho, de haber desobedecido a Julián, era insoportable. ¿Qué había hecho? ¿Por qué los había ayudado? Todo lo que había construido, la confianza que había ganado, se desmoronaba ante sus ojos.

“¿Cómo pude fallarle así? ¿Cómo?” pensaba, mientras las dudas la consumían.

De repente, su voz rompió el silencio en la celda, murmurando para sí misma.

—Todo es mi culpa... —Dánae comenzó, sus palabras llenas de remordimiento—. Lo desobedecí... por ayudarles... ahora lo he perdido todo.

Ryuho, que estaba cerca de ella, levantó la vista al escucharla. Aunque siempre había tenido una actitud despreocupada, en ese momento su rostro mostró preocupación genuina.

—¿Por qué te estás culpando? —preguntó con suavidad, tratando de entender lo que pasaba por su cabeza.

Dánae levantó la mirada, con los ojos llenos de furia y frustración, y explotó.

—¡Cállate! ¡No tienes idea de lo que significa esto! ¡Por ayudarlos, perdí la confianza de Julián! ¡No sabes lo que es! —le gritó, su voz llena de desesperación y rabia.

Ryuho dio un paso atrás, sorprendido por la intensidad de su reacción. No esperaba que reaccionara con tanta vehemencia. Pero antes de que pudiera responder, Lua intervino.

—No nos culpes por querer salir de aquí, Dánae —dijo Lua con calma, aunque su tono también mostraba cansancio—. No te pedimos que lo hicieras, pero tú tomaste esa decisión.

Dánae apretó los dientes, frustrada.

—¡No entienden nada! —les dijo con desesperación—. Ustedes pueden simplemente huir y seguir sus vidas. Yo... yo he dedicado mi vida a seguir sus órdenes, a ganarme su respeto. Y ahora todo se ha acabado. ¡No saben lo que es perder todo lo que has construido por una decisión equivocada!




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