Un camino

Oliver se encontraba frente al espejo, ajustando su traje y dándole los últimos toques a su apariencia antes de la rueda de prensa. La emoción burbujeaba en su interior, una mezcla de nervios y anticipación. Sin embargo, antes de que pudiera salir, Rose apareció en la puerta, su expresión preocupada.

—Oliver, espera un momento —dijo, cruzando los brazos.

Él se giró, su rostro iluminado por una sonrisa forzada, pero el brillo en sus ojos no pasaba desapercibido.

—¿Qué pasa, Rose? —preguntó, tratando de sonar despreocupado mientras se acercaba a ella.

—Quiero hablar contigo sobre todo esto. Sobre lo que está pasando con Gemma, sobre cómo te estás manejando. —La voz de Rose reflejaba una sinceridad que Oliver no podía ignorar.

—Todo esto es por el bien de la niña —respondió él rápidamente, como si esa afirmación fuera suficiente para silenciar cualquier duda. Oliver se acercó a ella y, con un gesto juguetón, le revolvió el cabello.

—No te preocupes tanto. Estoy haciendo lo correcto —añadió, intentando mostrar confianza.

Pero Rose no se dejó engañar por su actitud despreocupada.

—No se trata solo de Gemma. Te has vuelto tan diferente desde que... —su voz se quebró ligeramente—. Desde que Lance se fue.

Oliver frunció el ceño, la mención de su hermano golpeándole como una ola de frío.

—No necesito que me digas cómo sentirme, Rose. —Su tono se volvió defensivo—. Estoy haciendo lo que tengo que hacer.

Rose lo miró a los ojos, buscando la conexión que solían compartir.

—Solo quiero asegurarme de que no te estás perdiendo a ti mismo en el proceso. Eres más que solo un promotor para Gemma, Oliver.

Él sintió una punzada de frustración, pero también una pequeña chispa de duda.

—Solo tengo que mantenerme enfocado —dijo, tomando un respiro profundo—. Por Gemma.

La mirada de Rose se suavizó, y Oliver pudo ver que su preocupación era genuina.

—Está bien, pero recuerda que también te necesitamos a ti, no solo a la persona que te has convertido.

Con un ligero asentimiento, Oliver finalmente dejó atrás sus pensamientos y se dirigió hacia la puerta.

—Voy a la rueda de prensa. Prometo que volveré a ser yo mismo.

A medida que salía, sintió que las palabras de Rose resonaban en su mente. Sabía que el camino que había elegido era arriesgado, pero en su corazón, la ambición de brillar por sí mismo y asegurar un futuro para Gemma lo empujaba hacia adelante. Sin embargo, la pregunta persistente sobre su propia identidad y el costo de su éxito lo perseguiría, incluso mientras avanzaba hacia la atención que tanto había anhelado.

Rose cerró la puerta de la habitación de Oliver detrás de ella, el corazón latiéndole con fuerza. A pesar de la fachada despreocupada que él mostraba, había algo inquietante en su comportamiento reciente. Se acercó al escritorio, donde los papeles estaban desordenados, llenos de anotaciones y fechas. Sin embargo, no había nada que revelara sus verdaderos pensamientos.

Con curiosidad, comenzó a abrir los cajones. En uno encontró más notas, guiones, y algunas ideas sobre proyectos. Todo parecía normal, pero una sensación de desasosiego la envolvía. Era como si estuviera buscando algo que sabía que no debería existir, algo que pudiera explicar el cambio en su amigo.

Entonces, algo brilló en el fondo del último cajón: la llave del sótano. Su curiosidad creció, pero antes de que pudiera recogerla, un ruido sordo procedente de otra parte de la casa la hizo detenerse. Con un sobresalto, se apresuró a cerrar el cajón, volviendo a colocar todo en su lugar, asegurándose de que no había dejado ninguna pista de su presencia.

Escuchó el murmullo distante de Oliver hablando, quizás en una llamada, y su instinto le dijo que debía irse antes de ser descubierta. Aún así, la llave del sótano permanecía grabada en su mente. ¿Qué secretos ocultaba Oliver allí abajo?

Con el corazón aún acelerado, salió de la habitación y se dirigió a su propia habitación, reflexionando sobre la situación. Algo no estaba bien, y estaba decidida a descubrir la verdad. Sin embargo, sabía que debía tener cuidado; no quería causar más daño del que ya había. La última cosa que quería era que Oliver se sintiera atacado o presionado.

Mientras se sentaba en su cama, Rose comenzó a trazar un plan. Tendría que hablar con Gemma y, si fuera necesario, confrontar a Oliver de manera que no lo hiciera sentir como un enemigo. Sabía que el camino a la verdad podría ser complicado, pero estaba dispuesta a enfrentarlo, no solo por su amigo, sino también por la niña que ahora dependía tanto de ellos.

Oliver, al salir para la rueda de prensa, se encontró inesperadamente con el hombre del circo. El rostro del promotor mostraba una mezcla de sorpresa y enojo al ver a Oliver. Se acercó con una actitud confrontativa, claramente molesto por el trato que se había roto.

—Pensé que habíamos llegado a un acuerdo —dijo el hombre, con el ceño fruncido—. Ahora me estás fallando, y no voy a dejarlo pasar.

Oliver, sin dejarse perturbar por el desafío, mantuvo su mirada fría y calculadora. Sabía que no necesitaba más complicaciones en su camino hacia el estrellato. Se acercó al hombre con calma y, sin previo aviso, lo tomó de la cabeza con firmeza.

El poder de Oliver comenzó a fluir desde sus manos, y el hombre del circo sintió una oleada de energía que le hizo tambalear. Con un gesto de determinación, Oliver usó su habilidad para borrar la memoria del hombre, asegurándose de que no recordara nada que pudiera comprometer su nuevo camino.

El hombre cayó al suelo, confundido y desorientado, mientras Oliver lo observaba con desdén. Para él, el promotor del circo era nada más que un obstáculo menor en su camino hacia la cima. No necesitaba a nadie que pudiera entorpecer sus planes, y mucho menos a un "cirquero raro de quinta" como él.

Con un suspiro de satisfacción, Oliver se volvió y continuó su camino hacia la rueda de prensa. No había tiempo para detenerse o dudar; su camino hacia la corona era lo único que importaba, y estaba dispuesto a despejar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino.