Lazos distantes

Lance había notado cambios en Oliver en las últimas semanas. Su hermano parecía más distante, más reservado, y cada vez que intentaba acercarse a él para hablar, se encontraba con un muro de indiferencia. Una noche, después de cenar, Lance decidió que era momento de abordar la situación.

—Oliver, ¿podemos hablar un momento? —dijo Lance, con la esperanza de romper la barrera que se había levantado entre ellos.

Oliver levantó la vista de su teléfono, la expresión en su rostro era de desinterés absoluto.

—No tengo nada que decir, Lance —respondió, casi de inmediato.

—Últimamente te noto diferente, más distante —insistió Lance, tratando de mantener la calma—. Solo quiero asegurarme de que estás bien.

Oliver lo miró por un instante, pero sus ojos no reflejaban ni la más mínima intención de abrirse. Era como si una parte de él ya se hubiera desconectado.

—Estoy bien —replicó Oliver, con un tono que no admitía réplica.

Lance suspiró, sintiendo la frustración crecer en su interior. Sabía que algo no andaba bien, pero no podía obligar a su hermano a hablar. Decidió darle espacio, esperando que eventualmente Oliver se acercara por su cuenta. Sin embargo, la preocupación seguía latente.

Un poco más tarde, Gemma, que había estado jugando en la sala, se acercó a Lance con curiosidad en sus ojos dorados.

—¿Por qué Oliver está tan enojado? —preguntó con su voz suave y dulce, como si intentara entender el cambio de actitud en su cuidador.

Lance se agachó a su altura, intentando encontrar las palabras adecuadas para explicarle la situación.

—No lo sé exactamente, Gemma —admitió Lance, con una sonrisa triste—. Solo sé que está pasando por algo y que no quiere compartirlo conmigo.

Gemma asintió lentamente, su mirada aún fija en la dirección en la que Oliver se había ido. Sabía que Oliver siempre había sido un poco diferente, pero ahora parecía estar luchando con algo más profundo, algo que ni siquiera Lance podía comprender del todo.

Más tarde esa noche, Oliver estaba en su habitación, su mente en constante agitación. Gemma había tocado a su puerta, pero él la había despedido rápidamente, diciéndole que estaba ocupado. La niña, aunque decepcionada, se retiró sin hacer ruido.

—Lance siempre metiéndose en mi camino… —murmuró Oliver para sí mismo, sus ojos reflejando una mezcla de frustración y determinación.

No podía evitar sentir que Lance estaba siempre un paso adelante, siempre siendo el centro de atención, siempre eclipsándolo. Y aunque el papel en la producción finalmente se lo habían dado a él, no podía dejar de pensar que era solo una concesión, una forma de mantener la paz. Pero Oliver no quería concesiones, quería ser reconocido por sus propios méritos, y si eso significaba tomar decisiones drásticas, estaba dispuesto a hacerlo.

Sin decir una palabra más, salió de la casa, dejando atrás a Lance y a Gemma, sabiendo que pronto, las cosas cambiarían de una vez por todas.

Gemma, siempre atenta y deseosa de ayudar a quienes la rodeaban, especialmente a Oliver, no podía ignorar la creciente tensión entre los hermanos. A pesar de la negativa de Oliver a compartir lo que le estaba molestando, Gemma decidió intentar encontrar una manera de aliviar su malestar.

Esa noche, cuando la casa estaba en silencio, decidió ir a la habitación de Oliver. No quería ser entrometida, pero sentía que, si descubría qué estaba pasando, podría ayudar a su cuidador, como él lo había hecho tantas veces con ella.

Con cuidado, abrió la puerta de su habitación. La luz tenue que entraba por la ventana apenas iluminaba el lugar. Todo estaba en orden, pero había un aire pesado en la atmósfera. Gemma caminó despacio, observando cada rincón, buscando alguna pista que le diera una idea de lo que estaba ocurriendo.

Llegó a la cómoda y, tras un momento de duda, abrió uno de los cajones. No esperaba encontrar nada especial, quizás solo ropa o algunos papeles. Pero lo que encontró la dejó helada.

Dentro del cajón, había un montón de fotografías de Lance, su cuidador y hermano mayor de Oliver. Lo que la sobresaltó no fue ver las fotos en sí, sino cómo estaban tratadas. Varias de las fotos estaban tachadas con líneas gruesas de marcador negro, cruzando el rostro de Lance con violencia. Otras estaban rotas en pedazos, como si alguien las hubiera rasgado en un arrebato de ira.

Gemma sintió un nudo en el estómago. No entendía del todo lo que esto significaba, pero podía sentir la intensidad de los sentimientos que Oliver había puesto en esas imágenes. ¿Cómo podía alguien que había cuidado de ella tener tanto odio hacia su propio hermano?

Tomó una de las fotos en sus pequeñas manos, observando la cara de Lance, aunque estaba medio cubierta por las marcas negras. Su mente estaba llena de preguntas. ¿Por qué Oliver haría algo así? ¿Qué podía haberle hecho Lance para merecer tanto rencor?

Con el corazón apesadumbrado, Gemma volvió a colocar la foto en el cajón y lo cerró suavemente, sin hacer ruido. Sabía que había descubierto algo importante, pero no estaba segura de qué debía hacer con esa información. No quería que Lance se sintiera herido, ni que Oliver se alejara aún más.

Decidió que necesitaba pensar en ello y encontrar una manera de ayudar a los dos. Con un suspiro, salió de la habitación de Oliver, prometiéndose a sí misma que, de alguna forma, encontraría la forma de arreglar las cosas entre los dos hermanos.

En el profundo silencio de la noche, Oliver cayó en un sueño inquieto, sumido en una mezcla de emociones. Mientras su cuerpo descansaba, su mente lo llevó de vuelta a la ya familiar habitación de los recuerdos. Al cruzar la puerta, fue recibido por la misma escena que había visto antes: una habitación blanca, inmaculada, con paredes cubiertas de fotografías y memorias.

Sin embargo, algo era diferente esta vez. Las imágenes que colgaban de las paredes no eran solo del hombre cuya memoria había borrado en su primer encuentro con sus poderes. Estas eran nuevas, más recientes, y cada una mostraba fragmentos de un proceso específico: la decisión de los productores de darle el papel protagónico.