Escape del Reflector

Reflejo

Oliver estaba en la cúspide de su éxito. Las ganancias crecían a diario, los tratos se multiplicaban y su nombre ahora resonaba con más fuerza que nunca, eclipsando incluso a la niña que hacía los trabajos pesados, Gemma. Había logrado lo que siempre deseó: fama, poder y reconocimiento, todo sin depender de nadie más. Cada nuevo proyecto, cada elogio recibido, inflaba su ego aún más.

Su arrogancia se reflejaba en cada gesto, en cada palabra. Caminaba por los estudios como si fuera el dueño del lugar, recibiendo miradas admiradoras de quienes lo rodeaban. Incluso en las entrevistas, su tono había cambiado.

—"Sí, todo esto es gracias a mi trabajo y visión," decía, casi olvidando mencionar a la niña que ejecutaba sus planes. Gemma ya no era el centro de atención para él; ahora, Oliver Russeus era la estrella.

Cada vez que alguien le recordaba que fue la niña quien atrajo toda la atención inicialmente, él sonreía con desdén.

—"Ella es solo parte del show, el verdadero maestro soy yo," pensaba con satisfacción.

Los proyectos seguían acumulándose, y Oliver se sumergía más en su éxito, ignorando las señales de desgaste en Gemma y las preocupaciones de Rose. Para él, el éxito lo era todo, y mientras mantuviera su posición, nada más importaba.

La niña estaba más agotada que nunca. Había pasado casi todo el mes sin descanso, encadenada a una rutina implacable de festivales, programas de televisión y ruedas de prensa. Cada día era una nueva presentación, una nueva expectativa, y siempre bajo la atenta mirada de Oliver. Las cámaras la rodeaban, los flashes eran constantes, y en cada evento, la "admirable criatura" se mostraba perfecta ante los ojos del público.

Gemma, ahora más confundida que nunca, solo podía seguir las órdenes de Oliver, quien la exhibía como si fuera su mayor creación. Ya no podía recordar cuándo fue la última vez que se sintió libre, cuándo fue la última vez que no estaba bajo la constante presión de ser admirada y usada como una herramienta para el éxito de Oliver.

Sus alas, que antes la llenaban de orgullo, ahora se sentían como una carga, un recordatorio de que era vista como algo más que humano, como un espectáculo. Cada vez que desplegaba sus alas y realizaba sus trucos mágicos, la multitud aplaudía, pero dentro de ella, algo se rompía un poco más.

Oliver la miraba desde la distancia, orgulloso de su creación. Mientras tanto, Rose observaba con preocupación desde las sombras. Sabía que Gemma estaba al límite, pero ¿qué podía hacer? Oliver estaba más poderoso que nunca, y cualquier intento de desafiarlo parecía inútil.

Gemma, exhausta, comenzó a desconectarse del mundo que la rodeaba. Mientras la multitud aplaudía, su mente se perdía en un vacío oscuro, sintiendo cada vez más que era solo una prisionera en la jaula dorada que Oliver había construido para ella.

En la alfombra roja, Oliver caminaba con una confianza desbordante, vistiendo su elegante traje oscuro y reluciente, cada paso era seguro, cada mirada hacia las cámaras estaba cargada de arrogancia. A su lado, la niña avanzaba de manera mucho más tímida y retraída, vestida solo con una bata blanca que dejaba espacio para sus alas. A cada paso que daba Oliver, ella parecía seguirlo como si una cadena invisible la atara, obligándola a caminar detrás de él.

Las cámaras no se perdían ni un detalle. Los flashes iluminaban sus caras, pero mientras Oliver sonreía con orgullo, la niña mantenía la cabeza baja, su mirada perdida y apagada. Sus alas, que alguna vez fueron símbolo de su poder, ahora parecían pesadas, como un peso constante sobre su espalda, una carga que la hacía caminar más lentamente.

Cada paso que daba era un recordatorio de que ya no era libre. El éxito de Oliver la había encadenado a una vida que no quería. Sus ojos apenas podían enfocarse en la multitud que la rodeaba, como si el mundo se desvaneciera poco a poco a su alrededor. Pero Oliver no se daba cuenta, o simplemente no le importaba. Solo importaba la imagen que proyectaba, el poder que sentía al caminar por esa alfombra roja con su “criatura” perfecta a su lado.

El murmullo de la multitud era ensordecedor, pero para la niña todo sonaba distante, casi irreal. Solo sentía la presión de avanzar, como si estuviera siendo arrastrada por una fuerza más grande que ella, esa cadena invisible que Oliver sostenía sin darse cuenta del daño que causaba.

Cuando finalmente llegaron frente a las cámaras principales, Oliver se detuvo para posar, extendiendo su brazo hacia Gemma como si fuera una pieza más de su éxito. La niña alzó la vista, y por un instante, sus ojos dorados reflejaron un destello de tristeza profunda, pero nadie lo notó. La alfombra roja no era lugar para mostrar debilidad, no bajo la sombra de Oliver.

En medio de la multitud y los flashes, la niña, con su aguda visión, detectó algo entre el bullicio. A lo lejos, pudo ver a un niño llorando, su pequeño rostro lleno de angustia, aunque estaba muy lejos, lo escuchaba con claridad debido a su sensibilidad. El sonido del llanto resonó en su mente, atravesando el ruido de la alfombra roja como si fuese lo único real a su alrededor. Algo en ella despertó.

Sin pensarlo dos veces, sus alas se alzaron, extendiéndose con fuerza. Los murmullos de la multitud se convirtieron en gritos de sorpresa cuando, sin previo aviso, la niña despegó del suelo y voló en dirección al niño. La gente se apartó a su paso, algunos horrorizados, otros fascinados, mientras la pequeña criatura, antes atrapada bajo el control de Oliver, rompía sus cadenas invisibles para ayudar a alguien que la necesitaba.

Oliver, atónito y furioso, intentó gritar su nombre, exigiendo que regresara de inmediato. Pero la niña no escuchó. En ese momento, no era la "criatura" que él había moldeado, sino una niña con alas, desesperada por hacer lo que sentía correcto.

Los gritos de Oliver quedaron ahogados por el alboroto de la gente que señalaba a la niña volando. Su furia era palpable, los dientes apretados y las manos temblorosas. No podía creer lo que estaba viendo. Había trabajado tan duro para controlar cada aspecto de su vida, para presentarla como su logro más grande, y ahora, frente a todos, ella lo estaba desafiando.




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