Escribiendo nuestra historia de amor

CAPITULO 16 ♥

Henry Gardiner se encontraba en el estudio de la mansión Spencer cuando Lady Margaret entró con su porte sereno, pero con una expresión que delataba una inusual preocupación. Él se levantó de inmediato, inclinando levemente la cabeza en señal de respeto.

—Mi lady —saludó con cortesía—. ¿En qué puedo ayudarla?

Margaret se sentó frente al escritorio de madera oscura y observó a Henry con detenimiento antes de hablar.

—Quiero que me informes a cuánto ascienden las dotes de mis hijas y qué propiedades están ligadas al condado —dijo con voz firme, aunque su tono era más bajo de lo habitual.

Henry asintió, sin mostrar sorpresa, y tomó unos documentos de la estantería cercana.

—Por supuesto, mi lady. Según los registros más recientes, las dotes de Lady Emma y Lady Harmony ascienden a veinte mil libras cada una, además de ciertas propiedades en los alrededores del condado. Lady Isabella, como su sobrina, también tiene una suma considerable asegurada por el fideicomiso de su madre.

Margaret tamborileó los dedos sobre el escritorio, pensativa.

—¿Y si quisiera disponer de una parte de ese dinero?

Henry levantó la vista de los documentos y frunció el ceño levemente.

—Mi lady, ese dinero está destinado únicamente para sus hijas. No puede ser utilizado sin justificación, y cualquier retiro fuera de lo estipulado tendría que ser aprobado por su esposo, el conde.

Margaret presionó los labios en una línea tensa.

—¿Y si lo justificara con una inversión para la familia?

Henry suspiró, sabiendo que ella no era una mujer que preguntaba por mera curiosidad.

—Dependería de la cantidad que necesite y del propósito exacto de la inversión. Si es una suma pequeña, podría gestionarse sin llamar demasiado la atención, pero si es una cantidad considerable…

—Es una cantidad considerable —interrumpió Margaret con firmeza—. No puedo revelar la razón, pero es algo que necesito con urgencia.

Henry entrecerró los ojos, observándola con cautela.

—Mi lady, ¿se encuentra en algún tipo de problema?

Margaret sostuvo su mirada durante unos segundos, luego desvió la vista hacia la chimenea.

—No es nada que deba preocuparle. Solo necesito saber si hay alguna forma de acceder a ese dinero sin que mi esposo lo sepa.

Henry exhaló con frustración.

—Me temo que, sin la aprobación del conde, no hay manera de disponer de una suma significativa sin levantar sospechas. Sin embargo…

Margaret volvió a mirarlo, aferrándose a la pequeña esperanza en su tono.

—Sin embargo, si la cantidad es menor y se presenta como una mejora en las tierras del condado, podría justificarse sin necesidad de involucrar directamente al conde.

Margaret meditó la idea. No era suficiente para saldar su deuda con Drake, pero podría servir como un primer pago y ganar tiempo.

—Hazlo —ordenó sin titubear—. Lo antes posible.

Henry la observó por un momento, antes de asentir.

—Haré los arreglos necesarios, mi lady. Pero le advierto que si el conde llega a preguntar, no podré encubrirla.

Margaret esbozó una sonrisa amarga.

—Lo sé, Henry. Solo ocúpate de conseguirlo.

Henry inclinó la cabeza y salió del estudio, dejando a Margaret sumida en sus pensamientos. Sabía que esto no sería suficiente, pero al menos ganaría tiempo para encontrar otra solución antes de que Drake la arrastrara al abismo con él

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El carruaje avanzaba por las calles de Londres con un suave traqueteo, pero dentro de él reinaba un silencio inusual. Emma y Harmony estaban sentadas una frente a la otra, absortas en sus propios pensamientos.

Emma, con la vista perdida por la ventanilla, repasaba cada palabra, cada mirada que había compartido con Lord George Brown. Recordaba su tono de voz, la forma en que sonreía cuando intentaba coquetear con ella, y cómo la hacía sentirse al mismo tiempo divertida y desconcertada. Nunca antes había pensado en él como algo más que un conocido, pero últimamente su presencia parecía afectarla de formas inesperadas.

Por otro lado, Harmony no podía apartar de su mente a William. Pensaba en su conversación, en cómo se había abierto a ella sobre su padre, y en cómo había estado a punto de besarla antes de ser interrumpidos por Emma. Su corazón latía con fuerza cada vez que recordaba la intensidad de su mirada y la calidez de su mano cuando la sostuvo. Sin embargo, su compromiso con Lord Hamilton la atormentaba. ¿Cómo podía sentirse de esa manera por otro hombre cuando su destino ya estaba decidido?

El carruaje llegó finalmente a la mansión Spencer, y ambas hermanas descendieron con movimientos mecánicos. Apenas cruzaron el umbral de la gran entrada, sus pensamientos se vieron interrumpidos por una escena inesperada.

En la sala, Isabella conversaba animadamente con Henry Gardiner, el asesor legal y administrador de la familia. La joven reía con suavidad, sus mejillas ligeramente sonrojadas, mientras Henry la escuchaba con una expresión indulgente y paciente.

—¿Qué crees que estarán hablando? —susurró Emma, arqueando una ceja con curiosidad.

—No lo sé —respondió Harmony, observando con atención la escena—. Pero Isabella parece… feliz.

Emma entrecerró los ojos, analizando a su prima. Era cierto. Isabella tenía una expresión radiante, una que pocas veces se le veía. Solo entonces se percató de la forma en que miraba a Henry, de la manera en que sus ojos brillaban y de cómo inclinaba la cabeza con timidez cada vez que él le respondía.

—Oh, cielos… —murmuró Emma, cubriéndose la boca—. Isabella está enamorada de Henry.

Harmony giró la cabeza para mirar a su hermana, sorprendida.

—¿En serio crees eso?

—Míralos bien —insistió Emma, señalándolos con la barbilla—. La forma en que lo mira, cómo se ríe de todo lo que dice. Y Henry… bueno, él siempre es muy serio, pero con ella parece más relajado.




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