Oliver comienza a consolidarse como el promotor y manager de Gemma. Desde el fallecimiento de Lance, ha tomado el control completo de la carrera de la niña, convirtiéndose en su único punto de apoyo. A medida que pasa el tiempo, los proyectos de Gemma comienzan a multiplicarse. Su talento, combinado con los trucos que Oliver le enseñaba a disimular, la hacen destacar cada vez más.
—Eres una estrella en ascenso —le decía Oliver mientras la llevaba de una reunión a otra—. Todo el mundo quiere trabajar contigo, y es solo el principio.
Gemma, aunque todavía con el corazón afectado por la muerte de Lance, confía en Oliver. Ahora lo acompaña a eventos, fiestas y reuniones importantes, convirtiéndose en el centro de atención donde quiera que van. A menudo, es recibida con aplausos y admiración, mientras que Oliver se asegura de estar siempre a su lado, como el artífice de su éxito.
Los contratos no dejan de llegar, y Oliver maneja todo con precisión. Sus habilidades como negociador, junto con la creciente popularidad de Gemma, hacen que sus nombres resuenen en la industria del entretenimiento.
—Vamos a conquistar el mundo del espectáculo, Gemma —le decía, orgulloso de lo que estaban logrando—. Nada podrá detenernos.
Sin embargo, en el fondo, mientras la gloria parecía envolverlos, Gemma no podía evitar sentir una extraña sensación de vacío. A pesar del éxito, algo en su interior echaba de menos la tranquilidad de antes, cuando Lance aún estaba allí.
En esa noche silenciosa, Oliver entra al cuarto de Lance, el ambiente cargado de recuerdos y una presencia casi fantasmal. Las luces tenues iluminaban el espacio, donde las pertenencias de Lance aún permanecían como si su dueño estuviera a punto de regresar en cualquier momento. Oliver se acerca al escritorio, sus dedos rozando con desprecio algunas de las cosas que pertenecían a su hermano. Sus ojos se detienen en una fotografía enmarcada de cuando eran niños, en la pequeña casa rural donde crecieron.
Toma la foto en sus manos y observa la imagen, donde Lance y él sonreían, despreocupados y unidos. Una mueca de burla se forma en su rostro mientras fija la mirada en Lance.
—Al final gané —susurra, con una mezcla de amargura y orgullo—. Yo soy el que quedó arriba... Yo.
Pero mientras dice esas palabras, algo comienza a romperse dentro de él. Las lágrimas empiezan a brotar sin previo aviso, mezcladas con una risa descontrolada que sale de su boca, entrecortada y confusa. Era una risa cargada de dolor, resentimiento, y una victoria que no traía consuelo.
—¿Por qué? —murmura, apretando la fotografía con fuerza mientras su cuerpo se sacude entre sollozos—. ¡¿Por qué sigues siendo una molestia, incluso ahora que ya no estás?!
La risa y el llanto se mezclan en un caótico remolino de emociones. Oliver pensaba que al quitarse a Lance del camino, su vida finalmente estaría completa, que sería el único en la cima, con la corona que tanto ansiaba. Sin embargo, en ese momento, frente a la imagen de su hermano, se daba cuenta de que el vacío que sentía era más profundo de lo que imaginaba.
Se dejó caer sobre la cama de Lance, aún con la foto en las manos, mientras sus lágrimas caían sobre la imagen. Había ganado, pero el precio de esa victoria lo perseguía, haciendo que sus emociones se volvieran incontrolables. ¿Cómo es que, después de todo, seguía sintiéndose como si hubiera perdido?
Oliver, con las emociones aún revueltas, toma la fotografía de Lance sosteniendo uno de sus premios, uno de esos momentos donde su hermano era aclamado por todos. Observa la imagen con frialdad, sus ojos recorriendo cada detalle del rostro sonriente de Lance. Siente una mezcla de rabia y desafío, pero también una extraña sensación de vacío, como si aún no pudiera escapar del peso de su presencia, incluso en su ausencia.
Decidido a marcar un nuevo capítulo en su vida, Oliver toma su teléfono y envía un mensaje a una imprenta, solicitando que amplíen la fotografía que tiene en sus manos.
—Quiero esta imagen impresa a gran escala —escribió con firmeza, asegurándose de que se note su intención.
Mientras espera la respuesta, se queda mirando la pantalla del teléfono, la imagen de Lance aún en su mente. Para él, esto no era solo una simple ampliación de una foto; era una forma de enfrentarse a la sombra de su hermano una vez más, quizás con la intención de destruir ese recuerdo por completo o encontrar la manera de superarlo.
Después de enviar el mensaje, Oliver se queda en silencio, en medio de la habitación oscura, pensando en lo que haría con esa imagen cuando finalmente la tenga frente a él en toda su magnitud.
Oliver baja a la habitación subterránea de la gran casa, un espacio que había permanecido en gran parte en desuso. La habitación, llena de polvo y telarañas, es iluminada solo por el débil resplandor de un pequeño foco que prende al entrar. Mientras el foco emite una luz tenue, Oliver comienza a limpiar el lugar con determinación, apartando el polvo y los restos de suciedad que se habían acumulado durante el tiempo.
Con el lugar despejado, empieza a colocar clavos en las paredes. Su trabajo es metódico y calculado; cada clavo es colocado con precisión. Luego, toma una a una las fotografías de Lance que había recogido, todas ellas capturando diversos momentos de la vida de su hermano: premios, eventos, y momentos familiares. Con cuidado, comienza a colgar cada fotografía en las paredes, creando una galería de recuerdos que abarca desde los primeros años hasta los logros más recientes.
Mientras cuelga las imágenes, Oliver se toma su tiempo para ajustar cada una, asegurándose de que estén en su lugar. La habitación se transforma lentamente en un monumento a Lance, un lugar donde cada logro y momento especial de su hermano se exhibe claramente.
A medida que avanza, Oliver mira la galería que ha creado. Su expresión es una mezcla de triunfo y resentimiento. Esta habitación, llena de la gloria de Lance, es ahora su escenario para enfrentar el pasado. Él busca con ello reafirmar su nuevo rol y finalmente dejar atrás cualquier sombra que Lance haya proyectado sobre él.