William y Cristal descendieron del carruaje frente a la residencia de Lady Pembrooke. La mañana era fresca, y el bullicio de la ciudad apenas llegaba hasta aquella zona distinguida donde las damas se reunían para su exclusivo club de lectura.
—No veo por qué has insistido en acompañarme —dijo Cristal, ajustando los guantes de encaje que llevaba.
—Porque madre lo pidió y porque quería asegurarme de que llegaras bien —respondió William con una sonrisa ladeada.
Cristal entrecerró los ojos.
—Deberías dejar de preocuparte tanto hermano—murmuró en voz baja—Estuvimos muchos años sin ti y se como cuidarme
Él la miró con seriedad, pero decidió no responder. En su lugar, le tendió la mano para ayudarla a bajar del carruaje.
—Diviértete, Cristal —dijo con tono neutral.
—Eso haré—agregó ella antes de girarse y entrar a la residencia de Lady Pembrooke.
William la observó desaparecer en el interior del edificio antes de soltar un suspiro y girarse. Tenía otro motivo para estar ahí.
A lo lejos, entre las damas que llegaban, vio a Harmony.
El corazón le dio un vuelco, una reacción que ya le resultaba demasiado familiar y, al mismo tiempo, irritante. Ella lucía radiante, con un vestido en tonos lavanda que resaltaba el azul profundo de sus ojos y el brillo de su cabello oscuro.
Sin poder evitarlo, se acercó a ella, deslizándose entre la multitud con una naturalidad que pocos podían igualar.
—Lady Harmony —saludó, inclinando levemente la cabeza.
Harmony giró el rostro y, por un instante, pareció sorprendida de verlo ahí. Luego, recuperó la compostura y le dedicó una sonrisa.
—Excelencia ¿También has decidido unirse al club de lectura?
William arqueó una ceja.
—No estoy seguro de que Lady Pembrooke aprecie mi presencia en un evento exclusivamente para damas —respondió con tono socarrón.
Harmony rió suavemente.
William se dio cuenta de que la había estado observando fijamente todo ese tiempo. Por un instante, olvidó qué debía decirle, atrapado en la forma en que la luz del sol acariciaba su piel.
Harmony continuó hablándole, pero él apenas la escuchaba. Sus labios se movían, su expresión cambiaba con cada palabra, pero el sonido parecía distante.
Su mente se llenó con una sola idea: era hermosa.
Tan absorto estaba en aquel pensamiento que tardó en darse cuenta de que ella lo estaba mirando con curiosidad.
—¿Me estás escuchando?
William parpadeó y aclaró la garganta.
—Por supuesto.
—¿En serio? Porque acabo de decirte que Lord Devon ha decidido organizar un torneo de ajedrez solo para caballeros, y tú asentiste como si te pareciera lo más lógico del mundo.
William sonrió, divertido.
—Bueno, quizás debería inscribirme.
Harmony soltó un suspiro y negó con la cabeza.
—Definitivamente no me estabas escuchando.
—Mis disculpas —dijo él con tono divertido—. Me distraje.
—¿Con qué?
William entrecerró los ojos ligeramente, como si estuviera considerando su respuesta.
—Con algo que no debería distraerme —murmuró.
Harmony parpadeó, ligeramente desconcertada. Pero antes de que pudiera preguntar a qué se refería, él cambió el tema.
—En fin, no quiero entretenerte más. Solo quería recordarte que te esperaré afuera cuando termine la reunión.
Ella lo miró con escepticismo.
—¿Me esperara?
—Así es.
—¿Por qué?
William sonrió con calma.
—Digamos que todavía tenemos asuntos que discutir.
Harmony sintió un leve escalofrío recorrer su espalda. No estaba segura de qué significaban sus palabras, pero una parte de ella anticipaba que aquella conversación sería mucho más interesante de lo que esperaba.
—De acuerdo —dijo finalmente.
William inclinó la cabeza a modo de despedida y se alejó, dejando a Harmony con una sensación extraña en el pecho.
❀✿–❀✿–❀✿–❀✿–❀✿–❀✿–❀✿–❀✿–❀✿
Lady Cristal y Lady Catherine estaban en un rincón apartado del salón, donde la luz de las lámparas apenas llegaba. Catherine sollozaba en silencio, secándose las lágrimas con un fino pañuelo de encaje, mientras Cristal la miraba con fastidio.
—No puedo creerlo —espetó Cristal, cruzándose de brazos—. ¿Cómo es posible que no pudieras conseguir ni un poco de su atención?
—¡Lo intenté! —sollozó Catherine—. Fui encantadora, hablé de todos los temas que a los hombres les gustan, incluso le sonreí como mi madre me enseñó. Pero él simplemente… no me miraba.
Cristal apretó los labios, claramente frustrada.
—Eso no es suficiente, Catherine. Necesitabas hacer más.
—¿Más? ¿Qué más podía hacer? —preguntó Catherine con voz ahogada—. Me acerqué, le hablé con dulzura, incluso… incluso intenté besarlo.
Cristal la miró con incredulidad.
—¿Intentaste besarlo?
Catherine asintió, avergonzada.
—Y él me apartó con frialdad. Me dijo que me respetara a mí misma… fue humillante.
Cristal cerró los ojos con frustración y dejó escapar un suspiro.
—Tienes que ser más sutil. Los hombres como mi hermano no caen con tácticas evidentes. Necesitas atraparlo de otra manera.
Catherine sollozó de nuevo, pero antes de que Cristal pudiera continuar con su reprimenda, alguien se acercó.
Lady Harmony caminaba con paso seguro entre las damas de mayor edad, aquellas casadas con hombres de gran influencia en la sociedad londinense. Fingiendo estar interesada en la conversación trivial sobre modas y té, escuchó con atención cualquier comentario útil .
Fue entonces cuando Lady Devon habló, con un tono casi travieso.
—Mi esposo ha estado tan ocupado últimamente… pero no me quejo. Se ha vuelto un hombre muy discreto y llega a casa en la madrugada, completamente agotado. Me deja dormir sin interrupciones, es un alivio.
Algunas de las damas rieron suavemente, pero Harmony sintió que aquellas palabras tenían un doble significado.