Escape del Reflector

Desesperación

Al amanecer, Gemma despertó lentamente, aún envuelta en la calma del bosque. A su alrededor, los tres niños seguían dormidos, con las expresiones relajadas de quienes habían encontrado un refugio seguro. Ryuho, con su aire serio y protector, estaba recostado a su lado, mientras Diaval y Hiroshi parecían estar en mundos completamente distintos, uno con su mueca burlona y el otro en una postura de pereza total.

Cuando el sol comenzó a filtrarse entre los árboles, los niños despertaron poco a poco, cada uno con su propia energía. Ryuho fue el primero en ponerse de pie, estirándose y preparándose para el día. Diaval se revolvía entre las hojas, sin perder la oportunidad de hacer una broma.

—¿Dormiste bien, "cerebro de pollo"? —le dijo Ryuho con una sonrisa disimulada.

—Ja, ja, muy gracioso, víbora —respondió Diaval, sacudiéndose las plumas en su forma de cuervo antes de volver a su forma de niño—. Apuesto que soñaste con aplastar ratones.

Hiroshi, por otro lado, bostezó, aún medio dormido, y se quedó tumbado sobre el suelo, abrazando una roca plana como si fuera su almohada personal.

—¿Ya tenemos que levantarnos? —preguntó Hiroshi, arrastrando las palabras con una voz somnolienta—. Estaba teniendo un buen sueño... sobre... no hacer nada.

Gemma observó a los tres niños con una sonrisa en su rostro. A pesar de sus diferencias, parecían encajar de una manera curiosa, casi como si se complementaran entre sí. La pereza relajada de Hiroshi contrastaba con la seriedad de Ryuho y la actitud burlona de Diaval. Juntos, formaban una extraña pero efectiva dinámica.

—Vamos, niños, tenemos que continuar nuestro camino —dijo Gemma, poniéndose en pie y sacudiéndose las hojas de las alas—. Hay mucho bosque por explorar.

—¿A dónde vamos? —preguntó Diaval, mientras daba saltitos alrededor de Gemma en su forma de cuervo.

—No lo sé —respondió ella, mirando hacia el horizonte—. Pero mientras estemos juntos, estoy segura de que encontraremos algo interesante.

Ryuho asintió con seriedad, mientras Hiroshi se levantaba perezosamente, con su andar lento pero sin quejarse. Empezaron a caminar, adentrándose en las profundidades del bosque.

A lo largo del camino, Diaval y Ryuho discutían constantemente, lanzándose pullas y apodos, pero sin malicia real. Hiroshi, como siempre, caminaba a su propio ritmo, disfrutando del paseo sin preocuparse demasiado.

—Deberíamos buscar algún lugar donde conseguir algo de comer —sugirió Ryuho, siempre pragmático.

—Yo digo que mejor encontramos un lugar para descansar —dijo Hiroshi, bostezando nuevamente—. El paseo está muy bien, pero no hay prisa, ¿verdad?

Diaval soltó una carcajada.

—¡Víbora y perezoso! ¡Qué gran combinación! Yo, por mi parte, estoy listo para cualquier cosa. ¡Tal vez podamos encontrar un río lleno de peces para pescar!

Gemma sonrió mientras los escuchaba, disfrutando del momento. Aunque habían sido momentos duros, allí, en ese bosque, lejos del control de Oliver, ella comenzaba a sentir que había encontrado algo que había estado buscando toda su vida: una familia que, aunque formada por seres diferentes, encajaba perfectamente.

El bosque, lleno de vida y secretos, les esperaba, y con cada paso que daban, sentían que se acercaban más a un destino desconocido, pero prometedor.

En otro lugar, lejos del refugio que Gemma había encontrado entre los árboles y los espíritus del bosque, Oliver se hallaba en el epicentro de su propia tormenta mental.

Su oficina, una vez impecable y ordenada, ahora era un caos. Papeles rasgados cubrían el suelo como testigos silenciosos de su creciente desesperación. Las cortinas estaban cerradas, y la luz artificial de las lámparas emitía un brillo enfermizo, acentuando la tensión que impregnaba el ambiente. Oliver caminaba de un lado a otro, sus pasos erráticos y pesados resonaban por la habitación, como un eco de la presión que sentía aplastando su mente.

No podía aceptar lo que había sucedido. La niña, su preciada "creación", se había escapado. Cada intento de localizarla había fallado. Ni siquiera sus contactos más poderosos podían encontrar rastro de ella en la ciudad o en las áreas circundantes. Cada pista se esfumaba, cada testimonio era vago, y cada día que pasaba sin controlarla lo volvía más inestable.

Su nombre resonaba en las calles, en los medios, pero ese reconocimiento, ese éxito que una vez había buscado con tanto fervor, ahora se sentía vacío. La fuente de todo su poder, de su posición, había desaparecido y, junto con ella, su sentido de control. Sin la niña, todo lo que había construido se tambaleaba como un castillo de cartas a punto de derrumbarse.

—No puede haberme hecho esto… —murmuraba una y otra vez, con los ojos desencajados, fijos en un punto invisible.

El ruido de su propia voz llenaba la habitación, mientras sus pensamientos lo acosaban sin tregua. Recordaba la última vez que la había visto, cómo ella lo había desafiado, cómo se había resistido. Se llevó las manos a la cabeza, los dedos tirando de su cabello con fuerza.

"¿Por qué no la vi venir? ¿Cómo fue capaz de escapar?", se repetía, enloquecido por la idea de que había perdido su dominio absoluto.

Los espejos en la habitación parecían burlarse de él, reflejando una versión distorsionada de sí mismo. Se acercó a uno de ellos, sus ojos vacíos, su rostro agotado y furioso. Golpeó el espejo, rompiendo el cristal en mil pedazos. Su reflejo ahora era un caos de fragmentos, tan roto como su mente.

—¡Todo esto es por ella! —gritó, mientras sus puños temblaban—. ¡Se lo di todo, la hice lo que es! ¡Y ahora me traiciona!

De repente, su furia se dirigió hacia Lance. Aunque había borrado sus recuerdos de él, ese nombre siempre volvía a acecharlo en los momentos más oscuros. El reflejo de Lance seguía presente, aunque Oliver lo había enterrado profundamente. Sabía que, de alguna forma, esa presencia aún existía a través de Gemma, y eso lo volvía loco. La conexión que ella tenía con Lance, su hermandad, sus recuerdos, todo debía desaparecer.




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