Esclavos De La Unión: El Continente Renacido

CAPÍTULO 1: ENCUENTRO

Por fin he llegado a la entrada de la cueva, estoy toda sudada y con un par de arañazos en la cara. ¿A quién se le ocurre venir hasta aquí? A ella, ¿a quién si no? La cueva se encuentra a unos cuatro kilómetros, bosque adentro, de nuestro pueblo. He tenido que utilizar mi día libre para ver si la encuentro, ya que hace un día que se vino a explorar la cueva, según ella "para encontrar un nuevo material que nos saque de esta mísera vida que tenemos". Mi amiga está obsesionada, la verdad es que no vivimos con muchos lujos, pero al menos nos da para comer y pagar los impuestos y facturas. Eso sí, como pierda muchos días de trabajo... entonces sí que empezaremos a tener problemas. Por eso he decidido venir. He de encontrarla y llevarla a casa, aunque sea cogiéndola de la oreja, la jefa está muy cabreada y como la despida... Me quito esos pensamientos de la cabeza, ella es un poco impulsiva, pero para nada una estúpida, o eso quiero pensar, así que seguro que atiende a razones.

En fin, separo las algas que hacen de cortina a la entrada a la cueva. La verdad es que la descubrimos por casualidad un día mientras paseábamos, pero a los cinco minutos de entrar ya supe que era muy peligrosa. Había pasillos por todas partes. Aquellas grutas parecían internarse kilómetros y kilómetros. Era muy peligroso y así se lo hice saber a ella. ¿Me hizo caso? No, tan imprudente y cabezota como es. Dijo que esto podría ser una gran oportunidad para nosotras, que podríamos encontrar algún yacimiento de material especial, que nadie hubiese descubierto, o una veta de alguna piedra preciosa de gran valor comercial. Que eso nos sacaría de nuestra miserable casa, que no pasaríamos ni hambre, ni frio ni tendríamos que aguantar a capullos dándonos órdenes. Seriamos libres, libres para hacer lo que nos diese la gana e ir a donde quisiéramos sin rendirle cuentas a nadie.

- ¿Te lo imaginas, Alicia? - Me preguntó. - ¿Te imaginas qué felices seríamos?

- Baja de las nubes- Le contesté tan práctica como yo era. - Lo que de verdad nos da dinero para vivir es nuestro trabajo. ¿Qué ganaríamos perdiéndonos en estas cuevas? Yo te lo diré, nos moriríamos de hambre perdidas en medio de la oscuridad, y lo que es peor, encima nos despedirían.

- Qué corta de miras eres. - Me dijo sacándome la lengua.

- Soy realista. -Respondí. – Venga, vámonos de aquí, podríamos perdernos. Y, aunque quisieras explorar la cueva, no tenemos los materiales necesarios. Venga, salgamos de aquí.

Conseguí aquel día convencerla de que volviéramos al pueblo, pero en su mente ya se había formado una idea, y eso es algo muy peligroso, porque una idea es como una espina metida en el cuerpo que, si no te la sacas, se va haciendo más y más profunda hasta que echa raíces y luego no la puedes arrancar. Y molesta hasta que no la resuelves. Amiga mía, ¡qué habrás hecho!

Doy unos pasos, iluminando la gruta con una potente linterna, y me doy cuenta de que no ha tomado precauciones. Esta chiquilla se habrá metido aquí dentro, se habrá perdido y no sabrá volver. A ver si la encuentro rápidamente y salimos de aquí. No me gusta esta oscuridad.

Coloco un gancho en el suelo con la ayuda de un martillo, para después hacer un buen nudo con el extremo de una bola de lana que llevo. Lo mío es ser práctica. Esta bola lleva unos mil metros de lana enrollada, así voy desplegándola mientras avanzo para saber salir luego de la cueva.

Me levanto y noto un cosquilleo en mi hombro. ¡Mierda! Qué susto, es una asquerosa araña mutante de las cavernas. Resulta que estos seres repulsivos vienen del Antiguo Mundo (sus huevos son mecidos y traídos por el viento), por lo tanto están radiadas y mutadas. Son igual de grandes que un sapo y tienen catorce ojos, son pegajosas y huelen fatal. Al menos no son peligrosas para los humanos, no trasmiten apenas radiación con sus mordiscos, pero sí son capaces de devorar a roedores de buen tamaño. Un mordisco de estas criaturas te puede hinchar el músculo durante horas, así que la golpeo rápidamente con mi mano, haciendo que choque contra la pared. Ilumino hacia donde he lanzado la araña y la veo quieta, con las pinzas en alto y amenazándome. Incluso hace bufidos, como los gatos. Pero yo a estas las tengo caladas, así que doy un fuerte pisotón en el suelo, se asusta y echa a correr para esconderse, son unas cobardes. Mucho amenazar, pero a la hora de la verdad nada.

Alicia 1-Araña mutante 0.

Me rio por mi ocurrencia y, acto seguido, decido meterme por el corredor que hay a la derecha. Es importante deshilar la lana, porque las paredes de esta cueva están hechas de grefteno, un material que se descubrió con el deshielo del continente. Este material inhibe cualquier onda, ya sea de móvil, radar, sónar... Por ese motivo no suelen haber murciélagos en las cuevas del Continente Renacido o Renaciàtica, nombres que recibe el continente donde vivimos, aunque antiguamente tenía otro. Así que, si me pierdo, no me podrán encontrar con ningún aparato tecnológico. Pero para eso están las viejas recetas. Una vez leí que, en un laberinto donde habitaba un minotauro, se utilizaba un hilo dorado para evitar extravíos. De ahí mi idea de la lana.



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En el texto hay: distopia, tecnologia, chicas protagonistas

Editado: 24.02.2019

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