Escape del Reflector

Confrontación

Oliver no pudo evitar hablar con Gemma sobre las "oportunidades" que veía para ellos. La emoción brillaba en sus ojos mientras se agachaba a su altura, con una sonrisa que pretendía ser amable pero que escondía algo más oscuro.

—Escucha, Gemma —comenzó Oliver, mientras la niña lo observaba con cierta curiosidad—. ¿Te imaginas todo lo que podríamos lograr juntos? Eres especial, lo sabes. Con tus habilidades y mi determinación, podemos llegar muy lejos. Ya viste lo que pasó en el estudio, ¿no? La gente estaba fascinada, y eso solo fue un pequeño truco. Si lo hacemos bien, no habrá límites para nosotros.

Gemma parpadeó, tratando de procesar las palabras de Oliver. Era joven, pero podía sentir algo en su tono, una urgencia, una ambición que la incomodaba.

—¿Qué quieres decir? —preguntó en voz baja, todavía indecisa.

—Quiero decir que podríamos ser imparables —continuó Oliver, insistente—. Todo el mundo admirará lo que podemos hacer. Con tu ayuda, llegaríamos más lejos de lo que Lance jamás podría soñar.

El nombre de Lance hizo que la expresión de Gemma se endureciera ligeramente. Sabía que Oliver y Lance tenían tensiones, pero nunca había entendido completamente por qué.

En ese momento, Lance, que había estado escuchando desde un rincón de la habitación, no pudo quedarse callado por más tiempo. Dio un paso al frente, su mirada preocupada, pero firme.

—Oliver, ya basta —dijo Lance, cruzándose de brazos—. No puedes seguir usándola de esta manera. Gemma no es una herramienta para tus ambiciones.

Oliver lo miró, irritado.

—¿Por qué siempre haces esto, Lance? —replicó Oliver, su tono lleno de frustración—. Siempre intentas detenerme, siempre te metes en mi camino. No entiendes lo que es tener todo el potencial delante y no poder aprovecharlo.

Lance sacudió la cabeza con desaprobación.

—Lo que no entiendo es por qué no ves el daño que podrías hacer. Gemma no es una forma de que ganes fama o de que superes a nadie. Ella es una niña, Oliver. No puedes tratarla como una herramienta.

Gemma, que había estado escuchando en silencio, miró a Lance y luego a Oliver, confusa y un poco asustada. Sabía que ambos la querían, pero de maneras diferentes.

—No se trata de usarla —respondió Oliver, con un tono más bajo pero igualmente insistente—. Se trata de darle la oportunidad de ser algo más, de no vivir escondida.

—Eso es lo que crees tú —interrumpió Lance—. Pero ella tiene derecho a elegir su propio camino, no a seguir el tuyo solo porque quieres superar a alguien.

Hubo un silencio tenso en la habitación, mientras Oliver intentaba mantener la compostura. Sabía que, en el fondo, Lance tenía razón, pero no podía dejar de sentir que Gemma era su única oportunidad de brillar.

después del tenso enfrentamiento, Oliver se levantó con una mirada oscura dirigida hacia Lance. No soportaba el hecho de que, en el fondo, sabía que su hermano tenía razón, pero admitirlo sería aceptar su propia obsesión. Sin embargo, no estaba listo para hacer eso.

—¿Así que ahora soy el malo de la historia, Lance? —espetó Oliver, cruzándose de brazos—. Siempre me estás juzgando, siempre asumes que quiero hacerle daño a Gemma. ¿Por qué nunca confías en mí? Eres un mal hermano por no apoyarme.

Lance suspiró, claramente agotado por la situación.

—No es que no confíe en ti, Oliver. Es que... veo hacia dónde te estás dirigiendo y me preocupa. No quiero verte hacer cosas de las que te arrepientas.

—¿Preocuparte? —replicó Oliver con una risa amarga—. ¿En serio crees que te importa lo que me pase? Todo esto se trata de ti, de cómo siempre tienes que ser el centro de atención. Nunca hay espacio para mí. ¡Nunca lo ha habido!

Lance intentó acercarse a Oliver, pero este retrocedió, haciendo un gesto con la mano para detenerlo.

—No. Siempre piensas que tienes la razón, ¿verdad? Pero no ves lo difícil que es para mí. ¿Cómo se supone que debo vivir bajo tu sombra todo el tiempo? —Oliver apretó los puños, intentando contener la frustración que se acumulaba dentro de él—. Nunca me diste una oportunidad. Todo lo que quiero es demostrar que puedo ser alguien, que no necesito que me cuides ni me controles.

Lance lo miró con tristeza.

—Oliver, nunca quise que te sintieras de esa manera. Pero no puedes seguir pensando que tienes que superar a todos para ser alguien. Ya eres alguien... pero estás yendo por un camino peligroso.

Oliver lo observó por un momento, sus emociones en conflicto. Sabía, en lo más profundo, que Lance tenía razón, pero no podía permitir que su hermano lo viera vulnerable. Tenía que encontrar una forma de escapar de la verdad, y la única forma que conocía era haciéndose la víctima.

—Claro, claro... —murmuró, evitando el contacto visual—. Siempre soy yo el que está equivocado, ¿verdad? No importa lo que haga, siempre estoy fallando a los ojos de Lance.

Con esas palabras, Oliver se dio la vuelta y caminó hacia su habitación, cerrando la puerta de golpe. Mientras se encerraba en su propio espacio, no podía dejar de sentir una mezcla de vergüenza y enojo. Sabía que la discusión había sacado verdades incómodas a la luz, pero no estaba listo para enfrentarlas.

Se dejó caer sobre su cama, mirando al techo mientras los pensamientos seguían girando en su mente. Había logrado salirse con la suya una vez más, pero algo en su interior le decía que no podría seguir así por mucho tiempo.

Oliver se tumbó en su cama, intentando calmarse, pero pronto se vio transportado de nuevo a la inquietante habitación de los recuerdos. Al abrir los ojos, se encontró frente a la figura de su versión en llamas azules, una representación de su propia conciencia distorsionada.

El ser de fuego azul, con una mirada intensa y acusadora, comenzó a hablar:

—Oliver, tus acciones no están trayendo el resultado que esperabas. Estás destruyendo más de lo que estás construyendo. Este camino te llevará a la ruina.




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