Costa de Amalfi 2003
Hay momentos en la vida que nos definen para siempre, el viaje que hicieron Esclava5 y su familia por la costa de Amalfi, dejó una huella en todos ellos que el tiempo no puede borrar.
Agotadas tras una mañana caminando por paisajes de ensueño, preciosos, con vistas al mar desde precipicios vertiginosos. Exhaustas por el calor del verano, su hermana Irene y ella iban protestando. Querían volver al coche y dejar de dar vueltas. Tenemos hambre, vamos a comer ya, dijeron a su padre.
El ímpetu y las ganas de jugar de ambas, hicieron oídos sordos a la petición del padre. Llegaron al coche. Estaba extremadamente caliente, Irene puso el vehículo en marcha para que el aire acondicionado hiciera su trabajo. Se sentó al volante, haciendo que conducía, rápida por las curvas de la costa.
Irene era muy competitiva, sobre todo con su hermana menor, pasaban el día en guerra continua, aunque no lo confesaban, entre ambas no había la conexión y el amor que son propias entre hermanos, sólo una lucha por ser la favorita del padre o de la madre, eran hermanas de padre, pues él se había casado por segunda vez. Esclava5 nació de ese matrimonio. Irene no la soportaba, muy influenciada por su madre, que culpaba del fracaso de su matrimonio a la jovencita descarada que le había robado al marido. Esclava5, siempre se llevaba la regañina, la culpa o cualquier castigo que hubiera en juego. Sólo eso satisface a Irene, en sus continuas confrontaciones. A diario el padre tenía que intervenir.
Esta fue la gota que faltaba. Irene enfadada, pisó con fuerza el pedal del acelerador, no pasó nada, entonces recordó los movimientos que hacía el padre, para iniciar la marcha, empujó la palanca de cambio a “Directa”, era un coche automático, le dio un patadón al acelerador. El deportivo respondió con brío al acelerón, llevando el coche carretera abajo, hacia la curva cerrada en que terminaba la bajada empinada.
Se oyó al padre gritar a pocos metros, moviendo las manos en alto, PARAD – PARAD
Pero el coche, no sabía de órdenes verbales, siguió su alocada marcha. Irene aún enfadada, no levantó el pie. El padre miró hacia donde se dirigía el coche. La curva giraba hacia la derecha; a la izquierda el precipicio sobre el mar. Vio abrirse la puerta derecha y salir rodando a Esclava5. En el siguiente instante, el coche se estrelló contra el quitamiedos, destrozándolo, atravesó la última barrera. El grito del padre desgarrado IRENE, se oyó en todo alrededor. Desapareció el coche de la vista. Se asomó inmediatamente por el hueco dejado en las barreras. Esclava5 estaba levantándose del suelo, algo dolida, se unió al padre.
El horror, no era suficiente, el padre gritaba IRENE , IRENE una y otra vez, era evidente que no podía estar viva. Abajo, muchísimos metros abajo, al borde del agua. Humeaban los restos del deportivo, el cuerpo ni se veía, seguro que estaba atrapada entre los hierros.
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Editado: 05.02.2020