Gemma, con Iván de la mano, miraba desesperada a su alrededor mientras caminaban por el parque. El niño, que apenas comprendía lo que estaba pasando, seguía sus pasos con curiosidad, aunque notaba el nerviosismo en su nueva protectora. Los árboles les ofrecían un poco de sombra, pero no el refugio que necesitaban. La niña sabía que Oliver no tardaría en buscarlos.
Cada persona que pasaba parecía mirarla con curiosidad. Gemma sentía las miradas inquisitivas, susurros y comentarios. Era imposible ocultarse del todo; todos la conocían después de haber sido exhibida tantas veces. No era solo su rostro, eran sus alas, su extraña y cautivadora apariencia. Se había convertido en un espectáculo ambulante, y ahora, esos mismos ojos que la habían admirado la seguían, haciendo que su corazón palpitara con más fuerza.
Intentó cubrir sus alas con su bata, pero sabía que era inútil. Sus movimientos eran apresurados, y mientras intentaba encontrar un lugar seguro, comenzó a sentir la presión creciente en su pecho. Sabía que, en cualquier momento, alguien podría detenerlos, y Oliver podría estar cerca.
—No llores —le dijo suavemente a Iván, que la miraba con sus ojos verdes llenos de miedo y confusión—. Todo va a estar bien.
Gemma sabía que no podía rendirse. Miró alrededor, buscando un lugar donde pudieran esconderse aunque fuera por unas horas. Al final, vio una pequeña caseta de juegos abandonada, algo desgastada, pero lo suficientemente apartada del bullicio del parque.
—Vamos, Iván —dijo, tomando al niño en brazos—. Nos esconderemos ahí por un rato.
Corrieron hacia la caseta, sus corazones latiendo al unísono por la adrenalina. Al llegar, Gemma abrió la puerta de madera con dificultad, se metieron dentro y cerraron tras ellos. Dentro, todo estaba oscuro, pero al menos estaban fuera de la vista.
Gemma se sentó en el suelo con Iván en su regazo. El niño la miraba con preocupación, pero se acurrucó a su lado, confiando en ella. Gemma, agotada, apoyó su cabeza en la pared y trató de calmar su respiración. Sabía que este era solo un refugio temporal, pero necesitaba tiempo para pensar en su próximo movimiento.
Mientras las sombras cubrían la pequeña caseta, el sonido de las voces afuera parecía aumentar, como si el mundo supiera que estaban ocultándose. Pero Gemma, por primera vez en mucho tiempo, no se sentía completamente sola. Estaba decidida a proteger a Iván y, si fuera posible, también a sí misma.
—Debo ser fuerte... —se dijo en voz baja, cerrando los ojos por un momento—. No más jaulas.
Oliver estaba completamente desquiciado. Sus manos temblaban mientras sostenía el teléfono, respondiendo una llamada tras otra, cada vez más frustrado por la falta de resultados. Había enviado mensajes a todos sus contactos y alertado a los medios, pero nadie parecía tener una respuesta concreta sobre el paradero de Gemma y el niño. Caminaba por las calles con una mezcla de furia y desesperación en el rostro, preguntando a cada persona que se cruzaba en su camino.
—¿Has visto a la niña? —preguntaba, mostrándoles una foto de Gemma, su tono más amenazante con cada negativa.
La gente comenzaba a murmurar sobre su actitud, pero Oliver estaba más allá de preocuparse por las apariencias. Lo único que importaba era recuperar a la niña. Ella no podía escaparse, no después de todo lo que había hecho para controlarla y explotar sus habilidades. Sentía que el poder que tenía sobre ella, su éxito y su estatus, se le escapaba de las manos.
Caminaba de un lado a otro, con sus pensamientos acelerados, mientras recibía informes constantes. Sabía que la niña no podía esconderse para siempre. Era reconocible, con esas alas, con su apariencia única... ¡Alguien tenía que haberla visto!
Cada vez que recibía una pista, Oliver corría hacia el lugar indicado solo para encontrar nada. Su frustración crecía con cada minuto que pasaba sin tenerla bajo su control.
—¡No pueden haber ido lejos! —gritó, arrojando su teléfono contra el suelo cuando una llamada más no le daba respuestas útiles.
Caminaba por el parque donde se había reportado que la vieron por última vez, preguntando a cualquiera que se cruzara, su voz cortante y sus ojos llenos de una mezcla de odio y pánico. Aunque intentaba mantener la compostura ante los flashes de las cámaras que empezaban a rodearlo, sabía que su imagen pública podía venirse abajo si no recuperaba el control.
—La encontraré... —se repetía, apretando los dientes. Oliver no estaba dispuesto a perder su "corona" ni el poder que había construido alrededor de la niña.
Su búsqueda se volvía más caótica, preguntando a gritos a cualquiera que pudiera haberla visto, su voz resonando en el aire mientras la desesperación comenzaba a dominar su mente.
Oliver sintió como si el tiempo se detuviera cuando su teléfono vibró con una nueva llamada. Sin dudar, contestó rápidamente, su voz cargada de ansiedad y urgencia.
—¿Dónde está? —preguntó, su corazón latiendo con fuerza.
La voz del informante al otro lado era temblorosa, pero clara.
—La niña fue vista en el parque, cerca de la fuente, con un niño pequeño. Están en un área donde hay menos gente, pero es mejor que te apresures.
Oliver sintió que una mezcla de alivio y furia lo invadía. ¡Finalmente una pista! Sin perder un segundo, se dirigió hacia la dirección indicada. Las calles pasaban rápidamente a su lado mientras se apresuraba, su mente imaginando cómo sería encontrarla de nuevo, cómo se sentiría al tenerla bajo su control otra vez.
Cuando llegó al parque, su mirada se movió rápidamente entre la multitud. No podía permitirse el lujo de ser visto débil; necesitaba recuperar a la niña, y rápido. Al acercarse a la fuente, su corazón latía con fuerza en su pecho.
En un rincón más alejado, vio a Gemma, con el niño pequeño a su lado, abrazando su almohada mientras le susurraba algo. El alivio fue inmediato, pero rápidamente se transformó en rabia al ver la alegría en sus ojos y cómo la niña parecía relajada y feliz, lejos de su influencia.