42.Ceres
En las últimas semanas he estado haciendo un gran esfuerzo por ignorar las voces que habitan mi cabeza. Unos días con más éxito que otros, eso sí.
Pero hoy… en la sala del trono… Creo que he llegado a disfrutar cada una de las amenazas, insultos y desprecios con respecto a Arvaleg que han resonado en mi mente.
También tenemos mucho que decir sobre tus estúpidas amigas y su necesidad de conseguir que algún día te maten…
La verdad es que no tenía ninguna expectativa respecto a la reunión de hoy. Está completamente fuera de mi elemento. Pero puedo reconocer claramente la frustración de Lyra y la decepción en el rostro de Diana mientras nos dirigimos en silencio, escoltadas por un par de guardias, hacia el patio de armas.
El lugar es un gran espacio abierto situado en el ala sur del palacio al que hemos llegado tras descender la enorme escalinata que conecta directamente con la nave central del castillo. El enorme patio, de suelos empedrados, está rodeado por una galería porticada adornada con estandartes de la casa real. En el centro hay una pista de arena compactada donde un grupo de soldados entrena con lanzas y cadenas. Varias dianas de madera perforadas por flechas descansan a un lado. Más allá, una hilera de maniquíes de paja aguarda su destino frente a un grupo de reclutas, que blanden las armas con torpe entusiasmo.
El murmullo metálico del acero chocando con los escudos resuena en las paredes, acompañado del eco de las órdenes de los instructores.
Seguro que podríamos enseñarles a más de uno de estos soldaditos que es más efectivo rajar un cuello desprevenido que enfrentarse en combate directo…y muchísimo más divertido.
De repente siento arder el lugar en el cinto, donde deberían descansar mis dagas, recordando lo desprotegidas que estamos ahora mismo.
Los guardias nos guían hasta la sombra de uno de los pórticos más apartados y nos piden que esperemos antes de marcharse sobre sus pasos. Por fin nos quedamos solas y me limito a contemplar a mis amigas, esperando que alguna rompa el ambiente frustrado que nos envuelve.
—Vaya pedazo de cretino… —exclama Diana, contra todo pronóstico.
Lyra y yo la observamos con una mezcla de estupor y diversión.
—¿Qué? —nos pregunta visiblemente molesta—. ¿Acaso soy la única que piensa que lo que ha pasado ahí dentro ha sido humillante?
—Para nada —respondo alzando las manos inocentemente.
—Pero daba la sensación de que estabas muy tranquila con lo que estaba pasando…—le reprocha Lyra con una sonrisa cansada.
—Que sepa mantener los modales ante la autoridad no significa que esté de acuerdo con lo que está pasando. De no ser por mí, posiblemente hubiésemos salido de allí esposadas —resopla.
¡¡Se cree mejor que tú por comportarse como un perrito faldero!!
Aunque intento apartar las voces, esta vez no logro evitar que influyan en mi ánimo.
—Al final resultará que eres mejor actriz que Lyra —le digo con sequedad.
—No se trata de eso, se trata de saber comportarse. ¡Por todos los dioses, Ceres! ¡Se trata del Rey! —me abronca Diana.
—Un rey, al que, si no le llegamos a traer pruebas, nos acusa de traición allí mismo —sale en mi defensa Lyra.
—¿En serio te pones de su parte, Lyra? — la increpa Diana.
—No me pongo de parte de nadie Diana…pero el rey no lo ha puesto nada fácil.
—Además —sigo, sin disimular mi enfado—, aunque no te guste, no todos servimos para callar y asentir.
—No se trata de callar —replica ella, adelantándose hacia mí—. Se trata de sobrevivir. Un paso en falso en el momento equivocado nos puede arrastrar a todas detrás.
¿Lo ves? No eres más que una molestia para ellas. ¡Te lo dijimos!
—¡Oh, perdón! —exploto—. No sabía que era un peligro para vosotras.
Diana me mira con incredulidad, más herida que enfadada.
—No he dicho eso, Ceres. Solo intento que sigamos vivas mientras resolvemos esto.
—¿Y mientras tanto qué? ¿Aplaudimos cada vez que alguien nos humille? —le contesto—. ¡Joder! ¡Estamos tratando de ayudar!
—Pues a veces la única manera de ayudar es hacer un esfuerzo para mantener la calma. Deberías ser capaz de controlarlo —me recrimina.
—¿Tratas de decirme algo Diana? — pregunto mientras avanzo hacia ella, quedándome a menos de un palmo de su rostro.
—¡Pues que a veces no se si eres tú quien habla!
Y ahí está. Ya no estamos hablando del rey, sino de lo que pasa en mi cabeza.
No debiste contárselo a ella. Te hizo pensar que no importaba, pero solo eran mentiras.
Diana da un paso atrás apenas, como si sus propias palabras la hubieran sorprendido.
—No quise decir eso… —añade enseguida, bajando la voz.
—Oh si. —Escupo mi rabia—. Eso es exactamente lo que querías decir… ¡No confías en mí!
¡Eso es! Por fin lo ves, estúpida niña.

#4250 en Fantasía
#4966 en Otros
#666 en Aventura
aventura fantasia, aventura amigos, fantasia epica investigacion
Editado: 03.11.2025