Escribiendo nuestra historia de amor

CAPITULO 21 ♥

La noche era fría y silenciosa cuando Lady Margareth se reunió con su primo Drake Lewis en un callejón apartado, lejos de las miradas curiosas de la alta sociedad. Ella llegó envuelta en una elegante capa azul oscuro, con el rostro severo y el corazón latiendo con furia en su pecho. No podía creer que estuviera allí, entregando dinero a un hombre que, años atrás, había sido dado por muerto en la Batalla de Waterloo.

Drake, con su porte desgarbado pero aún con ese aire de arrogancia que siempre lo había caracterizado, tomó la bolsa de cuero que ella le extendía y la sopesó con una expresión insatisfecha.

—¿Esto es todo? —preguntó con desdén, arqueando una ceja.

—Veinte mil libras —respondió Margareth con voz firme—. No puedo sacar más sin levantar sospechas.

Drake chasqueó la lengua, visiblemente molesto.

—Necesito más.

—¿Para qué, Drake? —Margareth lo miró con dureza—. Ya he hecho suficiente al reunir esta cantidad. No me pidas más sin darme respuestas.

Drake dejó escapar una risa baja y burlona.

—Lo mejor para ti es no saber.

Margareth apretó los labios. Su paciencia se estaba agotando.

—Exijo saberlo. ¿Dónde has estado todo este tiempo? ¿Por qué todos creímos que habías muerto en Waterloo? ¿Cómo lograste desaparecer sin dejar rastro?

Drake la observó por un instante con una sonrisa ladina, pero no contestó a ninguna de sus preguntas.

—No es relevante, querida prima. Lo que importa es que estoy aquí.

Margareth sintió una punzada de frustración. Su primo siempre había sido así, esquivo, lleno de secretos y con una moral cuestionable.

—Si crees que seguiré dándote dinero sin respuestas, estás equivocado —espetó, alzando la barbilla.

Drake inclinó la cabeza con una sonrisa torcida.

—Tienes la misma terquedad de siempre.

Margareth bufó.

—Y tú el mismo descaro.

Hubo un silencio tenso entre ambos. Finalmente, Drake la miró con una expresión más seria.

—Cuida a tu familia, Margareth. En especial a tu hija Harmony.

Margareth frunció el ceño.

—¿Qué quieres decir con eso?

Drake suspiró y dio un paso más cerca, bajando la voz.

—Solo te diré que la historia tiende a repetirse. Ten cuidado con lo que hace tu hija… Podría estar cometiendo los mismos errores que tú cometiste en el pasado.

Margareth sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—No sé de qué hablas.

Drake se encogió de hombros y sonrió de manera enigmática.

—Por supuesto que lo sabes.

Margareth sintió su estómago revolverse. Sabía exactamente a qué se refería.

Antes de que pudiera decir algo más, Drake se giró para marcharse, pero antes de desaparecer en la oscuridad, dejó caer una última frase:

—Ese duque… el hijo de Demetrio… se parece demasiado a él.

Margareth sintió que la sangre se le helaba. Se quedó en su sitio, viendo a su primo desaparecer entre las sombras, mientras su mente se llenaba de pensamientos inquietantes.

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Margareth entró en la mansión con pasos pesados, sintiendo cómo el peso de la conversación con Drake aún la oprimía. Se frotó las sienes con cansancio mientras subía las escaleras hacia su habitación. No podía quitarse de la cabeza aquellas palabras que su primo le había dicho antes de marcharse.

"La historia tiende a repetirse…"

"Ese duque… el hijo de Demetrio… se parece demasiado a él."

No, no podía ser. Harmony era una dama educada, recatada, una joven dulce y responsable. Pero entonces, la duda comenzó a crecer en su pecho como una sombra. ¿Y si su hija le estaba ocultando algo?

Se sentó en la silla frente al tocador y se miró en el espejo. Su rostro reflejaba cansancio, pero lo que más veía en su mirada era la inquietud.

Harmony se había desaparecido sin previo aviso, había salido de casa sin dar explicaciones, y cuando regresó…

Margareth recordó su expresión. Su hija estaba radiante, con los ojos brillantes y una sonrisa apenas contenida. En su momento, no le había dado demasiada importancia, pero ahora, después de lo que Drake le había dicho, comenzó a dudar.

"¿Y si de verdad estuvo fuera toda la noche?"

El pensamiento la horrorizó.

No iba a permitirlo. No iba a dejar que Harmony siguiera un camino de indiscreciones que arruinara su reputación y su futuro. No cuando ella misma había vivido en carne propia lo que significaba cometer un error irreparable en la juventud.

Se levantó de golpe y tocó una campanilla. Segundos después, Lotty apareció en la puerta.

—¿Mi lady?

Margareth se giró hacia su criada con una expresión severa.

—Quiero que vigiles a Lady Harmony.

Lotty parpadeó sorprendida.

—¿Vigilarla, mi lady?

—Sí —respondió firme—. Quiero que estés atenta a todo lo que haga. Si sale, si recibe cartas, si alguien la busca. No quiero que nada se me pase por alto.

Lotty dudó por un momento, pero al ver la seriedad en el rostro de su señora, asintió.

—Como desee, mi lady.

Margareth suspiró y miró por la ventana hacia la noche oscura.

"No permitiré que mi hija cometa los mismos errores que yo."

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Ethan Cradford, ahora conocido entre los rebeldes como Charles Edward, se movía con cautela dentro del círculo de conspiradores. Había logrado infiltrarse gracias a sus habilidades con la persuasión y el engaño, mezclándose entre hombres que estaban dispuestos a derramar sangre por sus ideales.

Dentro de un establo en la calle Cato, un sitio oscuro y húmedo, iluminado apenas por algunas lámparas de aceite, se reunían los principales cabecillas de la conspiración: Arthur Thistlewood, la mente maestra detrás del atentado, junto a John Thomas Brunt, William Davidson, John Ings y Richard Tidd. Todos tenían rostros endurecidos por la determinación y la rabia acumulada contra la monarquía y el gobierno de Jorge IV.




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