No podía parar de ver insultos, violencia, acoso, pero sobre todo, sentir mucho miedo, solo fueron años escasos de felicidad, ni siquiera recuerdo cuantos exactamente, la realidad me golpeó, volví a abrir mis ojos aquella mañana y mi vida ya era diferente, como si fuese estado rodeado de extraños tanto tiempo, él fue mi maestro, él fue mi inspirador para cada fechoría, él me enseñó hasta la última parte de su alma, él solo me hizo a su semejanza, pero terminé siendo peor.
Nashville/Tennessee: Condado de Scott, año 1990.
Bajé las escaleras corriendo al escuchar el grito de mi madre, moria por desayunar, el estomago me cruijia y solo esperaba que me complacieran con mis cereales favoritos.
Llegué a la mesa un poco alejada detallandola, logré acertar, me había preparado un desayuno especial, sonreí sentándome en mi puesto habitual, tambaleaba mis pies que aún no tocaban el suelo a la espera de mi madre, solía ser educado aunque las ganas me matasen de devorar mi propia comida.
—Buenos días cariño— saludó con una taza de café entre sus manos, se acercó depositando un beso en mi frente.
—Buenos días mamá — sonreí desesperado por comer.
Había algo extraño esta mañana, mi padre no estaba, su puesto en la mesa se mantenía vacío, eramos una familia demasiado unida, pero hoy no era el caso.
—¿Dónde esta papá?— pregunté curioso viendo hacia todos lados.
—Lamento informarte que hoy desayunaremos solos, tu padre viajó muy temprano a la ciudad para entregar un folio, ya sabes, lo han contratado para algunas construcciones—
—¿Volverá pronto?—
—Por supuesto— respondió sonriéndome.
—Gracias por la comida—
—De nada, vamos, aliméntate— se sentó, tomando de igual forma su comida.
Revolví el cereal como tanto me gustaba, disfruté del picadillo de frutas para finalmente refrescarme con un vaso de agua, mi madre terminó primero su plato que consistía de huevos revueltos y beicon, quedaba su café, que como de costumbre se lo tomaba lentamente, nunca conocí a la abuela, pero me decian que amaba el café, algo hereditario.
Acomodé la vajilla sucia volviendo a ponerme de pie, sintiendo los pasos de mi madre aproximarse, tocó mi hombro deteniéndome cuando hice el intento de abrir la llave.
—Yo limpio, ve a ordenar tu habitación—
—Solo tengo mi cama destendida, déjame ayudarte—
—No Dylan, lo terminaré, ve y haz lo que te falta—
No me quedó de otra más que asentir, subí las escaleras entrando de nuevo a mi dormitorio.
Las paredes siempre habían sido de un tono azul eléctrico, este lugar donde he vivido prácticamente desde que nací, no es tan grande, solo hay cuatro habitaciones contando la de servicio, dos baños, una cocina, sala de estar, jardín trasero, mi padre era arquitecto, por lo que mantenía este lugar arreglado, como si tuviésemos más dinero del que realmente tenemos, aveces doy unas vueltas por el patio delantero, pero la mayoría de los vecinos siempre están haciendo cualquier cosa a las afueras, la soledad que me acoge es magnifica.
Ordené mi cama; tomé luego la toalla saliendo en dirección al baño para tomar una ducha.
He sido reservado siempre, pocos amigos tengo en la escuela, mi padre no tiene un buen concepto de las personas en general, aveces me siento sofocado por su manera de protegerme, me he dedicado a salir excelente en mis estudios, no visitamos a otros familiares, según mi madre, la mayoría viven lejos o ya están muertos.
Aunque una noche la encontré al teléfono, hablando con una persona de la cual nunca supe su identidad, se la pasaba repitiendo que a mi padre le gustaba una vida así, que ya no los molestaran, me pareció tan extraño, sin embargo, no fue tema de discusión, total, ya estaba muy acostumbrado a mi vida, una vida en el que solo importábamos nosotros tres, junto a esta casa.
Entre tantos pensamientos terminé de bañarme, coloqué la ropa sucia que estaba en la pequeña lavandería cerca de la cochera, me coloqué ropa limpia y fresca tomando luego un libro, amaba leer, no era una pasión, ya se había convertido en un vicio.
Fui escaleras abajo tomando cómodamente un espacio en el mueble más grande, lo relatado se basaba en como enfrentar cualquier enfermedad, me parecía absurdo pero aún así, llamaba mi atención.
Por los vidrios delanteros de la casa podía ver como mi madre regaba las plantas y flores, desde hace un año vengo dándole atención a ella, más de lo normal, su ropa ahora lucia muy atrevida, su tiempo por fuera iba en aumento, parecía como si fuese vuelto a su juventud, miré hacia los lados encontrándome con el vecino cortando el césped, si, a él también lo veía más de lo que pude haberlo visto antes, se sonrienron mutuamente restándole importancia a su alrededor, ni siquiera notaban que los estaba espiando; De esa forma no mira a papá, tengo tantas dudas, no quiero pensar cosas malas ni atormentarme, pero realmente todo ha cambiado con respecto a ella, no soy ciego, se que algo pasa, espero saberlo pronto, muy pronto.
Básicamente estuve el día entero sentado en el sillón, mi madre volvió a eso de las cinco para darme unas galletas con leche, a veces las meriendas se hacían muy solitarias sin papá, se que está en su trabajo pero lo extraño, prácticamente él es la persona que ha estado presente en estos años, incluso más que mi madre, hace unos días que ya no salia, debido a que solo le pedían folletos por todas partes, cuando le toca construir, solo debe ir, es ahí cuando me siento solo, aparece el insomnio y ya no puedo sentirme lleno, su protección era la única capa que me interesaba sentir cerca, mi padre simplemente era mi héroe, en resumidas palabras, mi mayor orgullo.
Cuando acabé la merienda dejé el libro sobre la mesita en la sala, debía ir al baño; Me asomé por la pequeña ventana al terminar de hacer mi necesidad, estaba oscureciendo, eso quería decir que mi padre llegaría tarde.
Editado: 26.03.2018