Escarlata Rebelde

11. Ceres

Y ahora va a resultar que tu ex amiga no es más que una cobarde.

Ignoro otra vez la voz en mi cabeza y dejo la nota sobre la mesa. Miro a mis compañeras, que también la contemplan en silencio. Diana parece especialmente pensativa, acariciándose el mentón con los dedos.

—¿Qué sabéis de Elana? —Pregunta—. Me refiero a estos últimos tres años.

—¿La verdad? —Cruzo los de brazos, pensativa—. Más bien poco. Escuché rumores de que se había casado, pero nunca me preocupé en comprobarlo. Tampoco es que nos invitara a la boda.

—Yo tampoco sé nada —prosigue Lyra—. Se marchó tras el funeral de Fara, como recordaréis. Tiempo después, pasé por su casa para ver comprobar como estaba, pero no había nadie allí.

Se marchó porque era débil…tal vez debería seguir el camino de su amiga y dejarnos en paz para siempre.

—Fara y ella eran como uña y carne. Debió pasarlo muy mal —comenta Diana.

—Todas lo hicimos —respondo, ignorando las risas que resuenan en mi cabeza

Las demás asienten.

—Sea como sea, parece que está en un aprieto. Lo que no logro imaginar es en qué tipo de problemas se habrá metido —prosigue Lyra.

—Tal y como está el reino hoy en día, puede ser cualquier cosa —apunta Diana.

—Pues tendremos que averiguarlo ¿no creéis? ¿O nos vamos a pasar la noche haciendo suposiciones? —lanzo la pregunta al aire.

—Tienes razón, mejor ponernos en marcha —Diana se levanta de la mesa.

Eso eso…corre a meterte en problemas. Es para lo único que vales.

En una cosa sí tiene razón la voz en mi cabeza y es que tal vez nos estemos metiendo en problemas al tratar de ayudar a Elana. No es algo que me importe. Pero si me preocupan las demás.

Miro a mis compañeras.

Lyra viste con uno de sus conjuntos característicos. Un corsé violeta con detalles bordados en oro. Con un escote no demasiado revelador, para ser ella. Bajo el corsé lleva una camisa de mangas amplias y sueltas, con los puños recogidos en unos brazaletes de cuero a juego. Lleva pantalones ajustados pero flexibles, de un negro profundo que combina con sus botas altas de hebillas. Un cinturón ancho con pequeños bolsillos rodea su cintura, y en su vaina lateral reposa discretamente una daga. Está claro que aprecia su seguridad.

Diana, en cambio, lleva un atuendo más sobrio y funcional. Viste una túnica azul, holgada, con el cuello en forma de V y mangas anchas, ajustada a la cintura por un cinto ancho. Bajo la túnica lleva unos pantalones amplios de tela resistente se ajustan a sus tobillos. Los botines reforzados, son bastante simples, pero bien cuidados. No se aprecia ningún arma visible.

Y esto puede ser un problema.

Estúpidas mujeres…, tan confiadas…, algún día alguien les cortará el cuello.

—Esperad un momento —digo, aun sentada—. Si Elana está escondida, es porque tiene miedo, de lo que sea. Tal vez deberíamos ir un poco preparadas.

—Tiene razón —asiente Diana—. No está de más ser precavidas.

—Bueno…no es que me entusiasme la idea de meterme en una pelea. Estoy francamente oxidada —resopla Lyra.

Pues yo lo estoy deseando… qué agradable el olor a sangre… sí.

Diana parece estar evaluando la situación y veo que se fija en mis dagas. Yo siempre estoy preparada, en eso no he cambiado.

—Hagamos una cosa —resuelve finalmente—. El templo está de camino a los arrabales. Nos pasamos por allí y recojo mi equipo y algo para Lyra. ¿Os parece bien?

Lyra saca sus maracas y nos las enseña con orgullo, blandiéndolas como si fueran espadas.

—No hace falta —señala—. Tengo estas.

—Perfecto, Lyra. Nada intimida más que una sesión de percusión improvisada —bromeo.

Me da una patada por debajo de la mesa.

—Estos últimos tres años he aprendido más cosas a parte de qué bebidas no debes mezclar si no quieres terminar viendo tus entrañas en un balde.

¡A mí también me gustaría ver sus entrañas… Oh si! esparcidas por el suelo.

—Lo que tú digas. No sé qué es peor…que pienses que esas marcas son útiles o que realmente lo sean —murmuro mientras me froto la pierna dolorida y ignoro la imagen que se ha instalado en mi mente.

—Aun así, no está de más que lleves alguna arma Lyra —interviene Diana.

—¡Esta bien! —finalmente se rinde, levantándose de la mesa—. Si eso os va a hacer felices, ¿quién soy yo para negarme?

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Un par de horas más tarde estamos caminando por los arrabales en busca de la dirección que nos ha dado Elana. Ya es noche cerrada. Diana ha optado por ponerse su equipo de entrenamiento: coraza, brazales y unas grebas de acero, además de unas botas reforzadas. También se ha equipado con un escudo pequeño y la característica maza pesada de los devotos de Pelor. Lyra por otro lado ha aceptado a regañadientes un arco corto y un carcaj con algunas flechas.




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