Escape del Reflector

Familia

Un año había pasado desde que Gemma desapareció en el bosque, y Oliver seguía en su búsqueda, más decidido que nunca. Cada día, se levantaba con la misma determinación, recorriendo las calles y los rincones de la ciudad, preguntando a cualquiera que pudiera tener una pista sobre la niña. Sin embargo, su búsqueda había evolucionado de una mera ambición profesional a una obsesión desgastante que lo consumía por dentro.

Rose, que había intentado apoyarlo al principio, ahora lo miraba con preocupación. Se encontraba en su estudio, revisando los proyectos que había acumulado, pero su mente estaba completamente en Oliver. Al verlo sumido en su angustia, sabía que su insistencia en encontrar a Gemma no solo lo estaba afectando a él, sino también a su carrera y a sus propias aspiraciones.

—Oliver, tienes que dejarlo ir. —dijo Rose, con un tono de voz firme pero amable, intentando hacer que él comprendiera la gravedad de la situación—. Ya ha pasado un año. Hay otros proyectos que te necesitan, y deberías concentrarte en ellos en lugar de seguir persiguiendo una sombra.

Oliver la miró, su expresión era intensa, marcada por un agotamiento profundo y una necesidad de encontrar a Gemma que lo mantenía en pie.

—No puedo. —respondió, su voz temblando ligeramente—. No es solo una búsqueda. Es... es ella. Debo encontrarla. No puedo seguir adelante hasta saber qué pasó.

Rose sintió una punzada de frustración. Sabía lo que significaba Gemma para él, pero la forma en que Oliver se aferraba a esta búsqueda era diferente. Había un rayo de locura en sus ojos, una desesperación que lo hacía parecer un hombre al borde del colapso.

—Oliver, esto no es saludable. La obsesión no te llevará a ningún lado. Te está destruyendo. —susurró, tratando de apelar a su razón.

Pero Oliver sacudió la cabeza, aferrándose a su idea con más fuerza.

—No puedo dejarla. No puedo. —dijo, su voz ahora firme y decidida—. Ella fue la única que vio quién soy realmente. No puedo rendirme. No puedo permitir que se pierda para siempre.

Rose sintió que su corazón se encogía al ver la tormenta que había en el interior de Oliver. Había amado a esa niña tanto como él, y perderla había dejado una herida en ambos, pero su obsesión estaba comenzando a tornarse peligrosa. Ella quería ayudarlo, pero no sabía cómo.

—Tú también importas, Oliver. —insistió—. Tu carrera, tus amigos, tus sueños... No dejes que esto te consuma.

Oliver, sin embargo, estaba demasiado sumido en su desesperación para escuchar. La búsqueda de Gemma había pasado de ser un objetivo a convertirse en su única razón de ser, y aunque sabía que había otras cosas que debería atender, no podía dejar de pensar en ella. La idea de que pudiera estar en peligro, o que hubiera encontrado un nuevo hogar sin él, lo atormentaba cada noche.

Con un suspiro, Rose decidió que lo mejor sería darle espacio, aunque eso le partía el corazón. A medida que él se alejaba, con su mirada fija en el horizonte y su mente llena de recuerdos de Gemma, ella sintió que se estaba alejando de él, atrapado en su propio laberinto de obsesión.

Oliver continuó su búsqueda, recorriendo las mismas calles, preguntando las mismas preguntas, cada vez más consumido por la idea de que Gemma no solo había desaparecido, sino que también había sido robada de él. Sabía que si no la encontraba pronto, el vacío que había dejado en su vida lo consumiría por completo. La obsesión lo había transformado en alguien que apenas reconocía, un hombre que había perdido su ambición y había ganado un oscuro deseo de recuperar lo que creía que era suyo.

Gemma había encontrado un refugio inesperado en un hogar improvisado en lo alto de un árbol centenario, cuyas ramas se extendían como brazos protectores hacia el cielo. Este rincón del bosque se había convertido en su santuario, una casa del árbol que no solo le ofrecía seguridad, sino también un sentido de pertenencia junto a los niños que había encontrado y a quienes ahora cuidaba con esmero.

El árbol en sí era enorme, con una estructura sólida que sostenía una plataforma de madera y una pequeña cabaña que Gemma había construido con la ayuda de los espíritus. Dentro de esta casa del árbol, cada uno de los niños había encontrado su propio rincón, adaptando el espacio a sus necesidades y habilidades.

Diaval, el cuervo bromista, había establecido su nido en una de las ramas más altas del árbol, adornado con plumas de colores y pequeños tesoros que recogía durante sus vuelos. Su nido era un lugar de descanso y, a menudo, de travesuras, donde el sonido de sus bromas y carcajadas llenaba el aire.

Ryuho, el elemental de tierra, había creado un perchero de ramas robustas que se extendía desde la pared de la casa del árbol. En él colgaba una variedad de objetos y herramientas que usaban en sus aventuras, así como algunos de los regalos que recibían de los espíritus del bosque. Ryuho, con su actitud seria, se encargaba de organizar el lugar y mantener todo en orden.

Hiroshi, el elemental de agua, había transformado un rincón en un pequeño estanque. El agua cristalina se movía suavemente, creando un ambiente relajante. Hiroshi pasaba mucho tiempo allí, a menudo acompañando a Netter, el niño piraña que se había acomodado en una pecera adaptada para su tamaño. La pecera estaba integrada en el rincón del estanque, y Netter disfrutaba nadando entre las plantas acuáticas, sumergido en un mundo que parecía hecho a medida para él.

Gemma se había adaptado a su nueva vida con la misma determinación con la que había enfrentado su pasado. Aunque el recuerdo de Oliver y su vida anterior seguía presente, encontró consuelo en su nueva familia y en la paz que le ofrecía el bosque. Su papel era el de cuidadora y protectora, y aunque a veces se sentía abrumada por la responsabilidad, los niños le daban fuerza y propósito.

Cada mañana, Gemma se despertaba al amanecer con el canto de Diaval, las suaves olas del estanque y el crujir de las hojas. Preparaba el desayuno para los niños y aseguraba que todos estuvieran listos para el día. Luego, juntos exploraban el bosque, descubriendo nuevos lugares y enfrentando pequeños desafíos, siempre unidos por el lazo de su familia elegida.




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