Pensamientos secretos

El éxito de Lance continuaba creciendo a un ritmo que incluso él mismo encontraba sorprendente. Lo que comenzó como una simple oportunidad en el estudio se había convertido en una carrera en ascenso. Con cada papel que interpretaba, ganaba más reconocimiento, más respeto, y las ofertas comenzaron a llegar de manera constante. Cada día, parecía que su vida daba un giro hacia mejor, alejándolo cada vez más de las dificultades y la incertidumbre que había enfrentado en el pasado.

Lance no solo estaba prosperando en su carrera; su vida personal también comenzaba a mejorar. Ahora tenía acceso a un estilo de vida que antes solo había podido imaginar. Las puertas se le abrían, y las conexiones que hacía en el mundo del entretenimiento le ofrecían nuevas posibilidades. Sin embargo, a pesar de todo este éxito, Lance nunca perdió de vista su responsabilidad hacia Gemma. A medida que su vida cambiaba, se aseguraba de que la niña estuviera siempre segura y bien cuidada, integrándola en su nueva vida de la mejor manera posible.

Por otro lado, Oliver también había conseguido un lugar en el mundo del entretenimiento. Aunque había logrado lo que deseaba, convirtiéndose en actor como Lance, el reconocimiento que recibía no se comparaba con el de su hermano. Mientras Lance era elogiado y admirado, Oliver seguía siendo una figura más en la multitud, alguien cuyo nombre no resonaba con la misma fuerza. Esta disparidad, lejos de apaciguarlo, alimentaba aún más su frustración.

A medida que ambos hermanos seguían sus respectivos caminos, Rose se convirtió en una figura central en sus vidas. Desde que asumió el rol de asistente de Lance, Rose estaba casi siempre presente. Su profesionalismo y eficiencia la convirtieron en una aliada indispensable para Lance, quien confiaba en ella para manejar las múltiples tareas que su nueva vida requería. Pero la cercanía de Rose también la colocaba en una posición única, donde podía observar de cerca las dinámicas que existían entre Lance y Oliver, así como el desarrollo de Gemma.

Rose se daba cuenta de las tensiones que aún latían bajo la superficie, aunque todos parecían hacer un esfuerzo por mantener la armonía. Sabía que Lance estaba preocupado por el bienestar de Oliver, consciente de que su éxito estaba dejando a su hermano rezagado. Sin embargo, también notaba cómo Oliver se distanciaba cada vez más, atrapado en su propia lucha interna. A pesar de sus intentos por acercarse, Lance parecía incapaz de romper la barrera que se había erigido entre ellos.

Mientras tanto, Gemma seguía siendo el punto de conexión entre los hermanos. Aunque era consciente de que algo no estaba del todo bien, su naturaleza alegre y su creciente curiosidad por el mundo la mantenían ocupada. Pasaba sus días explorando, aprendiendo, y siendo el centro de la atención para muchos en el estudio, que se maravillaban con su energía y singularidad.

Pero la presencia de Gemma también era un recordatorio constante para Oliver de lo que aún no había logrado. Cada vez que veía cómo la niña era admirada, cómo su potencial parecía estar floreciendo bajo la supervisión de Lance, sentía que su propia luz se apagaba un poco más. Y aunque Rose intentaba mantener un ambiente positivo, el resentimiento que Oliver albergaba seguía creciendo, más fuerte que nunca.

La vida de Lance seguía mejorando con cada nuevo proyecto, cada nueva conexión que hacía. Pero en la sombra, Oliver planeaba en silencio, buscando la manera de obtener lo que creía merecer. Y aunque aún no había decidido cómo, una cosa era segura: no estaba dispuesto a quedarse atrás para siempre. Rose, mientras tanto, observaba, preocupada por lo que el futuro podría deparar para los hermanos, sabiendo que la creciente brecha entre ellos podría llevar a consecuencias impredecibles.

Con el éxito de Lance y la creciente tensión de Oliver, el escenario estaba listo para un cambio drástico, uno que podría redefinir no solo sus carreras, sino también sus vidas y la relación que compartían como hermanos.

El estudio estaba más silencioso de lo habitual. Lance había terminado una sesión de fotos temprano y decidió buscar a Oliver para hablar con él. Sabía que algo no estaba bien entre ellos. Las tensiones habían ido creciendo, y aunque Lance había intentado acercarse en varias ocasiones, parecía que cada intento solo alejaba más a su hermano.

Lance lo encontró en una de las salas de descanso, solo, con la mirada fija en el suelo. Respiró hondo antes de acercarse. Sabía que esta conversación no sería fácil, pero no podía seguir ignorando lo que estaba pasando.

-Oliver, ¿podemos hablar? -preguntó Lance, manteniendo su voz lo más calmada posible.

Oliver levantó la vista, su expresión era de molestia, pero había algo más allí, algo que Lance no había visto antes: un rastro de amargura.

-No hay nada de qué hablar -respondió Oliver, su tono frío.

Lance suspiró, sin saber exactamente cómo proceder. Las palabras que había ensayado en su mente no parecían suficientes en ese momento.

-Sé que no ha sido fácil para ti, y no quiero que pienses que me olvido de ti. Solo quiero saber cómo te sientes, qué puedo hacer para ayudarte.

Oliver lo miró, y por un instante, Lance creyó ver un destello de vulnerabilidad en sus ojos. Pero fue tan rápido que podría haberlo imaginado.

-Siempre es lo mismo contigo, Lance -dijo Oliver finalmente-. Siempre te preocupas por todos los demás. Pero tal vez deberías empezar a darte cuenta de que no puedes arreglar todo. No necesito tu ayuda. No la quiero.

Las palabras de Oliver lo golpearon con fuerza. Lance intentó mantener la compostura, pero cada palabra de su hermano resonaba en su mente como un eco.

-Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti, Oliver. No quiero que te sientas mal por... -comenzó a decir Lance, pero Oliver lo interrumpió.

-Por tu culpa, ¿verdad? No es tu culpa, Lance. Es solo que... tú siempre has sido el que brilla, el que todos admiran. ¿Y yo? Solo soy el hermano menor. -Oliver se levantó, dispuesto a marcharse-. No necesito tus disculpas, Lance. Solo déjame en paz.