A la mañana siguiente, Gemma se despertó sobresaltada al sentir el peso de algo sobre su pecho. Abrió los ojos rápidamente y, para su sorpresa, vio a otro niño de cabello oscuro y ojos brillantes mirándola con una sonrisa traviesa. Su corazón dio un vuelco mientras retrocedía instintivamente, pero antes de que pudiera decir algo, Ryuho se levantó de golpe, alarmado por el alboroto.
El pequeño espíritu serpiente, todavía medio adormilado, frunció el ceño al ver al niño encima de Gemma. Con una mezcla de molestia y fastidio, Ryuho señaló al recién llegado.
—¡Diaval! —exclamó Ryuho, cruzando los brazos con una expresión de desaprobación—. ¡¿Qué haces aquí?!
Gemma miró a ambos niños, aún confundida. Diaval, el recién llegado, se levantó con una risa juguetona, sus ojos reflejando un brillo travieso. Sacudió el polvo de su ropa y lanzó una mirada burlona a Ryuho.
—Oh, tranquilo, serpiente. Solo vine a ver qué estabas haciendo. No todos los días encuentro a un cuervo en medio del bosque cuidando de una serpiente y... —miró a Gemma de arriba abajo—... una chica interesante.
Gemma, aún un poco asustada, se puso de pie y se colocó protectora entre Diaval y Ryuho. Notó que Diaval tenía algo diferente en él, algo que lo hacía destacar. Su cabello negro como las alas de un cuervo caía desordenado sobre sus ojos, y su actitud era claramente la de alguien acostumbrado a salirse con la suya. Aunque había algo juguetón en él, también parecía astuto.
—¿Quién eres? —preguntó Gemma con cautela.
—Soy Diaval, un cuervo —respondió con orgullo y una reverencia exagerada—. Y tú debes de ser Gemma, ¿cierto? He oído hablar de ti.
Ryuho bufó, aún molesto. —Siempre apareces cuando menos te necesitamos. ¿Qué quieres, Diaval?
Diaval sonrió ampliamente y saltó hacia atrás con una agilidad sorprendente para alguien tan joven.
—Nada malo, solo me aburría. Escuché que hay humanos rondando este bosque. Tal vez deberían tener cuidado, ¿no creen? —dijo en tono burlón, antes de subir ágilmente a una rama cercana, balanceándose despreocupadamente.
Gemma se tensó al escuchar sobre los humanos. Sabía que Oliver aún podría estar buscándola, y la idea de ser atrapada nuevamente la aterrorizaba. Pero antes de que pudiera responder, Diaval continuó.
—De todas formas, no se preocupen demasiado. —Hizo un gesto con la mano, restándole importancia—. Si necesitan ayuda, ya saben dónde encontrarme.
Ryuho lo miró con escepticismo, pero Gemma sintió que, a pesar de su actitud despreocupada, Diaval podía ser más útil de lo que parecía.
—Si decides quedarte cerca —dijo Gemma, mirándolo con seriedad—, al menos no seas una molestia. Estamos tratando de mantenernos a salvo.
Diaval rió suavemente y asintió, saltando de la rama y aterrizando con elegancia.
—No soy tan malo, ya lo verás —respondió con un guiño—. Después de todo, a veces un cuervo puede ser más útil de lo que piensas.
Gemma no estaba del todo convencida, pero no podía negar que, en medio de su incertidumbre y miedo, cualquier aliado, incluso uno tan impredecible como Diaval, podría ser de ayuda.
Ryuho frunció aún más el ceño y, con evidente disgusto, miró a Diaval de reojo.
—Siempre tan molesto, cerebro de pollo —murmuró con desprecio, cruzando los brazos con fuerza.
Diaval, en lugar de ofenderse, estalló en carcajadas, claramente disfrutando de la reacción de Ryuho. Se encorvó teatralmente, inclinándose hacia Ryuho como si fuera a decirle un secreto.
—Oh, serpiente, tu ingenio es tan afilado como siempre —dijo Diaval, aún riendo mientras se ponía de pie con una sonrisa burlona—. Pero lo siento, amigo, mi cabeza es mucho más que solo plumas. Tal vez tú podrías aprender algo.
Gemma observó la interacción con una mezcla de confusión y entretenimiento. A pesar de la evidente molestia de Ryuho, parecía que ya habían tenido este tipo de enfrentamientos antes. Era como si tuvieran una extraña relación de amistad basada en la rivalidad.
—Deberías ignorarlo, Gemma —dijo Ryuho finalmente, suspirando pesadamente—. Los cuervos solo saben hacer ruido y causar problemas.
Diaval fingió una expresión herida, llevándose una mano al corazón. —¡Qué cruel eres, Ryuho! —exclamó, antes de agregar con un guiño hacia Gemma—. Pero, en fin, los problemas son mi especialidad.
A pesar de las palabras de Ryuho, Gemma no pudo evitar sonreír levemente ante las payasadas de Diaval. Tal vez su presencia aliviaría un poco la tensión que llevaba días acumulándose en su corazón. Aunque, claro, no iba a dejar que bajara su guardia tan fácilmente.
Ryuho miró al horizonte, su expresión llena de determinación.
—Deberíamos ir al lago —sugirió, con la voz firme—. Ahí vive Hiroshi, el espíritu lagarto. Podría ayudarnos.
Diaval se rió con desdén, moviendo su cabeza de lado a lado.
—¿Hiroshi? Estás loco si crees que ese lagarto es de ayuda. Siempre está dormido o haciendo cosas raras. ¿Para qué ir hasta allí?
Ryuho frunció el ceño, claramente molesto por la falta de respeto hacia su amigo.
—No hables así de él. Hiroshi puede ser un poco extraño, pero siempre tiene buenas ideas. Además, es el único que podría entender lo que estamos pasando.
Gemma, interesada en la discusión, decidió intervenir.
—¿Qué tipo de cosas raras hace Hiroshi? —preguntó, curiosa.
Diaval se encogió de hombros, sin dejar de sonreír.
—A veces habla de cosas que no tienen sentido. Una vez, intentó hacer un hechizo para volar y terminó cayendo de un árbol. Un verdadero espectáculo —dijo, riendo entre dientes.
Ryuho lo miró con desdén, claramente molesto por la duda de Diaval.
—Lo que pasa es que no conoces a Hiroshi como yo. Es un espíritu muy capaz y, aunque es un poco excéntrico, sabe mucho sobre el bosque. Nos sería útil.
Gemma, que había escuchado la conversación, se acercó y asintió con la cabeza.
—Si Ryuho cree que Hiroshi puede ayudarnos, entonces vale la pena intentarlo. No tenemos mucho que perder.