Seis años habían pasado desde que Lance y Oliver se mudaron a la ciudad cercana tras la muerte de sus padres. La vida había cambiado para ellos de muchas maneras, y, aunque los días en la ciudad ofrecían nuevas oportunidades, el bosque seguía siendo un refugio especial para Gemma. Ahora, con sus seis años, la niña de cabello verde oscuro y ojos dorados había crecido y se había adaptado a su entorno con una sorprendente habilidad para la naturaleza y los poderes que aún manifestaba de manera ocasional.
Era una mañana soleada, y Gemma estaba en el bosque, recogiendo frutas silvestres con una habilidad que solo alguien con una conexión especial con la naturaleza podría tener. Mientras llenaba su cesta con bayas y manzanas, disfrutaba del canto de los pájaros y la frescura del aire, una sensación de libertad que el bosque siempre le ofrecía.
De repente, mientras se inclinaba para recoger una baya madura, escuchó algo que la hizo detenerse en seco. A lo lejos, a través del susurro del viento y el canto de las aves, escuchó una voz familiar, la voz de Lance. Aunque estaba a varios kilómetros de distancia, la claridad de la voz de su cuidador resonó en sus oídos con una fuerza inconfundible.
—¡Gemma! ¡Gemma, ven aquí!
El corazón de Gemma dio un salto de emoción al reconocer la voz. Con una rapidez y determinación renovadas, se levantó y miró alrededor, buscando la dirección del sonido. Sabía que no podía perder el tiempo, y con un parpadeo de concentración, sus pequeñas alas de cuervo comenzaron a desplegarse.
Mirando hacia el cielo, Gemma extendió sus alas y comenzó a elevarse suavemente, sintiendo la familiar sensación de la energía mágica que la impulsaba. El bosque se extendía debajo de ella, un mosaico de verdes y marrones que se desvanecía a medida que ascendía.
El vuelo no era una habilidad que usara frecuentemente, pero cuando lo hacía, se sentía libre y poderosa, como si estuviera en armonía con la esencia misma del bosque. Mientras volaba, pasaba sobre lagos tranquilos y árboles altos, sintiendo la brisa en su rostro y el sol calentando sus alas.
La voz de Lance se hacía más clara a medida que se acercaba a su destino. Con cada batir de alas, Gemma sentía que el vínculo con su cuidador se fortalecía, guiándola hacia él. Sus ojos brillaban con determinación mientras navegaba a través del cielo, siguiendo el sonido de la voz que la llamaba.
Finalmente, después de un vuelo que pareció durar una eternidad, los edificios de la ciudad comenzaron a aparecer en el horizonte. Gemma descendió lentamente, adentrándose en un pequeño parque que había sido parte de sus paseos con Lance y Oliver. Allí, en un rincón conocido del parque, vio a Lance esperando, su rostro lleno de preocupación y alivio al ver a la niña llegar.
—¡Gemma! —exclamó Lance, extendiendo los brazos hacia ella mientras ella descendía con gracia—. Estaba preocupado por ti. ¿Dónde has estado?
Gemma aterrizó suavemente frente a Lance y le ofreció una sonrisa radiante, mientras se apresuraba a correr hacia él y se lanzaba a sus brazos.
—Estaba en el bosque, recogiendo frutas. Te escuché llamándome —dijo, su voz llena de alegría y sorpresa.
Lance la abrazó con fuerza, aliviado de tenerla de vuelta. Aunque había estado preocupado, también estaba contento de ver cómo Gemma había crecido y manejaba sus habilidades con confianza.
—Te extraño mucho cuando no estás cerca. Sabes que siempre debemos tener cuidado y estar juntos —dijo Lance, acariciando el cabello de Gemma con ternura—. ¿Tienes todo lo que necesitas?
Gemma asintió, mostrando la cesta llena de frutas silvestres que había recogido.
—Sí, tengo todo esto. Pensé en traerte algunas frutas para el almuerzo —dijo, levantando la cesta con orgullo.
Lance sonrió, mirando las frutas con aprecio.
—Eso es muy amable de tu parte. Vamos a casa y prepararemos algo delicioso con ellas. Estoy seguro de que Oliver también estará contento de verte.
Mientras caminaban juntos hacia su hogar en la ciudad, Gemma sintió una oleada de felicidad y seguridad. Aunque el bosque seguía siendo un lugar especial para ella, la ciudad y la vida con Lance y Oliver le ofrecían un sentimiento de paz
El sol se estaba poniendo, arrojando una cálida luz dorada sobre la casa de la ciudad que Lance y Oliver habían hecho su hogar. La cena estaba en preparación, y el aroma de los platos que Lance estaba cocinando llenaba la cocina. Gemma, había regresado del bosque y estaba disfrutando de la compañía de su familia mientras se preparaban para la comida.
Oliver, que estaba sentado en la mesa, miraba con un aire de desdén a Gemma, quien estaba organizando las frutas que había traído en una canasta sobre la mesa. Aunque la pequeña había crecido y se había adaptado a la vida en la ciudad, Oliver seguía llamándola “Fer” y tratando de encontrar maneras de provocarla.
—¿Otra vez con esas frutas, Fer? —dijo Oliver, lanzando una mirada a la canasta con un gesto de desdén—. No creas que me impresiona tu habilidad para recoger frutas. Es solo algo que cualquier persona podría hacer.
Gemma frunció el ceño, pero trató de ignorar el comentario mientras colocaba las frutas en un bol. Lance, al oír el tono de Oliver, levantó una ceja y se acercó a la mesa.
—Oliver, por favor, no empieces. Gemma ha trabajado duro para traer esas frutas —dijo Lance con una mezcla de frustración y exasperación—. ¿Por qué no puedes simplemente ser amable?
Oliver soltó una risa burlona y se encogió de hombros.
—Oh, Lance, solo estoy jugando. No es para tanto —dijo con tono despectivo, mientras Lance se daba la vuelta para servir la comida.
Sin embargo, tan pronto como Lance se giró, Oliver comenzó a imitar la forma en que él había hablado, con un tono exagerado y una actitud burlona. Sus labios se movían en sincronía con las palabras de Lance, capturando la esencia de su forma de hablar.
—“Oliver, por favor, sé amable” —murmuró Oliver, mirando a Gemma con una sonrisa de superioridad—. “Es muy importante que la niña se sienta especial.”