Escarlata Rebelde

1. Lyra

¡Ay, qué emoción! No puedo creer que al final me haya animado a hacer esto. Hace ya semanas que me llegó el rumor de que el Coliseo busca nuevos grupos para sus espectáculos. Que vale, que está claro que lo mío no es pelear ni mucho menos. Pero si lo es dar un buen espectáculo. No en vano soy una Rutkowsky. Cuando se lo comenté a Rurik se limitó a decir que era una idea pésima y que solo conseguiría que me mataran. ¡Qué enano de poca fe! O tal vez teme perder a su artista estrella, quién sabe… quizás debajo de esa barba se esconde un corazoncito tierno.

Al menos no se ha molestado cuando le he pedido una de las salas privadas del Pony Brincador para esta reunión. Es más, incluso me ha dado la mejor… o al menos la que más me gusta a mí. No es que sea la más grande, ni la más elegante, pero no está decorada con esos cuadros equinos tan horteras que invaden el salón. Esta habitación tiene una decoración delicada: una mesita de té sencilla en el centro con sus cuatro sillas a juego, un hermoso tocador que hace las veces de mueble bar, un diván de un exquisito color morado en la pared contraria y un biombo de mimbre decorado con motivos vegetales al fondo. Todo esto me hace sospechar que quizás el enano tenga un pasado del que no le gusta hablar.

Miro mis manos y aprieto con orgullo el anuncio con el que he empapelado media Erat. Todos mis ahorros, que no eran muchos, convertidos en papel grueso de algodón y brillante tinta azul.

“¡Atención Guerreras!

¿Tienes fuerza, agilidad y ganas de brillar en la Arena? ¿Te gusta la acción, la adrenalina y dar un buen espectáculo?

La Legión Escarlata Rebelde de Amazonas está buscando luchadoras acrobáticas para formar el espectáculo más épico que jamás haya conocido la arena del Coliseo.

Si sabes pelear, tienes espíritu de equipo y te interesan unos buenos ingresos extra, nos vemos el próximo sábado a mediodía en el Poni Brincador.

Preguntar por Lyra Rutkowsky”

Legión Escarlata Rebelde De Amazonas. No puedo estar más orgullosa de este nombre. ¡Tiene gancho! ¡Destila fuerza femenina! Aun no entiendo por qué a Rurik le dio por reírse cuando se lo propuse. No veo nada malo en ello, es más, ya me puedo imaginar los carteles anunciando el espectáculo. Las letras en dorado brillante, un fondo de llamas vibrantes, un grupo de mujeres temibles con sus armas desenfundadas y mirada resuelta, y en el centro yo, blandiendo orgullosamente mis preciadas maracas.

Supongo que esta obsesión mía por destacar me viene de familia. Los Rutkowsky siempre hemos sido artistas ambulantes, recorriendo pueblos y ciudades con nuestro circo, maravillando a la gente con acrobacias, trucos de magia y alguna que otra actuación musical. Pero a mí esa vida itinerante nunca terminó de llenarme.Para una niña, al principio, era emocionante. Visitar mil pueblos y aldeas, conocer gente nueva cada día. Hasta que visitamos Erat. A partir de ese día, empecé a soñar con tener un hogar fijo, calles por recorrer, una ciudad a la que llamar mía. Por eso, cuando tuve edad suficiente para decidir por mí misma, abandoné el circo familiar e ingresé en la escuela de bardos de Erat. Mis padres nunca lo comprendieron del todo. Recuerdo la cara de decepción de mi madre mientras me marchaba. Pero a veces una tiene que seguir su propio ritmo, aunque nadie más lo entienda.

Me recuesto en la silla mientras observo el reloj de la esquina. Ha pasado ya media hora desde las doce y todavía no ha venido nadie y trato de no perder la esperanza. No es que sea impaciente… es que esperar sola en una habitación vacía pone a prueba hasta la paciencia de una estatua.

Tal vez debería salir un ratito al salón. Desde aquí puedo escuchar que se está empezando a llenar de gente. Se acerca la hora de la comida y los primeros clientes, muchos de ellos asiduos al local, ya deben estar esperando en sus mesas. La comida del Pony Brincador es de las mejores de Erat, pero seamos honestos, todo el mundo sabe que la mayoría de su clientela viene a verme a mí. Lyra Rutkowsky, graduada en honores por la escuela de bardos de Erat, para disgusto de ciertos compañeros que jamás reconocerán mi talento. ¡Jódete, Evans Vanseth!

Con ese nombre en mente, miro mis maracas, que descansan en la mesa. Si, sé que no son un instrumento muy típico de un bardo, pero son el recordatorio de que mi talento puede superar cualquier barrera. Cuando Evans me la quiso jugar en el examen de final de curso, haciendo desaparecer mi lira, nunca se imaginó que unas simples maracas, abandonadas en un cajón del almacén se convertirían en el instrumento de mi mejor interpretación hasta la fecha.

Decidido. Definitivamente voy a salir y ofrecer alguna canción a los comensales. Las cervezas no se pagan solas y ahora mismo apenas cuento con monedas para ello.

Me dirijo hacia la puerta, no sin antes comprobar en el espejo que estoy lo suficientemente presentable. Una se debe a su público y eso requiere dedicar un poco de tiempo. La verdad es que hoy me he puesto una armadura de cuero tachonado que he cogido prestada del local de atrezo. Aunque es bastante ceñida, cosa que a mí me encanta... es muy discreta en cuanto a mostrar piel, cosa que no va conmigo. Pero bueno, nada que no tenga arreglo.

Por suerte, el frontal del peto de cuero de la armadura tiene unos botones que sirven para ajustar la presión en el pecho. Tal vez si los suelto un poco pueda aparecer un poco de escote, lo suficiente para alegrar la vista a algún parroquiano. Me entretengo forcejeando con los pequeños botones, que parecen a prueba de decisiones precipitadas. ¡Ojalá hubiera tenido botones así en algunas citas pasadas, seguro que tendría menos cosas que lamentar!




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