Escape de la bóveda

Nueva vida

Dánae corría a toda velocidad por el bosque, su forma de coyote ágil y elegante, moviéndose sin esfuerzo entre los árboles y los campos verdes que se extendían a su alrededor. El viento acariciaba su pelaje mientras sus patas apenas tocaban el suelo, avanzando como una sombra silenciosa.

A su lado, Diaval volaba con precisión, sus alas negras cortando el aire, siguiendo el ritmo de la carrera de Dánae. Su mirada vigilante escudriñaba el entorno desde las alturas, asegurándose de que el camino estuviera despejado mientras disfrutaba del paisaje que pasaba rápidamente debajo de ellos.

Por las ramas de los árboles, Lua y Kira corrían con la misma velocidad, sus cuerpos pequeños y ágiles en forma de hurones. Se deslizaban por las ramas con una facilidad sorprendente, saltando de un árbol a otro, dejando escapar pequeños susurros de risa mientras competían entre ellos, siempre manteniendo la vista puesta en Dánae y Diaval.

El bosque, con sus sombras y luces danzantes, parecía darles la bienvenida, cubriéndolos con su manto de hojas verdes y suaves brisas. Los sonidos de la naturaleza acompañaban sus movimientos: el crujir de las hojas bajo las patas de Dánae, el batir de las alas de Diaval, y los pequeños ruidos que hacían Kira y Lua mientras saltaban de rama en rama.

Era un momento de libertad pura, donde el pasado y las tensiones quedaban atrás, y todos se sincronizaban con el latido del bosque. El sol se filtraba entre las copas de los árboles, pintando destellos dorados sobre sus caminos, mientras avanzaban sin detenerse, como un equipo unido en perfecta armonía con la naturaleza.

Sin palabras, pero con una clara conexión entre ellos, avanzaban hacia su destino.

Ryuho estaba de pie junto al río, observando el tranquilo fluir del agua. Había llegado antes que los demás, el aire fresco del bosque mezclándose con el aroma del agua. A su lado, Hiroshi dormía profundamente bajo la sombra de un árbol, su respiración regular y tranquila, como si el murmullo del río lo hubiera acunado hasta el sueño.

Más allá, en el agua, Natter se revolcaba con pura alegría, salpicando y riendo. Después de horas lejos de su elemento, parecía renacer en el río, jugando como si fuera un niño despreocupado. Su cuerpo serpenteaba y giraba, sumergiéndose y emergiendo con destellos de agua que brillaban al sol. Cada tanto lanzaba pequeñas risas, disfrutando de la sensación del agua envolviéndolo, olvidando momentáneamente todo lo que había pasado.

Ryuho miraba a Natter con una pequeña sonrisa, sintiendo un poco de paz al ver a su hermano tan relajado. Aunque no lo decía en voz alta, también disfrutaba esos momentos de calma, donde no había persecuciones ni planes. Solo el río, el bosque y la tranquilidad del momento.

El sonido de pasos ligeros y susurros llegó a sus oídos. Sabía que Dánae, Diaval, Kira y Lua se acercaban, y sin mover la vista del agua, esperó a que llegaran.

Los recién llegados llegaron rápidamente al claro del río. Uno por uno, comenzaron a transformarse en humanos: Dánae, su forma de coyote desvaneciéndose para dar paso a su silueta humana, mientras Lua y Kira también adoptaban su forma original tras correr como hurones por los árboles. Diaval aterrizó con suavidad a su lado, sus alas de cuervo desvaneciéndose mientras recuperaba su forma humana.

Dánae, aún un poco desorientada por la tranquilidad del entorno, se acercó a Ryuho, que seguía mirando el río.

—¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó, con un toque de incertidumbre en la voz—. No estoy acostumbrada a esto de la vida en el campo.

Kira, que apenas podía mantenerse quieto, interrumpió con una sonrisa emocionada.

—¡Podríamos hacer una misión! Tal vez explorar más allá del bosque, o investigar esa cueva que vimos antes. Seguro que hay algo interesante ahí, algo de acción, ¿no?

Diaval soltó una carcajada, claramente disfrutando del entusiasmo desmedido de Kira.

—Tranquilo, Kira. Hoy no habrá misiones ni aventuras arriesgadas. Solo vamos a pescar.

Kira lo miró, claramente decepcionado.

—¿Pescar? —preguntó, incrédulo—. ¿Eso es todo?

—Eso es todo —dijo Diaval con una sonrisa—. A veces necesitamos un descanso. No siempre se trata de enfrentarse a mercenarios o escapar de bases subterráneas.

Lua asintió, riendo suavemente al ver la cara de frustración de Kira. Mientras tanto, Dánae observaba todo en silencio, tratando de acostumbrarse a la idea de que, por una vez, no había peligro inminente, solo el bosque, el río y la compañía de sus nuevos amigos.

Kira se cruzó de brazos, frunciendo el ceño mientras miraba el río.

—No entiendo por qué tenemos que pescar nosotros —se quejó—. ¡Hiroshi debería hacerlo! Después de todo, él es el cocodrilo de la familia.

Ryuho, que estaba preparando las cañas, levantó la vista y respondió con calma, aunque ya anticipaba el debate que se venía.

—Hiroshi no pesca porque ni a él ni a Natter les gustan los peces —dijo, mientras miraba a Hiroshi, que seguía durmiendo bajo un árbol, y a Natter, quien seguía revolcándose alegremente en el agua.

Kira lo miró incrédulo, su expresión era una mezcla de sorpresa y escepticismo.

—¿Estás de broma? —dijo Kira, casi riendo—. ¡Eso parece un mal chiste! Uno es un cocodrilo y el otro literalmente es un pez. ¿Cómo no les van a gustar los peces?

Diaval, que estaba sentado a un lado observando la escena, soltó una carcajada.

—Te lo juro, Kira —dijo Ryuho, manteniendo la seriedad—. No es chiste. A Hiroshi le gustan más las aves, y Natter... bueno, tiene gustos más sofisticados, creo.

Kira negó con la cabeza, con la expresión de alguien que acababa de escuchar algo completamente ilógico.

—Esto es ridículo —bufó—. ¿Cómo es que el cocodrilo y el pez de la familia no comen pescado? Este grupo cada día es más extraño.

—Bienvenido a la familia —añadió Diaval, sonriendo mientras le daba una palmadita en la espalda.




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