Escasez de luna

CAPÍTULO 18: DULCE SUEÑO PAN

AZAEL

Quería saber, tenía que saber si alguien le había hecho daño. Haría que cualquier persona, licántropo o un humano pagara las consecuencias de haber dañado a mi Luna.

No quiero pensar que hubiera pasado si no hubiera salido ese día, si no hubiera sentido su aroma, si hubiera llegado unos minutos más tarde…

Ella se mantuvo en silencio unos minutos y podía notar la discusión que tenía en su cabeza en sí decirme o no.

Respire con algo de fuerza, todo dentro de mí ardía con rabia por su condición y la causa de esta, pero no voy a obligarla. Eleve la mano y la pose en su hombro, ella notó el contacto y me miro.

—Está bien, puedes contarme cuando tengas más confianza en mí.

Pude sentir el alivio recorrer su cuerpo y me sentí mejor, quiero que este conmigo, que no tenga nada de que preocuparse.

El miedo recorrió mi cuerpo cuando la vi hace unas horas, su cuerpo temblando mientras lágrimas se derramaban por su hermoso rostro, solo hizo que quisiera cuidarla y protegerla de todo mal que se le quiera acercar.

Su aroma… joder, tuve que reunir todo mi autocontrol posible para no lanzarme a la tina y besarla. Cada vez que huelo ese dulce aroma a rosas y fresas frescas solo quiero enterrar mi rostro en su cuello y quedarme ahí para siempre.

Ahora podía sentir su leve aroma y la fragancia fresca del shampoo. Cuando termino de comer tome el plato y le dije que podía lavarse los dientes mientras llevaba el plato. Ella accedió y con pasos rápidos entro al baño. Mi corazón palpitó de ternura.

Salí de la habitación y me dirigí a la cocina, deje el plato en el lavavajillas y escuché un ruido en la sala de estar, camine hasta ese lugar y vi a mi madre sentada en el sofá mientras leía un libro. El ruido de mis pasos hicieron que elevará su rostro mirándome.

—¿Cómo está? —pregunte de inmediato con precaución.

Me acerco y tome asiento a su lado, me recosté en el respaldo del sofá y tome una respiración antes de contestar.

—Está mejor, ya comió.

Ella suspiró aliviada y acaricié su espalda, se asustó mucho.

—Pobrecita, debe haberlo pasado mal —hablo en voz baja y asentí tomando un pequeño respiro.

—Es ella.

Mi voz sonó calmada, pero mi corazón palpitaba con fuerza, todavía no lo podía creer.

—¿Eh? —mi madre me miro confundida, pero después de un rato su rostro cambio a uno sorprendido y ya cuando voltee a verla tenía algunas lágrimas brotando de sus ojos.

rápidamente la abracé y ella correspondió intentando rodearme con sus brazos, después de unos minutos se separó un poco de mí y limpio el rastro de lágrimas que quedaban. Ella sabía todo el dolor que tuve en cada luna llena en donde buscaba sin descanso a mi pareja. El enojo y la decepción recorría mi cuerpo en esos momentos y desaparecida por días para estar solo hasta que me rendí y ahora veme aquí.

—Solo me sorprendí, hijo. Pensé… —se quedó un momento en silencio para luego negar con la cabeza —, me alegro tanto de que hayas encontrado a tu pareja destinada. Sonreí un poco y volví a abrazarla, duramos así unos segundos hasta que se separó nuevamente y con voz algo graciosa:—Regresa con tu mate, debe estar esperándote.

—Está bien, pero tú también deberías dormir.

Me levanté del sofá y ambos nos deseamos buenas noches antes de regresar a nuestras respectivas habitaciones, al entrar encontré a Paola sentada sobre la cama mientras trataba de trenzarse el cabello.

Ella no sabe que esa hecha para mí, debo decirle en algún momento; sin embargo, primero quiero que esté calmada y lista para esa noticia, ya que no solo es mi pareja, sino que también es reina que demandara sobre nuestra especie, junto conmigo.

Por un momento recordé la llamada de mi madre esta tarde, más cuando dijo <<Paulette>>. Entorne los ojos antes de acercarme a ella.

—¿Quieres algo de ayuda? — pregunté cuando estaba frente a ella, tomado un mechón de su oscuro y salvaje cabello.

Ella me miró un momento, sus ojos azules me mataban. Su mirada fue a su cabello como si lo estuviera pensando, pero después de un minuto asintió y se dio la vuelta dándome la espalda. Tome su cabello con una mano y con la otra tome un cepillo y comencé a desenredarlo con cuidado, las pequeñas ondas que caían por su piel pálida y antes pensé que se trataba de algún problema alimenticio, ya que su color era demasiado pálido, no obstante me doy cuenta de que así es su piel, tan blanca como la porcelana. Además de las curvas que conformar su cuerpo de una manera exquisita.

Carraspee un poco tratando de no pensar en eso y me pregunte por qué me había mentido. Termine haciéndole una trenza a petición de ella y con una liga amarre la punta de la trenza para que no se desatara.

—Listo, Paulette. —avise poniéndome frente a ella para poder ver la reacción a su nombre, su cuerpo se tensó y me miro con… Miedo.

Paulette.

Le agradecí cuando mi cabello termino domado en una trenza, sin embargo, me tense al escuchar mi nombre en sus labios, mi verdadero nombre. Lleve mis ojos a los suyos que me miraban serios sin inmutarse un poco y trague saliva pensando en que hacer o decir. Es claro que quiere saber por qué le mentí, ¿Qué tal que me mate por haberle mentido a su majestad? Quizás me corte la lengua, y mejor deje de pensar en eso o terminaría temblando frente a él.

—Y-Yo… lo siento. —alcance a decir y por un momento pensé en lanzarme de la ventana y escapar antes de que me matara él mismo.

Azael no dijo nada, se quedó observándome por un momento hasta que sus ojos brillaron y su voz se hizo presente en una pregunta: —¿por qué mentiste sobre tu nombre?

¿Qué le puedo decir? Mentirle ya no será una opción, solo haré que me lance al mar Atlántico si es que no piensa matarme ahora.

—Soy un error que quiere desaparecer… —tome un pequeño respiro y continúe —no pienso quedarme en Haureld, no quiero que nadie sepa quién soy —dije cabizbaja, mi voz salió baja y tome varias respiraciones con algo de fuerza para no llorar.




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