Escape del Reflector

Relatos

La mudanza al nuevo hogar fue un evento que marcó un cambio significativo en la vida de los tres. Gracias al éxito de Lance, la familia se había mudado a una casa más grande y cómoda, una vivienda que superaba con creces el pequeño apartamento en el que habían vivido durante tanto tiempo. Era un lugar que no solo ofrecía más espacio, sino también un entorno que prometía mejorar la calidad de vida para cada uno de ellos.

Lance estaba emocionado por el nuevo hogar. Había estado trabajando arduamente para llegar a este punto, y ver cómo todo se materializaba era una recompensa en sí misma. La casa tenía amplias habitaciones, un jardín que parecía interminable, y una gran área de recreo. Era el tipo de lugar que Lance había soñado para su familia, un símbolo de cómo sus esfuerzos habían dado frutos.

Oliver, sin embargo, no compartía el mismo entusiasmo. Mientras ayudaba a desempacar, su actitud era más de resignación que de celebración. Miraba alrededor con una mezcla de indiferencia y desdén, como si nada de esto le sorprendiera.

—No entiendo por qué no dijiste nada antes —comentó Oliver a Lance mientras movían una de las cajas más grandes—. Hubiera sido más fácil para mí si me hubieras pedido ayuda con los gastos o algo. Pero parece que todo esto es solo tu mérito.

Lance detuvo su movimiento, mirando a su hermano con una mezcla de sorpresa y tristeza.

—No quería molestarte, Oliver. Sabía que estabas ocupado con tus propios proyectos y... —dijo Lance, intentando mantener la calma—. No era mi intención hacerte sentir excluido.

Oliver frunció el ceño y dejó de trabajar también. Su tono era menos confrontativo, pero aún cargado de frustración.

—Lo que no entiendo es por qué no me dijiste que había problemas financieros. No te habría dejado cargar con todo solo.

Lance suspiró, sintiéndose abatido. Sabía que su hermano tenía sus propios problemas, y no quería sumarle más carga.

—Pensé que podríamos hacerlo. No quería que te sintieras presionado.

La conversación no terminó de resolver la tensión, pero ambos siguieron con la mudanza en un silencio incómodo. Mientras tanto, Gemma estaba explorando el nuevo hogar con una mezcla de entusiasmo e inocencia. La niña, ahora de seis años, estaba fascinada con el espacio amplio y el nuevo jardín. En cuanto tuvo un momento libre, no dudó en alzar el vuelo para experimentar la libertad que el nuevo hogar le ofrecía.

Rose, que había estado ayudando con la mudanza, observó a Gemma con una sonrisa, pero Oliver no compartía el mismo sentimiento. La vio volar alrededor del gran salón, su risa llenando el aire mientras exploraba cada rincón con su magia.

—¡Gemma, baja inmediatamente! —gritó Oliver, su tono duro—. ¡No es momento para que estés volando por aquí! Tienes que tener cuidado con el mobiliario y no hacer desorden.

Gemma se detuvo en el aire, mirando a Oliver con una mezcla de sorpresa y desilusión. Aunque solía seguir las indicaciones de Lance sin cuestionar, el tono de Oliver la hizo sentir incómoda.

—Lo siento, Oliver —murmuró mientras descendía lentamente al suelo—. Solo quería ver cómo era todo.

Oliver la observó mientras se posaba, sintiendo una mezcla de irritación y culpa. Sabía que sus palabras habían sido duras, pero estaba preocupado por el desorden que Gemma podría causar en la casa nueva.

Lance se acercó, intentando mediar en la situación.

—Oliver, déjala explorar un poco. Es un cambio grande para ella también. Todos necesitamos adaptarnos —dijo con una voz calmada, aunque todavía tenía en mente la conversación que había tenido con su hermano.

Oliver asintió, aunque no estaba completamente convencido. A pesar de su descontento, sabía que Lance tenía razón. La mudanza era un cambio importante para todos, y Gemma estaba intentando adaptarse a su nuevo entorno a su manera.

El resto del día pasó entre el trabajo de organización y la adaptación a la nueva casa. Aunque la tensión entre los hermanos no se resolvió por completo, el nuevo hogar ofreció un respiro. Era un lugar donde podrían encontrar un equilibrio, aunque el camino para lograrlo sería un proceso gradual.

Mientras la noche caía y las luces de la casa se encendían, la familia se reunió para una cena sencilla. Aunque la conversación era mínima y la atmósfera aún cargada, había un sentimiento de esperanza en el aire. Este nuevo hogar representaba un nuevo comienzo, una oportunidad para sanar viejas heridas y construir algo más sólido como familia.

La cena continuó en un silencio tenso, hasta que Rose, buscando romper el hielo, decidió intervenir. Observando a Gemma jugar con sus manos, su curiosidad la llevó a preguntar.

—Oigan, ¿qué hay de la niña? Apenas me enteré de su origen y... —dijo Rose, sonriendo mientras se giraba hacia Lance y Oliver—. ¿No les parece fascinante?

Lance, que estaba sirviendo la comida, se detuvo por un momento, viendo cómo el interés de Rose iluminaba la atmósfera. La pregunta era justo lo que necesitaban para cambiar el tema. Oliver, que estaba absorto en sus propios pensamientos, también se sintió atraído por la conversación.

—Sí, Gemma es algo especial —respondió Lance, un brillo en sus ojos mientras miraba a la niña—. Desde que llegó a nuestras vidas, ha sido una fuente constante de sorpresas.

Rose se inclinó hacia adelante, interesada.

—¿Cómo es que tiene esos poderes? He visto un par de cosas increíbles desde que llegué aquí, pero... ¿por qué tiene alas y puede hacer magia?

Oliver se sintió un poco más cómodo al hablar de Gemma. Su actitud defensiva se desvaneció lentamente, permitiéndole recordar momentos divertidos que habían compartido juntos.

—Bueno, desde que la encontramos, ha demostrado que puede hacer cosas realmente sorprendentes —comenzó Oliver, apoyándose en la mesa—. Por ejemplo, una vez, estaba jugando con unas flores en el jardín, y, sin querer, hizo que crecieran al doble de su tamaño. Era como si tuviera una conexión mágica con la naturaleza.




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