Si ayer pensaba que las cosas se estaban poniendo difíciles, hoy parece que es mucho peor. Tras recoger las cosas de Diana del Pony Brincador, ante el desconcierto de Rúrik, nos trasladamos a mi apartamento. Como cabía esperar, también había sido registrado, por lo que, a su desorden habitual, había que sumarle los muebles volcados y los cajones vaciados.
Una vez ordenado el desastre y preparado las habitaciones de mis amigas, nos hemos puesto a reforzar la seguridad del lugar. Siguiendo instrucciones de Ceres, hemos atrancado ventanas y asegurado cerrojos, entre otras cosas. Ha sido en medio de estas labores cuando han llamado a la puerta. Nunca en mi vida había abierto la puerta de mi casa con tanta tensión, con Ceres y Diana a mis espaldas, armas en mano, listas para lo que pudiésemos encontrar.
Por suerte y desconcierto de las tres, se trataba de un simple mensajero con una nota de Abelardo, que nos pedía urgentemente que nos reuniésemos en su oficina del Gremio.
Y aquí estamos, de nuevo en las oficinas del gnomo, apenas veinticuatro horas después, equipadas como si nos fuésemos directas a un combate
—Pasad y cerrad la puerta— nos apremia con seriedad.
Nosotras obedecemos y tras hacer lo que nos dice, tomamos asiento ante su mesa de trabajo, donde descansa el documento cifrado que le proporcionamos hace no más de veinticuatro horas, junto a otros papeles y la botella de Glemorance que para mi sorpresa está casi vacía.
—¿Una noche larga? — bromeo, señalando lo que queda del preciado wiski—. Si nos has hecho llamar para que te traigamos más…
—Déjate de bromas, Lyra— me interrumpe visiblemente nervioso mientras coge el texto cifrado y me lo enseña—. ¿Se puede saber de dónde habéis sacado esto? ¿Quién más lo ha visto?
— No sé quién más lo ha podido ver— le respondo con seriedad—. En cuanto a de dónde lo hemos sacado…por tu seguridad, es mejor que no lo sepas.
—¿Por mi seguridad? — pregunta con un tono claramente sarcástico, antes de alzar la voz— ¡Mi nombre aparece en este documento Lyra!
—¿De qué demonios estás hablando? — interviene Ceres.
—“Abelardo Folkor” —lee en voz alta—. “Nueva incorporación. Útil para proporcionar propaganda republicana. Por ahora no se valora para el circulo interno.
Abelardo deja la traducción junto al pergamino sobre la mesa con manos temblorosas.
—Este documento… — nos dice golpeando con el dedo el segundo escrito— es una maldita lista. Una lista de nombres con anotaciones precisas sobre quien es útil, quien puede ser reclutado, quien descartado y …quien debe desaparecer— su voz tiembla al final, como si le costase pronunciar la última palabra.
—No puede ser…— Diana se estira para coger, sin permiso, la traducción, y empieza a leer en silencio.
Estiro el cuello para intentar leer también, sin éxito, mientras el gnomo sigue murmurando para sí:
—Maldita sea…—sigue, pasándose una mano por la cabeza— Hace un par de semanas que me ofrecí a colaborar con la causa republicana. Creí…que ayudaría a promover ideas nuevas, abrir debates… ¿Pero esto?
—Mierda…esto es malo…hay muchos nombres conocidos aquí— dice Diana sin parar de leer.
De repente, Diana se queda paralizada mirando el texto y alza la vista hacia nosotras con un gesto de dolor. Acto seguido vuelve la mirada hacia el documento para leer en voz alta:
—“Elana Kingren, la LERDA: Idealista. Quiere hacer cambios tras la muerte de su marido en una reyerta con un guardia de la ciudad. No apta para el circulo interno”
Escuchar que el nombre de nuestra amiga está en esa lista es como un golpe inesperado. Verla así, reducida a una anotación fría entre tantos otros nombres.
—No sabía que había perdido a su marido…—se lamenta Ceres.
Diana no aparta la vista de documento y, tras unos segundos para reunir valor, sigue leyendo:
—“Nota: Cambio abrupto en su comportamiento. Parece sospechar algo. Le hemos asignado un quasit para que la vigile.”
—¿Un quasit? —pregunta Ceres— ¿no son una especie de diablillos?
—Así es, y me temo que pueden volverse invisibles— informo.
Ceres resopla frustrada.
—Esperad, todavía continúa —nos advierte Diana—. “Segunda Nota: Ha enviado unas cartas a sus antiguas amigas pidiendo ayuda. Debemos apresarla y eliminar a sus amigas antes de que se pongan a investigar.”
Quedamos sumidas en un silencio denso, asimilando cómo algo tan simple como unas anotaciones en un papel ha marcado el destino tanto de nuestra amiga como el nuestro propio. —¿Qué diablos es el círculo interno? —pregunta Abelardo con voz atropellada—. ¿Quiénes son esta gente? Porque si esto es lo que parece… no tengo ni idea de en qué me he metido.
—Eso es lo que estamos tratando de averiguar —le respondo—. Pero lo que sí está claro es que ahora mismo, estar relacionado con la causa republicana es mucho más peligroso de lo que parece de por sí.
—Mierda... no tengo edad para estas cosas... —se lamenta el gnomo, dejando caer la frente sobre el escritorio.
Diana sigue repasando el documento, pasando el pulgar por cada línea, como si tratase de confirmar todo lo que está leyendo.
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Editado: 06.06.2025