Escape del Reflector

Voces

Lance, sentado en la sala, repasaba en su mente la discusión con Oliver. Sabía que su hermano estaba herido y que no sería fácil llegar a él, pero también sabía que gritar o discutir no solucionaría nada. Necesitaba hablar con Oliver de manera sincera, sin confrontaciones. Suspiró profundamente y decidió que ya era hora de intentarlo nuevamente.

Mientras tanto, en su habitación, Oliver estaba recostado en la cama, con los ojos fijos en la televisión. Los canales estaban llenos de entrevistas, noticias y apariciones de Lance. Su hermano acaparaba la atención de todos, y cada imagen en la pantalla no hacía más que aumentar su frustración. Cerró los ojos con fuerza, tratando de ignorar el creciente resentimiento que lo corroía por dentro.

De repente, escuchó un leve golpeteo en la puerta de su cuarto. Era Lance. Al abrir la puerta, Oliver lo miró sin decir una palabra, esperando una confrontación más, pero Lance no parecía enfadado.

—Oliver, ¿puedo hablar contigo? —preguntó Lance, con voz calmada.

Oliver asintió lentamente, sin decir nada, dejando que su hermano entrara. Se sentó en la cama, cruzando los brazos, mientras Lance se acercaba despacio. Hubo un largo silencio, donde ninguno de los dos parecía querer romper el hielo, hasta que Lance finalmente lo hizo.

—He estado pensando mucho sobre todo lo que me dijiste... y tienes razón. No he visto las cosas desde tu perspectiva —dijo Lance, su voz sincera—. Nunca quise que sintieras que estoy en tu camino, ni mucho menos que te quedaras a mi sombra. Yo solo... siempre quise que estuviéramos bien, que pudiéramos compartir todo esto.

Oliver, que hasta ese momento había mantenido su mirada en la televisión apagada, giró lentamente hacia Lance. No respondió, pero tampoco lo interrumpió.

—No quiero que sientas que tienes que competir conmigo —continuó Lance, acercándose un poco más—. Solo quiero que tengamos una buena relación, como hermanos. Porque, al final del día, todo esto no tiene sentido si nos perdemos entre nosotros.

Entonces, antes de que Oliver pudiera reaccionar, Lance lo abrazó con fuerza, como cuando eran niños y todo era más simple. Oliver se quedó quieto, sin corresponder al abrazo, pero tampoco lo rechazó. Sus manos permanecieron inmóviles a su lado, y sus ojos miraron al vacío. Tras un momento, murmuró en voz baja, casi como si se lo dijera a sí mismo:

—¿Por qué tú tienes que tenerlo todo, Lance? —su voz, aunque calmada, tenía una carga de dolor profundo—. La fama, la admiración de todos... Incluso a los que yo intento acercar, terminan girando alrededor tuyo.

Lance lo soltó suavemente, dándose cuenta de que las heridas de su hermano eran más profundas de lo que había pensado.

—No tengo todo, Oliver. De hecho, no tendría nada si te pierdo a ti —respondió Lance con suavidad, esperando que sus palabras calaran en su hermano—. Eres mi hermano, y eso es lo más importante para mí. No quiero que sigas sintiéndote así.

Oliver lo miró de reojo, con una mezcla de emociones en su rostro. No era fácil soltar su resentimiento, pero tampoco podía ignorar la sinceridad en la voz de Lance.

—No es tan simple, Lance —respondió finalmente, su voz rota.

Lance asintió.

—Lo sé, y no espero que lo sea. Pero estoy aquí, para lo que necesites, cuando estés listo.

Con eso, Lance salió de la habitación, dejando a Oliver solo con sus pensamientos, su conflicto interno ardiendo aún más fuerte.

Oliver se quedó mirando el techo, repitiendo en su cabeza las palabras de Lance. Tal vez su hermano tenía razón. Tal vez él debería dejar de luchar tanto, de compararse constantemente y simplemente aceptar las cosas como eran. Esa idea de conformarse lo envolvió por un momento, una paz extraña que lo hizo preguntarse si realmente estaba mal querer rendirse ante esa presión.

Pero, en lo más profundo de su ser, algo no encajaba.

De repente, un murmullo creció dentro de su mente, una voz familiar, persistente, que no le permitía detenerse. Le gritaba, le recordaba todo lo que había sufrido, todas las veces que había quedado a la sombra de Lance. ¿Por qué debería conformarse? ¿Por qué aceptar la segunda posición cuando sabía que merecía más? Si se rendía ahora, todo lo que había hecho hasta el momento habría sido en vano.

"No", pensó Oliver con los ojos fijos en el techo. "No puedo dejar que esto termine así. Debo seguir."

Se sentó en la cama, su corazón acelerado, mientras esa voz en su mente seguía resonando. "Tienes que ser el que esté en la cima", le decía la voz. "Eres tú quien merece estar sobre todos."

Con esa convicción quemándole en el pecho, Oliver se levantó. No iba a conformarse. Lance podía decir lo que quisiera, podía tratar de reconciliarse, pero Oliver sabía que el único camino era seguir adelante, superarlo y convertirse en alguien mucho más grande.

No podía, no quería detenerse.

Oliver miró el tinte azul que había traído de la tienda y una sonrisa astuta se dibujó en su rostro. Era hora de hacer algo drástico, de marcar una diferencia que lo hiciera destacar, algo que lo alejara de la sombra de Lance.

Se acercó a su computadora y comenzó a investigar. Buscó tendencias en la industria del entretenimiento, descubriendo cómo algunos actores habían cambiado sus imágenes y se habían reinventado para captar la atención del público. Empezó a leer sobre técnicas de marketing personal, cómo construir una imagen que no solo lo diferenciara de Lance, sino que también lo hiciera memorable.

Mientras leía, una idea comenzó a formarse en su mente. No solo cambiaría su apariencia, sino que también podría usar la popularidad de la niña, Gemma, a su favor. Si la gente comenzaba a hablar de ella, él podía ser su promotor, el encargado de llevarla al estrellato, y en el proceso, destacar por su asociación con ella. Juntos podrían crear un espectáculo, un dúo que sorprendería a todos y que, al mismo tiempo, lo haría destacar.




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