Los niños llegaron a la ciudad rural, sus ojos desorbitados por la novedad del entorno. Todo era un torbellino de colores y sonidos que les resultaba completamente ajeno. Edificios de ladrillo, coches que pasaban a toda velocidad, y el bullicio de las calles les causaban una mezcla de asombro y desorientación.
Natter, quien había sido el primero en notar algo extraño, llamó a los demás con una voz urgente.
—¡Chicos, miren eso! —dijo Natter, señalando hacia un cartel grande en una de las calles principales.
Los niños se acercaron y se encontraron con una gran valla publicitaria que mostraba a Gemma en su papel de estrella bajo el control de Oliver. La imagen capturaba a Gemma en un deslumbrante traje de espectáculo, su rostro parcialmente oculto por las luces de los flashes y su postura rígida, como si fuera una marioneta en manos de alguien más.
—¿Es… Gemma? —preguntó Hiroshi, sus ojos llenos de confusión y tristeza.
—Sí, es ella —confirmó Diaval, su tono cargado de sorpresa y preocupación.
El cartel mostraba un lema llamativo: "El maravilloso talento de Gemma: Una estrella en ascenso". Las imágenes y el texto parecían estar en constante cambio, como si el propósito de la publicidad fuera resaltar y exagerar la imagen de Gemma bajo el control de Oliver.
—¿Qué le hicieron? —preguntó Ryuho, su voz temblando de indignación mientras miraba el cartel con creciente desagrado.
—Eso no es todo —añadió Netter, señalando otros anuncios y posters repartidos por la ciudad, todos con la misma temática de explotación.
Los niños se dieron cuenta de que el nombre de Oliver también aparecía en los anuncios, a menudo como el “visionario detrás del éxito de Gemma”, una distorsionada representación de su control sobre ella. Cada imagen y lema resaltaba la imagen de una estrella que estaba siendo manipulada para el espectáculo.
—Tenemos que hacer algo —dijo Diaval con firmeza, su determinación renovada por la injusticia que veía en los anuncios.
Los niños se miraron unos a otros con una resolución compartida. Sabían que debían actuar y encontrar una manera de rescatar a Gemma, pero ahora también entendían la magnitud del control que Oliver ejercía sobre ella y el impacto que su manipulación había tenido en la percepción pública. Su misión ahora incluía deshacer el daño hecho y recuperar a Gemma de las garras de Oliver.
Los niños caminaron por la ciudad, el asombro inicial se había transformado en una creciente preocupación. Ryuho, con su aguda percepción, pronto notó que las miradas de las personas se volvían hacia ellos con curiosidad y sorpresa. Sus ropas, claramente diferentes a las de la gente de la ciudad, estaban desgastadas y hechas de materiales que no encajaban con el entorno urbano.
—¡Rápido, sigamos por aquí! —exclamó Ryuho, señalando un callejón estrecho y oscuro entre dos edificios.
Los demás lo siguieron, el callejón ofrecía un respiro del bullicio de la ciudad y una sombra protectora. Mientras avanzaban, Ryuho miró alrededor y vio una cuerda colgando con varias prendas de ropa tendidas. Al instante, entendió que era una oportunidad para disimular.
—Esto es perfecto —dijo Ryuho, acercándose rápidamente a las prendas.
Uno a uno, comenzaron a tomar las ropas que colgaban. Diaval, Hiroshi, y Netter se ajustaron camisas y pantalones que les quedaban un poco grandes, pero que definitivamente les ayudaban a pasar desapercibidos. Las prendas eran de una calidad modesta, pero al menos ayudaban a que parecieran menos llamativos en comparación con sus atuendos anteriores.
—No podemos quedarnos mucho tiempo aquí —advirtió Hiroshi, mirando nerviosamente por el callejón—. Tenemos que encontrar a Gemma y asegurarnos de que esté bien.
—Sí, pero al menos ahora no pareceremos tan fuera de lugar —añadió Diaval, ajustando su nuevo atuendo con un toque de sarcasmo.
Con su nueva apariencia, los niños se sintieron un poco más seguros para explorar la ciudad sin llamar demasiado la atención. A pesar de las ropas que aún les resultaban incómodas, el cambio era suficiente para que pudieran moverse con más libertad.
Saliendo del callejón, el grupo se dirigió a la zona donde el cartel de Gemma había sido colgado. Sabían que encontrarla en una ciudad tan grande y con tantos lugares posibles no sería fácil, pero estaban decididos a seguir cualquier pista que los llevara a ella.
Los niños avanzaban por las calles de la ciudad, observando el bullicio urbano. Las aceras estaban llenas de familias disfrutando del día, con niños corriendo y jugando bajo la atenta mirada de sus madres y padres. Las mujeres, algunas con bebés en brazos, otras con pequeños de la mano, demostraban una ternura y dedicación que era palpable incluso para los niños de otro mundo.
—Esto... —comentó Hiroshi, su tono melancólico—. Todo esto me recuerda a Gemma.
Diaval, que estaba ocupado ajustando su ropa, levantó una ceja al escuchar a Hiroshi.
—¿Cómo es posible? —preguntó Diaval con escepticismo—. No es como si Gemma tuviera un ejército de niños a su cuidado.
—No es eso —respondió Hiroshi, señalando una madre que estaba jugando con su hijo—. Es cómo cuidan a los niños. Recuerdo a Gemma siendo así de cariñosa, siempre preocupándose por nosotros. La forma en que esas madres miran a sus hijos, la preocupación y el amor, es exactamente como lo hacía Gemma.
Ryuho, que había estado en silencio observando, asintió con tristeza.
—Sí, Gemma siempre se aseguró de que estuviéramos bien. Incluso cuando se convirtió en algo más que un refugio para nosotros, nunca dejó de cuidarnos.
Netter, que había estado escuchando atentamente, se acercó al grupo.
—Si vamos a encontrar a Gemma, necesitamos saber dónde podría estar. La ciudad es grande y complicada.
Hiroshi miró a Netter, tratando de ofrecer una pequeña sonrisa en medio de la tensión.
—Vamos a buscar en los lugares donde Oliver podría haberla llevado. Hay que seguir las pistas, y no olvidemos que Gemma debe estar pensando en nosotros también.