Siento el frío suelo en mis pies cuando desciendo de la cama.
Es noche profunda, pero la luz de la luna se filtra por los barrotes de mi ventana proyectando sombras alargadas como serpientes oscuras que reptan por las paredes.
Eso siempre me da miedo.
Muchas veces me despierto y las veo y aunque corra las cortinas, siguen ahí.
Cuando pasa, me escondo bajo las sábanas… pero hoy ni siquiera encuentro consuelo en ello. Hoy no quiero estar sola. Quiero salir de la habitación.
A ellos no les gusta que lo haga, que les contradiga. Pero las paredes me dan más miedo que sus reprimendas.
Fuera de mi cuarto está oscuro. No hay ventanas, ni lámparas.
Siento la piedra en mis dedos, fría y rugosa.
En plena noche todo se vuelve como un laberinto de pasillos y escaleras. Creo que me he perdido.
Si…estoy perdida.
Me siento en el suelo, abrazando mis rodillas, llorando en silencio.
Entonces escucho algo, como unos susurros. Alguien en algún lugar, está despierto como yo.
Los murmullos trazan un camino que me lleva hacia abajo. Escaleras y más escaleras, hasta donde los pasillos se estrechan y los muebles escasean.
Hay una luz al final, tras una cortina, que danza al ritmo de un cantico extraño y rítmico. No entiendo las palabras, pero me atraen inevitablemente.
Alguien ríe muy bajito... o tal vez sea un sollozo.
El aire huele a cera derretida, a flores marchitas y algo más…algo metálico.
Estiro la mano y cruzo la cortina.
Me duelen los ojos. Los colores son demasiado intensos: negros, dorados, escarlatas que me queman. Apenas distingo siluetas que se mueven, danzando alrededor de una estatua grotesca de miembros contorsionados.
El suelo está resbaladizo. Me caigo de bruces.
Ahora mis manos están mojadas. Trato de secarlas usando mi camisón, pero éste se tiñe de rojo y mis manos siguen sucias.
De repente alguien me agarra del brazo con fuerza y me levanta.
—¡No deberías estar aquí!
¡Despierta!
Abro los ojos y me incorporo temblando. Puedo ver por la ventana que todavía no ha amanecido. Aun así, mi habitación no está a oscuras. Una pequeña lámpara de aceite me acompaña todas las noches. Desde que tengo uso de razón.
Los recuerdos de la pesadilla me invaden. Es siempre igual, casi cada noche en estos últimos tres años. A veces me despierto…a veces es solo un eco que resuena en mi mente por la mañana. Pero sé que ha estado ahí.
Miro mis manos por instinto, buscando restos de sangre. Nada, están limpias. Lo que sí que encuentro es una de mis dagas ¿Cómo ha llegado hasta aquí?
Ellas siempre te protegen. Y aun así te deshiciste de una de ellas. ¡Estúpida niña! Recuerdo haberla dejado guardada en su vaina, en el salón, tras contemplar el vacío de la otra funda. Un escalofrío me recorre la espalda y lanzo la daga lejos de mí.
¿Por qué te empeñas en ser débil? ¿Acaso no quieres sobrevivir?
—Ya estoy sobreviviendo —murmuro mientras salgo de la cama—. Ya lo hice antes, incluso sin vosotras.
Me dirijo al baño, necesito lavarme las manos, a pesar de que estén limpias. Quitarme esa maldita sensación de suciedad.
Sobreviviste por nosotras. Porque te enseñamos a esconderte, a callar, a no confiar. A escapar de allí. Hasta que no nos necesitaste.
—No es verdad —le respondo a mi reflejo en el espejo—. Sobreviví porque encontré algo diferente. Las encontré a ellas.
¿Eso es lo que crees? ¿De qué te sirvió? Al final te dejaron sola.
—¡Cállate! Ellas no me dejaron. Fui yo. Yo sí lo hice.
Siento cómo me martillean las sienes. No sé si estoy gritando o soñando todavía.
Porque te habías vuelto débil. Por eso te fuiste. Por eso nos volviste a llamar.
—¡No es verdad! Yo nunca os quise. Nunca quise esto —me dejo caer de rodillas sujetándome la cabeza.
. Si lo es. Porque sin nosotras, no eres nada. Solo una niña rota. Solo una cobarde que quiere que la abracen cuando debería estar afilando su cuchillo.
—No quiero afilar nada. No quiero vuestra forma de vivir. Vosotras queréis que esté sola. Queréis que me aísle, que me hunda en esta oscuridad.
Estás hecha para la sombra. Es donde siempre has estado. Allí estás segura.
—Pues entonces… —me obligo a decirlo, aunque me tiemblan los labios— entonces haré que haya luz en la sombra. Porque cuando estoy con ellas, no os oigo tanto. Y por una vez… me siento bien.
Ellas te hacen débil. Te distraen. Te atan a una parte de ti que no sirve para nada. Vas a morir si sigues con ellas. Como Fara.
—¡No pronuncies su nombre! —La rabia me quiebra la voz—. Fue un accidente. ¡Maldita sea! Nadie quiso que pasara.
#2530 en Fantasía
#3140 en Otros
#360 en Aventura
aventura fantasia, aventura amigos, fantasia epica investigacion
Editado: 06.06.2025