Escapemos juntos

Capítulo 1

—¡¿Cómo puedes ser así de irresponsable?! —gritaba la señorita Ashton—. ¿Dónde quedan tus modales?

Modales. Era una palabra sin significado para mí.  

  —Eso no es propio de una señorita—continuó.

Uff. Otra vez esa frase; y aquí viene el sermón de siempre.

Gracias a los gritos de la señorita, otra de las encargadas de la casa, la señora Varens, apareció en mi puerta.

—¿Por qué no te has arreglado, Blake?—dijo al mirarme. Todavía llevaba puesta la ropa del colegio—. Hazlo ya, salimos en 15 minutos.

«¿15 minutos? ¿Por qué no me dejaban más tiempo antes de llevarme a la desgracia?» pensé. Su tono reflejaba enfado, pero no tanto como el de la señorita Ashton; y, como imaginarás, no me quedó de otra que hacer lo que ellas decían. 

Miré a mi alrededor, las frías y solitarias paredes blancas seguían igual desde que yo había llegado aquí, hace casi 12 años; siendo cubiertas una y otra vez por capas de pintura del mismo tono. Los muebles eran idénticos: una mesa justo debajo de la única ventana que estaba en la habitación, y por donde era casi imposible que entrara un poco de luz; una lámpara sobre ella, y una silla desgastada; ademas de un mueblecito donde guardaba los libros de clases, ropa, y las pocas cosas que me gustaba conservar. 

A un lado de la cabecera de mi cama, pude visualizar un horrendo vestido colocado sobre una silla. Otra vez.

Era el mismo vestido que habían intentado obligarme a usar a lo largo de mi carrera de buscar familia, básicamente del siglo pasado, cuando por más ostentoso que fuera, significaba una mayor posición social. Lo que las encargadas no notan, claro, es que existe una diferencia abismal, un gran contraste, entre lo que quieren aparentar con estas prendas, y lo que realmente somos: un institución dejada a la deriva desde hace varios años.

Y así como una y otra vez lo intentaron, una y otra vez encontré excusas para no usarlo. Hoy no sería la excepción.

Me dirigí al armario en busca de algo más presentable, que no fueran atuendos de hace tres siglos, pero para mi sorpresa, no había nada en él. Absolutamente nada. Esto nunca se quedaba vacío, y no podía creer que se hubieran llevado toda la ropa a la limpieza. Algo andaba mal.

«Te sorprenderás al encontrar tu atuendo». Recordé las palabras de Amy, una de las tantas chicas que vivían también aquí y una de las tantas que me odiaban; la favorita de las encargadas. Y vaya que estaba sorprendida. Habían jugado sucio, llevándose todo para obligarme a usar este horroroso traje; vaya bromita.

Luego de 15 minutos, estaba bajando las escaleras, cuando volví a escuchar mi nombre seguido de un "ya es hora". Subí al auto sin prestar atención a las miradas indiscretas que me proporcionaban las chicas a mi alrededor. La señora Varens parecía encantada, mientras que la señorita Ashton no perdió la oportunidad de regañarme, y decir que había hecho algo mal, a pesar de haber seguido todas sus instrucciones.

  —Pero mira tu cabello, niña. ¡Es un completo desastre!—dijo mientras despeinaba este, más de lo que ya estaba, en un intento por arreglarlo; con un completo tono de decepción y reproche.

—Ya, ya, suban al auto—dijo la señora Varens—. Nos esperan.

Un chico ayudó a las señoras a subir, y luego tomó mi mano con la intención de hacer lo mismo; sin embargo, me zafé de su agarre, y subí yo sola. Ya tenía suficiente con no poder escaparme y más con esas chicas con miradas burlonas y dedos que no se cansaban de señalarme, no quería lidiar también con un desconocido, no necesitaba su ayuda.  

Durante el camino, no presté atención más que mis pensamientos. ¿Por qué no se rendían? ¿Por qué continuaban tratando de convencer a la gente a que me aceptara? ¿Acaso no se daban cuenta de que nadie me quería con ellos? Yo me había rendido hace ya algunos años. Siempre busqué agradarles y nunca funcionó, ¿por qué debería seguir intentándolo?

Desde hace tres años he hecho todo lo posible por librarme de esto; pero me detengo por las encargadas. Ellas siempre han dicho que si fuera más educada, si tan solo tuviera más modales y me comportara de forma obediente y sumisa, nadie dudaría en aceptarme; pero eso no es exactamente lo que yo quiero. Aunque me aceptaran, ¿cuánto duraría?, y nunca me sentiría en casa, siempre estaría fuera de lugar.

¿Más educada? No sé cómo alguien puede ser más educado que yo.

Pasaron algunos minutos hasta que estacionamos delante de una casa, era enorme. No tenía idea de que una familia necesitara tanto espacio; el internado no era ni la mitad de eso. Las señoras que me acompañaron me obligaron a entrar inmediatamente, ni siquiera pude observar todo lo que quería. Era como si ellas quisieran salir de ahí antes de que todas las miradas se posaran en nosotros. En mí. ¿Acaso no querían que las vieran conmigo? Aunque las comprendo, yo tampoco me dejaría ver acompañada con alguien que vistiera algo similar a lo que llevo puesto. Era verdaderamente horroroso.

La casa estaba ubicada en una de las mejores zonas de la región, no me sorprende.

Si por fuera era sorprendente, por dentro me dejaba sin palabras. Solo tenía una: acogedor, realmente acogedor. Seguía parada en la puerta hasta que me di cuenta del frío que hacía fuera, y comencé a dar pequeños pasos, observando y guardando cada detalle, merecía la pena.

  —Vamos, entra—insistió la señora Varens al ver que me había quedado parada, señalándome un pequeño pasillo. Ellas venían detrás de mí. 

Estaba nerviosa, y seguía sin comprender el por qué de esos sentimientos cuando ya sabía exactamente lo que pasaría. Crucé una puerta que me introdujo a una gran sala, y quedé estupefacta por su perfección.

—¿Así que tú eres Blake? —dijo una dulce y suave voz, sacándome de mis ensoñaciones. Dirigí mi vista hacia ella.

Sonó más a una pregunta que a una afirmación.




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