Escarlata Rebelde

8. Ceres

¡Cuánto odio este calor!

Siento que me sudan partes del cuerpo que ni sabía que tenían esa propiedad. Da igual que ya se haya puesto el sol hace un par de horas, la calima se ha asentado como un velo pegajoso sobre la ciudad. Para más inri, en este maldito callejón apenas corre una brizna de aire

Siempre puedes desnudarte… aunque tendrás que ser creativa para esconder las dagas.

—¡Cállate, no estoy hablando contigo! — le grito a la nada

En los últimos meses, la presencia de las voces ha aumentado. Hubo un tiempo en que apenas eran un susurro hueco en mi mente. Ya tenía a Lyra y las demás para proponerme locuras, pero ahora.... ahora hay días en que mis propios pensamientos se pierden entre tantos gritos.

Eso es… ¡tu grita! Así seguro que el perfumero no sale corriendo despavorido antes de que lo veas llegar siquiera.

Tiene razón. Ha sido completamente innecesario. Debo concentrarme en terminar el encargo. Llevo unos dos años trabajando para los Ojos Grises, pero este último año los encargos se han disparado y apenas doy abasto. La ciudad se está llenando de gente que no puede pagar sus deudas y nuestro trabajo es recordarles, con persistencia, que deben pagar.

Sus penurias llenan nuestros bolsillos…bien…bien…

La verdad, no es un trabajo del que me enorgullezca, pero se me da bien y Durvan lo sabe. No en vano soy su mejor “reclamadora”. Durante mis años en la LERDA, no solo perfeccioné el manejo de mis dagas, también aprendí a interpretar un buen papel y… parece que el de matona me queda como un guante.

Me asomo por la esquina y veo que el perfumero, un mediano llamado Valrik, está saliendo de su taller. Hoy ha salido más tarde de lo habitual. Seguramente las cartas con amenazas han surtido efecto y està trabajando horas extra. Esperemos que sea así, no me gustaría tener que mancharme las manos.

¿Estás segura? venga…solo un poquito…

Miro la calle, que por suerte está prácticamente desierta a estas horas, y cruzo rápidamente hasta la puerta de la tienda. Valrik está terminando de echar el cierre. Lo abordo sin sutilezas, como siempre. Mejor no perder el tiempo en forcejeos innecesarios. Le retuerto el brazo con el que sostiene la llave justo antes de que la meta en la cerradura. Con mi otra mano abro la puerta y de un empujón lo hago entrar conmigo.

El perfumero cae al suelo con un quejido y se arrastra sobre su costado mirándome con el pánico dibujado en su rostro...

—¡Por favor, no me hagas daño! — lloriquea.

—Eso solo dependerá de ti— contesto secamente.

Lo agarro por el cuello de la camisa y lo levanto de un tirón. Por suerte no es más que un mediano, le saco dos cabezas. Patea en el aire impotente.

Podrías lanzarlo a través del escaparate…será bonito ver su sangre manchar la calle.

— Me envían los Ojos Grises, Valrik— susurro acercando mi rostro al suyo—. Se acabó el plazo que te dimos para pagar tu deuda con la Cámara Obsidiana.

—¡Lo sé, lo sé! Pero necesito más tiempo— se retuerce ante mi agarre—. Ya casi tengo el nuevo perfume listo. Solo un par de días más.

—No es mi problema. Cuando pediste el préstamo, sabías las condiciones. Ya se te ha aplazado una vez y aceptaste los intereses.

—¡Si es tu problema, los muertos no pueden pagar! — grita desesperado

Tiene razón. Es una pena. Pero nadie ha dicho nada de no romperle un dedo, o dos…

Lo dejo caer bruscamente al suelo y me paseo por la tienda observando los estantes repletos de frascos. Me acerco a uno de ellos y deslizo mis dedos entre las diferentes botellas. El mediano me observa nervioso.

—Sabes, a veces la gente tiene accidentes— comento con indiferencia, dándole un leve empujoncito a un frasco. Este se tambalea, rueda y finalmente se precipita contra el suelo con un estallido de cristal—. Sobre todo, la gente que no paga…

Valrik traga saliva sin apartar la vista de mi

Sigo paseándome por la tienda y me detengo en el mostrador. Hay un pequeño porta retratos con la imagen de una mediana sonriente, más o menos de su misma edad. Me acerco con fingido interés a observarlo mientras prosigo:

—Sería una pena que a algún ser querido le pasase algo… pero estas desgracias a veces son inevitables.

—¡No! ¡Por favor, escúchame! — cae de rodillas suplicante— .Dame una semana, te juro que conseguiré el dinero ¡te doy mi palabra!

Lo miro con un escepticismo calculado. Ya casi tengo lo que necesito, solo hay que forzar un poco más.

—Dos días. Ni uno más.

—Vale ¡dos días! — parece suspirar aliviado.

Me agacho a la altura de sus ojos. Aun veo el miedo en su mirada.

—¿Que me garantiza que cumplirás tu palabra y no desaparecerás?

— Yo…no haría eso… ¡Lo juro!




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