Escarlata Rebelde

4. Lyra

No sé de dónde ha salido esta mujer, pero me viene caída del cielo. No debe ser muy mayor tampoco, más o menos como Diana, pero su aspecto es bastante curioso. Tiene el pelo teñido de violeta y sus ojos rasgados son de un negro profundo. Viste ropa oscura. Lleva una camisa de botones holgada, ceñida a su cintura por un ancho fajín de cuero. Sus pantalones, de un lino desgastado son bastante ajustados y sobre ellos lleva unas botas raídas. A simple vista, lo único de valor que posee son las dos dagas envainadas en sus caderas.

Pasado el susto inicial, reconozco que sabe más que yo sobre la Arena, y eso me está viniendo bien. La verdad, ya casi las había convencido con mi maravilloso discurso. Otra cosa no, pero puedo vanagloriarme de tener un gran poder de convicción. No en vano asistí a las clases extra del profesor Aidy para mejorar mi habilidad de fascinar. Un poco de magia menor siempre va bien, nos decía.

Aun así, creo que Ceres es el empujoncito necesario. ¡Gracias a Olidamara! No puedo creer que vaya a conseguirlo.

Mientras habla, noto que Diana se escandaliza un poco con la propuesta de los sobornos, pero no puedo evitar sonreír ante su inocencia. Parece que no ha visto mucho mundo. Reflexiono rápidamente sobre posibles aliados que nos faciliten armas y equipo. Quizás pueda convencer a Myrasté para que nos patrocine con armas básicas a cambio de algo de publicidad. Las armaduras serán otra historia. Sólo conozco al semiorco Radric, y convencerlo requerirá un tipo de encanto que no sé si poseo.

Diana menciona entonces algunos espacios al aire libre cercanos al templo de Pelor como posibles lugares para entrenar, y noto cómo poco a poco todo parece encajar. Una sensación de anticipación crece en mí al darme cuenta de que esta locura de la Legión Escarlata Rebelde de Amazonas está empezando a tomar forma real."

— ¡Perfecto! — No puedo evitar aplaudir.

¡Esto marcha!

—Esperad…entonces de verdad vamos a hacer esto? — pregunta Fara sorprendida.

Las observo. Elana sigue escéptica, pero no niega con la cabeza, Diana parece más convencida y Ceres se incorpora con decisión.

—Si os interesa, yo estoy dentro.

Me mantengo en silencio esperando la aprobación del resto, cuando noto música sonando fuera de la habitación. ¿Cómo es posible? ¿Desde cuándo Rurik tiene contratado un suplente? ¿Y por qué no me lo ha dicho? Estiro el cuello para tratar de captar un poco mejor el ambiente, cuando me doy cuenta de que reconozco esos acordes. ¡No puede ser! Noto como el calor me sube por el rostro mientras una oleada de rabia me inunda.

— ¡Maldita sea!! ¡¡No se habrá atrevido!!— apenas puedo articular nada más y salgo echa un basilisco de la sala.

La posada está bastante llena para ser sábado al mediodía. Aunque los almacenes suelen estar a medio gas, muchos propietarios y algunos trabajadores aprovechan para venir con sus familias. Intuyo que muchos vienen con sus familias, probablemente para tranquilizar a sus parejas sobre el tipo de local que frecuentan.No es de mis sesiones preferidas. El repertorio para todos los públicos me aburre bastante, además Rurik me obliga a vestir recatadamente, algo que definitivamente no va con mi estilo. Aun así, no me gusta que nadie ocupe mi lugar sin permiso, y menos él.

Voy directa a la barra y fulmino a Rurik con la mirada. Más le vale que tenga una buena razón para esto. Él me ve llegar con una tranquilidad que no hace más que alimentar mi ira.

— ¡¿En serio Rurik?!— No puedo evitar gritarle.

— No me mires así— levanta las manos inocentemente— Tu no estabas y el chico ha llegado acompañado de algunos amigos. Al ver que nadie salía al escenario se ha acercado y se ha ofrecido a cantar gratis. ¿Qué esperabas? Esto es un negocio Lyra y los clientes se estaban empezando a aburrir.

— Ya, ¡¿pero tenía que ser él?!— trato de no volver a gritar, pero no lo consigo.

Rurik me mira confundido y luego dirige la vista al escenario. De repente una lucecita de comprensión parece encenderse en su cabeza. No puedo evitar voltearme también y ahí está. El jodido Evans Vanseth, en todo su arrogante esplendor. Viste una camisa de lino ligera de un llamativo color burdeos, abierta lo suficiente para dejar intuir la firmeza de su pecho, con las mangas arremangadas mostrando esos estúpidos antebrazos marcados y ágiles. Lleva unas botas altas y unos pantalones de cuero ajustados, demasiado para mi gusto. ¿Deja algo para la imaginación no crees? Su cabello castaño, largo y ondulado cae sobre sus hombros, reflejando la luz de las velas con un brillo sedoso. Solo los dioses saben cuánto tiempo y dinero debe costarle mantenerlo así. Está tocando su aburrido laúd, como siempre. Qué poco original. Con esa postura completamente impostada, su rostro afilado, de facciones perfectamente marcadas, inclinado hacia la audiencia, recorriendo al público con esos ojos verde claro, casi gris. Hasta que se paran en mí.

— ¿Ese es el bardo del que siempre despotricas??¿Qué iba a saber yo? no se parece en nada a la abominación que siempre me has descrito— apunta Rurik confundido

— ¿Perdona? ¡Pero si es evidente! — le contesto sin apartar la vista de hombre que está ocupando sin permiso mi lugar y que para colmo de todos los males está curvando los labios en una sonrisa pícara y seductora mientras me guiña un ojo y sigue con su ridícula interpretación. ¡Qué asco!




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