Escarlata Rebelde

33.Diana

Tal y como habíamos acordado con lord Licorambarino, dos días después de nuestra primera reunión, volvemos para ultimar los detalles de la fiesta. Las nuevas que traemos respecto a lo descubierto por Beren y nuestra delicada situación, cortesía de Audry Arroyopuro, no parecen minar su ánimo con respecto al plan de colarnos en la celebración.

—Si lo que os dice Beren sobre la relación de Audry y Uranfena es cierto —reflexiona Tobías—, puede jugar a nuestro favor, en cuanto a meteros en la fiesta respecta.

—¿Cómo podría ser? —le pregunto, con curiosidad.

—Si es verdad que no se llevan bien entre ellas, dudo que haya nadie relacionado con Audry en la fiesta —explica Tobías—. Uranfena es de esa clase de personas que prefiere ignorar tu existencia cuando no le gustas. Hasta el punto de borrarte, si está en su mano, de su círculo social.

—Me da que también es de esas personas que, si no logra ignorarte… termina borrándote, literalmente —bromea Ceres.

No puedo evitar fulminarla con la mirada. Ella levanta las manos con inocencia fingida mientras Lyra se pasa la mano por la cara, resignada, antes de intervenir:

—No sería de extrañar que Audry no haya informado a nadie del “desliz” que supone para ella que nosotras sigamos vivas. Eso la dejaría en mal lugar ante Uranfena.

—Exacto —asiente Licorambarino.

—Aun así, no está de más que tratemos de llamar lo menos posible la atención —advierto a mis compañeras—. Especialmente tú, Lyra, eres muy reconocible.

—Gracias por el cumplido —me guiña el ojo.

Hoy está especialmente alegre. Después del par de horas que tardó en salir de la oficina de Rúrik, puedo intuir por qué. Aunque no hizo falta pensar mucho después de las explícitas suposiciones de Ceres.

—No te preocupes, pensaba disimular mi piel. Nada que no pueda arreglar un buen maquillaje —me dice con convicción.

Lord Tobías abre un cajón del escritorio en el que está sentado y saca tres sobres rectangulares, de color negro mate impecable, con una solapa triangular. En su esquina inferior derecha, grabado en relieve dorado, puedo ver un escudo ovalado en cuyo centro destaca una flor de anís estrellado, con ocho puntas doradas.

—Estas son vuestras invitaciones —nos indica mientras me tiende los sobres—. Os llamáis Daniela, Graciela y Mikaela Aurenza. Sois sobrinas de uno de los principales maestres de Almacenes de la ciudad de Aldur con los que Uranfena suele tener negocios.

Recojo las invitaciones y compruebo que, efectivamente, en cada uno de los sobres, escritos con tinta dorada y en una impecable caligrafía inclinada, están los nombres que nos acaba de mencionar.

Lyra extiende el brazo para coger sin permiso uno de los sobres.

—Así que sobrinas de un maestre de Aldur… ¡me gusta! —dice mientras examina el sobre.

—Eso os da una posición social respetable, pero no lo suficiente para que alguien se pueda interesar demasiado —asegura Tobías.

—Perfecto para que nadie se fije en nosotras —puntualiza Ceres.

Me quedo observando los dos sobres que tengo en la mano. La verdad es que no me convence para nada la idea de la fiesta. Nunca he estado en un evento así… ¿Cómo voy a hacerme pasar por noble?

Siento cómo me sudan las manos solo de pensarlo. Además, está el tema de las armas. Vamos a meternos en la guarida del lobo a pecho descubierto.

—Tobías —le digo con tono comedido—. Hay algo más que debemos tener en cuenta.

—¿Sí? —pregunta, alzando una ceja inquisitiva.

—Entraremos como invitadas, con vestidos… —trago saliva al pensarlo—, pero si tenemos que sacar a tu hijo de allí, necesitamos estar preparadas. No podemos permitirnos ir completamente desarmadas.

Tobías asiente como si lo hubiese estado esperando.

—¿Estáis pensando en armas ocultas?

—En parte —responde Ceres—. Pero también algo de equipo básico como ganzúas, pociones, un par de dagas y una varita, por ejemplo. Cosas no demasiado grandes, pero que nos sean útiles si hay que improvisar una salida.

—Supongo que será complicado colar una armadura… —me lamento.

—Conformémonos con poder colar la maza, Diana —me dice Lyra, posando su mano en mi hombro.

—Podría facilitar que una pequeña bolsa con el equipo que mencionas se entregue como "regalo diplomático" al servicio de la mansión —interviene Tobías—. Los encargados de seguridad no revisan los obsequios que vienen sellados con el escudo correcto…

—Perfecto —celebro—. Que sea algo discreto y accesible. Y, a ser posible, que lo guarden cerca del salón.

—Para este tipo de eventos, se suele reservar una estancia para los obsequios. Tendréis que encontrarla por vuestros propios medios —apunta Tobías.

—Algo se nos ocurrirá —dice Lyra con convicción—. No es la primera fiesta a la que asisto, y espero que no sea la última.

Tobías nos observa pensativo durante unos instantes.

—Todavía tenemos dos días para ultimar los detalles —nos dice al fin, mientras se levanta de su asiento—. Me gustaría pediros que os quedéis alojadas en mi casa, hasta entonces. Aquí estaréis seguras.




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