Escape del Reflector

Lazos rotos

Oliver, tras borrar la memoria de Gemma, había creado una realidad en la que solo existían su trabajo y él. La niña, ahora despojada de recuerdos que la unían a Lance e Iván, se movía como una sombra vacía, cumpliendo con cada exigencia de su nuevo “mentor”. Sin el peso de su pasado, su vida se había convertido en una rutina controlada y monótona, donde cada sonrisa era una fachada y cada rayo de felicidad, una ilusión.

Rose, que había sido testigo del cambio en Gemma, sentía un creciente sentido de angustia al observar la transformación de la niña en un mero instrumento de la ambición de Oliver. Su corazón se llenaba de tristeza al ver cómo Gemma había sido atrapada en un ciclo de trabajo interminable, sin ninguna oportunidad de escapar o incluso de recordar quién era realmente. Sin embargo, la valentía de Rose se había desvanecido; cada intento de confrontar a Oliver solo había resultado en una creciente tensión entre ellos.

Ahora, en un rincón del estudio, Rose contemplaba el caos que había tomado el lugar. Oliver, ciego por su éxito y el reconocimiento, estaba perdiendo el contacto con su humanidad. Rose sentía que estaba atrapada en una red que se tensaba cada vez más, incapaz de romperla, pero desesperada por encontrar una manera de ayudar a Gemma y a sí misma.

Una noche, mientras Oliver se preparaba para otra presentación, Rose decidió que había llegado el momento de actuar. Con la determinación surgiendo dentro de ella, se acercó al estudio donde Gemma trabajaba, intentando reunir el coraje necesario para enfrentarse a Oliver y recuperar a la niña que había sido. Sin embargo, sabía que el camino sería peligroso; enfrentarse a Oliver no solo era arriesgarse a perder su lugar en su vida, sino también a desafiar a un hombre que ya había demostrado ser capaz de lo inimaginable.

La tensión entre Rose y Oliver había alcanzado su punto de ebullición. En medio del estudio, donde las luces brillaban y las cámaras estaban preparadas para captar cada movimiento, Rose finalmente decidió enfrentar a Oliver.

—¡Ya basta, Oliver! —exclamó, su voz temblando de furia y dolor—. Esto no puede continuar. Gemma no es una herramienta para tu éxito. Es una niña, y la estás destruyendo.

Oliver la miró con desprecio, su rostro enrojecido por la rabia.

—¿Y qué sabes tú sobre lo que es mejor para ella? —gritó, dando un paso hacia adelante, su voz resonando en el espacio vacío—. Desde que llegaste, solo has traído problemas. Todo esto es tu culpa.

Las palabras de Oliver fueron como un golpe para Rose, pero no se dejó intimidar.

—¿Mi culpa? —replicó, la indignación brillando en sus ojos—. Tú eres el que ha manipulado su mente y su vida. La has convertido en tu marioneta, Oliver. ¿Qué te ha pasado? ¿Dónde está el hermano que conocía?

En ese instante, una chispa de duda cruzó el rostro de Oliver, pero fue rápidamente reemplazada por una furia aún más intensa.

—¡Cállate! —gritó, acercándose a ella, su voz baja y amenazante—. No tienes idea de lo que he hecho para que esto funcione. Sin mí, ella no sería nada.

Rose sintió cómo la herida se profundizaba, pero no iba a retroceder. Con una determinación renovada, levantó la voz.

—La niña está sufriendo, y tú lo sabes. No importa cuán exitoso seas, no podrás vivir con esto para siempre. Tienes que hacer lo correcto, Oliver.

—¿Lo correcto? —se rió él, una risa amarga—. ¿Y qué es "lo correcto" en este mundo? ¿Dejar que se escape? ¿Dejar que la gente la ignore? No. No lo haré.

La discusión llegó a un punto muerto, el aire tenso entre ellos. Rose, con el corazón latiendo con fuerza, decidió que era hora de ser clara.

—Si sigues así, te perderás a ti mismo. No puedo quedarme aquí y mirar cómo te conviertes en alguien que no reconocería ni siquiera Lance.

La última frase resonó en el aire, y Oliver, por un momento, pareció tambalearse. Pero en lugar de detenerse, su expresión se endureció.

—No hables de él. —dijo, su voz fría como el hielo—. No tienes idea de lo que eso significa para mí.

—Lo sé, Oliver. Lo sé. Y es precisamente por eso que debes detenerte. Por Lance. Por Gemma.

Rose dio un paso atrás, consciente de que el peligro acechaba en la mirada de Oliver. Ella sabía que había cruzado una línea, pero también sabía que era la única forma de llegar a él.

En un giro violento, Oliver la empujó, su ira y desesperación explotando.

—¡No me vuelvas a decir lo que debo hacer! —gritó, la furia ardiente en su voz.

Rose, sintiendo cómo el dolor se transformaba en determinación, levantó la cabeza.

—No puedo quedarme aquí y ser cómplice de tus errores.

Oliver, aturdido por su propia ira, observó cómo ella se alejaba, sintiendo que la rabia lo consumía. Pero en el fondo, una parte de él empezaba a cuestionar si lo que estaba haciendo realmente era lo correcto. Mientras Rose salía del estudio, un silencio abrumador llenó el aire, dejando a Oliver con un eco de dudas que no podía ignorar.

Con la ira hirviendo en su interior, Oliver salió del estudio, cada paso resonando como un trueno en su mente. La discusión con Rose lo había dejado aún más agitado, y no podía permitir que esa frustración se desbordara sin un objetivo.

Al llegar a la habitación de la niña, la encontró sentada en la cama, su mirada perdida, temblando ligeramente bajo la tenue luz. Las alas de la niña caían pesadamente a los lados, y Oliver notó la fragilidad en su expresión, un recordatorio de que ella era más que una herramienta para sus ambiciones.

Sin embargo, en ese momento, el dolor y la frustración lo cegaron. En lugar de ver a una niña asustada, solo vio una sombra de lo que quería que fuera, y eso lo enfureció aún más.

—¡Levántate! —gritó, empujando la puerta con fuerza. La niña se encogió, asustada, y se levantó lentamente.

—Oliver, por favor... —comenzó a decir, pero él no la dejó continuar.

—¡Cállate! —la interrumpió, acercándose a ella con paso firme. Sus ojos ardían con una mezcla de furia y desesperación—. Eres un desastre. Solo puedo hacerte brillar si me obedeces.




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