En otra vida, podría llegar a decir que esta es una de las mejores fiestas en las que he estado, si no fuese por las circunstancias que nos ocupan. Si algún día me caso —aunque sé que eso no es para mí—, espero poder montar algo parecido a esto y poder disfrutarlo de verdad, sin tener que fingir todo el tiempo. Aunque dudo que mi presupuesto dé para tanto. O sí, quien sabe.
No voy a negar que me encanta ser el centro de atención, y hoy todos los ojos han estado sobre mí. Bueno… al menos hasta hace un rato, porque el vino y el exceso empiezan, por fin, a hacer estragos entre los asistentes. La fiesta está comenzando a cruzar la línea entre divertida y peligrosamente descontrolada, llegando a ese punto en que la gente empieza a hacer cosas sin pensar.
Hace un momento, un bardo recién licenciado se ha subido a una mesa a recitar un poema épico con intención de impresionarme, pero, o bien por los nervios, o bien por efecto del alcohol, ha olvidado la letra y ha empezado a cantar cualquier cosa mientras la mesa amenazaba con ceder. Por otro lado, Orik y alguno de sus primos se han empeñado en demostrar que son capaces de formar una pirámide con sus cuerpos. Como era de esperar, no lo han logrado. Incluso he llegado a ver, al fondo del salón, cómo una acróbata ha intentado hacer un mortal hacia atrás sin calcular bien las distancias y ha terminado colgada de una cortina, riéndose sin parar.
Y luego está Oslor, que parece encantado de conocerse… y conocerme a mí de paso. Se ha pasado la fiesta colmándome de atenciones mientras sus ojos centelleaban de codicia cada vez que se percataba de que uno de mis invitados se marchaba del brazo de alguno de sus cortesanos. Y he de reconocer que no han sido pocos. En verdad la gente de la farándula tenemos ganada la fama de promiscuos a pulso. Pero no es solo que el negocio de la noche le esté resultando redondo: también parece, sinceramente, interesado en tener algo con la futura novia. No se me escapan su forma de observarme, los roces disimulados ni las insinuaciones. Tal vez se me ha ido un poco de la mano mi capacidad de fascinar a quien me interesa. La antigua Lya estaría encantada y posiblemente se lo llevaría a la cama, sumando así otra muesca en la cabecera. Pero esa chica se ha retirado.
Al menos creo que he sacado en claro una cosa. No creo que Oslor sea un sectario. Seguramente solo lo están utilizando.
Sin embargo, esa conclusión deja de importarme en cuanto recorro el salón con la vista y noto una ausencia importante: Diana no está donde debería. Tal vez se ha sentido incómoda después de que ese escriba borracho haya decidido ofrecer una narración sobre la variedad de nombres que puede adoptar un miembro viril. La cuestión es que llevamos ya más de una hora y media de fiesta y no tenemos noticias de Ceres tampoco.
Mejor intento buscarlas; ya tengo bastante de esta fiesta por ahora.
Apenas me giro en dirección a la puerta, las veo. Están juntas en el umbral, mirándome como si llevaran un buen rato esperando que me percatara. Diana me hace un leve gesto con la cabeza indicándome que me acerque. Espero por los dioses que hayan descubierto algo ya, porque me está costando tener que esquivar las múltiples invitaciones a beber que me están ofreciendo.
Me aclaro la garganta y me vuelvo hacia Oslor y el pequeño grupo de aduladores que todavía me rodea.
—Disculpadme un momento —digo con una sonrisa perfectamente educada—. Pero creo que mis damas de honor solicitan mi atención.
Y salgo de allí sin esperar respuesta. Escucho a Oslor intentar retenerme con algún tipo de halago, pero apenas lo oigo mientras me abro paso por el salón hacia mis amigas, que parecen especialmente tensas, mirando a mi alrededor.
—Decidme que habéis encontrado algo… —les apremio nada más llegar.
—Depende de qué es lo que esperes que hayamos encontrado —responde Ceres—. Si te refieres a la secta: no, nada. Pero lamento informarte de que el gremio de asesinos ha decidido personarse en tu fiesta.
—¿Aquí? ¿Ahora?
Miro nerviosamente a mi alrededor. Hay muchas caras conocidas, pero otras no tanto.
—Hace un momento Ceres me ha quitado a uno de sus asesinos de encima —explica Diana mientras pasea la vista entre la multitud—. Pero no sabemos si puede haber más.
—Mierda… mierda… —balbuceo, sintiendo el estómago encogerse—. No habíamos previsto esto.
—Es tarde para arrepentirse —replica Diana, tensa—. Tenemos que terminar con esto, Lyra; estamos demasiado expuestas.
—Siempre podemos abandonar el plan… —sugiere Ceres, que también vigila a la gente de la sala.
—No creo que al rey le guste demasiado —les recuerdo con sorna.
—No, seguramente no. Pero es mejor enfadar a un rey que acabar muertas en esta fiesta —dice Ceres.
Tiene razón, esto se nos está yendo de las manos y no tenemos nada.
Me paso los dedos por el pelo, intentando ignorar el ruido, los gritos, el coro de enanos peleándose por quién desafina menos. La música sube, el alcohol sube… y nuestra seguridad baja.
—Esto ya no funciona —digo finalmente—. Y estoy cansada de bailar alrededor del problema, esperando que nos llegue la iluminación.
—Entonces, ¿qué hacemos? —pregunta Diana—. ¿Abandonamos?
—No. Vamos directas a la fuente —declaro—. Oslor.
#1216 en Fantasía
#1661 en Otros
#107 en Aventura
aventura fantasia, aventura amigos, fantasia epica investigacion
Editado: 15.12.2025