Lady Harmony se abrazó a sí misma, tratando de calmar el leve temblor en sus manos mientras esperaba en aquel parque discreto, lejos de miradas indiscretas. Había sido un verdadero desafío salir de la casa sin ser descubierta. Pero, afortunadamente, su hermana Emma la había ayudado a distraer a sus padres y a la carabina, permitiéndole escabullirse sin levantar sospechas.
El aire fresco de la mañana agitaba suavemente los pliegues de su vestido azul celeste, adornado con encaje blanco en las mangas y el corpiño. Era un atuendo elegante pero discreto, ideal para una salida común, aunque en su caso, estaba a punto de verse con un espía de la corona… nada tenía de común aquella reunión.
Sus pensamientos se interrumpieron cuando una figura alta y elegante apareció entre los senderos del parque. William Goldsmith, Duque de Wellington, se acercaba con paso firme, vestido con una casaca oscura perfectamente ajustada, su porte tan regio como siempre. Parecía un hombre que no pertenecía a ese entorno relajado, sino a los salones de baile y a las reuniones estratégicas.
—Excelencia. —saludó Harmony con una leve inclinación de cabeza, ocultando su emoción tras un aire de tranquila cortesía.
—Lady Harmony. —William asintió con la misma formalidad. Luego la observó con detenimiento, como si analizara cada detalle de su apariencia—. Espero que no haya sido demasiado complicado salir sin ser descubierta.
—No lo fue tanto, aunque requirió de algo de ingenio. —sonrió ella con ligereza—. Emma fue de gran ayuda. Pero, dígame, ¿por qué tanto misterio? ¿De qué trata exactamente esta misión?
William entrecerró los ojos, cruzando los brazos sobre su pecho.
—No puedo decirle demasiado todavía. —respondió con tono cauteloso—. Primero, necesito su ayuda con algo más simple.
Harmony arqueó una ceja.
—¿"Algo más simple"? —repitió con escepticismo—. ¿Cómo qué?
—Información. —dijo él con firmeza—. Necesito que me hable de ciertos miembros de la alta sociedad.
—¿De quiénes en particular?
—Por ejemplo, Lord Devon. —William la observó atentamente—. ¿Sabe con quién se relaciona? ¿Quiénes son sus aliados y enemigos?
Harmony pensó por un momento, repasando mentalmente todo lo que sabía del marqués de Norfolk y su círculo.
—Lord Devon es un hombre ambicioso. —empezó ella—. Siempre ha intentado posicionarse políticamente, pero sus deudas de juego lo han puesto en una situación delicada. Últimamente, se le ha visto muy cercano al Vizconde de Radcliffe .
William asintió, procesando la información.
—¿Y qué hay de su relación con la familia real?
—No es abiertamente leal a la Corona, pero tampoco se ha manifestado en su contra. Es el tipo de hombre que esperará a ver quién tiene la ventaja antes de tomar partido.
William apretó la mandíbula.
—Eso lo convierte en alguien peligroso.
Harmony se encogió de hombros.
—Muchos en la alta sociedad son así, Excelencia. No hay lealtades verdaderas, solo intereses.
William la miró con una mezcla de sorpresa y admiración.
—Parece que entiende bien cómo funciona este mundo.
—He pasado tres temporadas sociales observando a los mismos hipócritas jugar sus juegos de poder. Créame, Excelencia, si hay algo que sé hacer bien, es notar quién es sincero y quién no.
William la observó en silencio por unos segundos más, como si evaluara lo que acababa de escuchar.
—Muy bien, Lady Harmony. —dijo finalmente—. Seguiré necesitando su ayuda con esto. Y cuando sea el momento, le diré exactamente de qué trata la misión.
Harmony asintió con determinación.
—Entonces estaré esperando, Excelencia.
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El aire fresco del parque envolvía a William y Harmony mientras caminaban lentamente por los senderos de grava, disfrutando del silencio ocasional que se intercalaba entre su conversación. Aunque habían hablado de la misión, la atmósfera entre ellos se había vuelto más relajada, casi como si por un momento pudieran olvidar en qué se estaban metiendo.
Harmony ajustó su chal sobre los hombros y miró de reojo a William.
—No pensé que aceptarías mi ayuda tan fácilmente —dijo con una leve sonrisa—. Creí que insistirías más en protegerme y mantenerme al margen.
William exhaló un suspiro, desviando la mirada hacia los árboles.
—Créeme, todavía pienso que esto es una locura —admitió con franqueza—, pero necesito a alguien que sepa moverse en estos círculos sin levantar sospechas. Y usted —hizo una pausa y la miró de reojo— es la mejor opción.
Harmony sonrió, aunque no pudo evitar sentir que detrás de esas palabras había algo más. Tal vez una pequeña preocupación disfrazada de pragmatismo.
Cuando llegaron al borde del camino, un carruaje de alquiler esperaba por Harmony. Ella se detuvo junto a la puerta, observando a William con una mezcla de emoción y nerviosismo.
—Entonces… ¿nos veremos pronto? —preguntó, apoyando una mano en la puerta del carruaje.
William asintió lentamente.
—Mañana en el club de lectura de Lady Pembroke. Sé que muchas damas de la alta sociedad asisten y puede ser una oportunidad para escuchar conversaciones interesantes.
Harmony soltó una leve carcajada.
—¿El Duque de Wellington en un club de lectura? Eso sí que será una rareza.
William ladeó una sonrisa.
—Haré el sacrificio.
Harmony le dedicó una última mirada antes de subir al carruaje. William observó cómo el cochero azotaba las riendas y el vehículo se alejaba entre el sonido de los cascos sobre la piedra. No se movió de su sitio hasta que el carruaje desapareció de su vista.
—Curiosa imagen —dijo una voz conocida a su espalda.
William no tuvo que girarse para saber de quién se trataba. George Brown se acercó con aire relajado, pero con una chispa de interés en la mirada.
—¿Debo preguntar qué hacías con Lady Harmony Spencer?