Escape del Reflector

Corto circuito

Gemma estaba en su habitación, sentada en el suelo, rodeada de juguetes y recuerdos de su infancia. A medida que el tiempo pasaba, comenzaba a sentirse cada vez más distorsionada, como si los colores a su alrededor se desvanecieran y los sonidos se volvieran un eco lejano. Su mente estaba envuelta en una neblina confusa que la hacía dudar de la realidad.

Rose entró en la habitación, notando de inmediato que algo no estaba bien. Observó a Gemma, cuyos ojos parecían vacíos, sin la chispa de la niña que solía conocer. Se acercó con cautela, preocupada.

—Gemma, ¿estás bien? —preguntó Rose, tratando de captar cualquier señal de reconocimiento en el rostro de la niña.

Gemma no respondió. Sus ojos se movían lentamente, como si estuviera luchando por enfocar su atención en Rose. La preocupación en el rostro de Rose se profundizó, y su voz se volvió más urgente.

—Gemma, ¿puedes oírme? —insistió Rose, tocando suavemente el hombro de la niña.

Al no obtener respuesta, Rose se inclinó más cerca y decidió usar el apodo que solía emplear cuando la niña estaba más feliz.

—¡Fer! —exclamó Rose con un tono esperanzado, su voz llena de ternura.

De inmediato, los ojos de Gemma se iluminaron, y una pequeña chispa de reconocimiento apareció en su mirada. La distorsión en su rostro comenzó a desvanecerse lentamente mientras escuchaba el apodo familiar.

—Sí... —respondió Gemma, su voz apenas un susurro—. Estoy aquí.

Rose se sintió aliviada al escuchar la respuesta, aunque la preocupación no desapareció por completo. Se arrodilló junto a Gemma y la abrazó con fuerza, tratando de ofrecerle consuelo.

—Fer, ¿qué te pasa? ¿Por qué te sientes así?

Gemma, abrazando a Rose, comenzó a sollozar.

—No sé... siento que todo está cambiando... que estoy perdiendo algo... no sé qué es.

Rose la consoló, sintiendo que el peso de la situación caía sobre ella. Sabía que algo grande estaba ocurriendo, algo que podría estar relacionado con los cambios recientes en su vida y la creciente presión sobre Gemma.

—Vamos a resolverlo juntas, Fer. No estás sola. Estoy aquí para ti.

Mientras Rose seguía abrazando a Gemma, un sentimiento de inquietud crecía en su interior. Tenía que descubrir qué estaba causando esta distorsión en la niña y cómo podía ayudarla a encontrar su camino de regreso a la realidad. Pero por ahora, todo lo que podía hacer era estar allí para ella, sosteniéndola con esperanza y amor.

Rose abrazó a Gemma con fuerza, mientras una preocupación creciente comenzaba a llenar su mente. La respuesta de la niña al apodo "Fer" en lugar de su nombre real, Gemma, le parecía alarmante. ¿Cómo era posible que la niña no recordara su verdadero nombre?

Mientras Gemma lloraba en sus brazos, Rose intentó calmarse y pensar con claridad. Se apartó un poco para mirar a la niña a los ojos.

—Fer, ¿recuerdas tu nombre? —preguntó Rose con voz suave, aunque su corazón estaba lleno de preocupación.

Gemma parpadeó, su expresión aún confusa. Parecía estar luchando por recuperar un sentido de identidad. Rose observó cómo los recuerdos y la realidad parecían mezclarse y desvanecerse para la niña.

—Mi nombre... —murmuró Gemma, pero la palabra parecía no querer salir de su boca con certeza.

Rose intentó recordar los últimos eventos que podrían haber llevado a esta confusión. La presión y el estrés a los que Gemma había estado sometida, las manipulaciones que Oliver había llevado a cabo, todo esto podría haber afectado la mente de la niña.

—No te preocupes, Fer. Estás bien, solo tómate tu tiempo. —Rose le dio una sonrisa alentadora—. Vamos a resolver esto. Tu nombre es Gemma, y yo estoy aquí para ayudarte a recordarlo.

Gemma asintió lentamente, aunque todavía parecía vacilante. La manera en que el apodo "Fer" la había hecho reaccionar era un indicio de que parte de su identidad estaba siendo manipulada o afectada de alguna manera.

Rose decidió que necesitaba averiguar más sobre lo que estaba pasando. No podía dejar que Gemma siguiera confundida, y tenía que encontrar la manera de ayudarla a recuperar su sentido de sí misma. Mientras tanto, el apodo "Fer" sería una herramienta para mantener un lazo emocional y ayudar a la niña a navegar por su confusión.

Con la esperanza de que Gemma se sintiera más segura y reconectara con su identidad, Rose decidió que buscaría ayuda para comprender mejor el estado mental de la niña y encontrar una solución para la distorsión que estaba afectando su bienestar.

Oliver había estado observando la escena desde la distancia, sintiendo una mezcla de frustración y posesividad. No podía permitir que Rose interfiriera en su relación con Gemma. Se acercó con determinación, decidido a llevarse a la niña y restablecer el control que había perdido.

—¡Fer! —llamó, tratando de captar la atención de la niña—. Vamos, tenemos cosas que hacer.

Rose se interpuso entre Oliver y Gemma, levantando la mano para detenerlo.

—Espera, Oliver —dijo, su voz firme—. Gemma necesita un descanso. Ha estado trabajando demasiado y se siente mal. No puedes simplemente llevártela así.

Oliver frunció el ceño, sus ojos brillando con una mezcla de enojo y desafío. Sin embargo, Rose se mantuvo firme en su posición, tratando de proteger a Gemma.

—Solo necesito un día —dijo Rose, mirándolo a los ojos—. Solo un día para que pueda descansar y recuperar su energía. Te prometo que mañana volveremos a la rutina.

Oliver respiró hondo, su expresión cambiando de enojo a resignación. Sabía que Rose tenía razón, al menos en parte. Gemma estaba agotada, y si quería mantener a la niña bajo su control, necesitaba que estuviera en buenas condiciones.

—Está bien —respondió Oliver, su voz tensa—. Un día de descanso. Pero quiero que esté lista para trabajar mañana. No podemos darnos el lujo de perder tiempo.

Rose asintió, sintiéndose un poco aliviada. Se acercó a Oliver, dándole un beso en la mejilla para suavizar la tensión entre ellos.




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