Después de haber pasado la iglesia unos cinco kilómetros atrás, salía un camino angosto de ripio hacia la izquierda. Era sin duda el camino hacia su destino. Mientras tomaba el camino disminuyó la marcha para evitar levantar mucho polvo y también para que el andar sobre el ripio sea un poco más suave. Mientras tanto se puso a pensar cuándo fue la última vez que había podido escribir algo decente...El maldito bloqueo hacía un año y medio que lo tenía parado. Su editor ya estaba comenzando a presionar para que saque una nueva novela, se acercaba fin de año y los seguidores de "Dalmiro Chakman" querían algo nuevo (su apellido real era Machado, pero mucho más comercial y marketinero era llamarse Chakman), si bien no era un escritor muy famoso, ya había logrado fidelizar una gran masa lectores gracias a sus tres novelas anteriores. Una era: "La Condena", la primer novela que sacó y editó formalmente (su experiencia hasta esa época se había basado en una colección de cuentos de terror y misterio que, dentro de algunos foros y lugares de internet de aficionados, habían tenido bastante repercusión), esta novela hablaba de la época de la inquisición y de la brujería, ese había sido el puntapié inicial que lo llevó a poder editar la segunda novela: "Más allá de los ángeles", en donde se despachó matando ángeles y demonios a diestra y siniestra. Esa novela había gustado mucho, tuvo un premio local y uno de una editorial española (esas que se concursan por internet). De hecho, ya había empezado a ganar algo de dinero, allí fue cuando se compró el auto, no podía creer que lo había podido pagar todo en efectivo. Si bien era usado, hasta ahora que se le había roto el aire acondicionado, no había tenido problemas. La última novela que había publicado hacía ya un año y medio y fue: "Suspiros", que trataba de unos fantasmas que acosaban a una familia de ateos. La idea de que a personas que no creen en ningún Dios ni demonio las acosaran espíritus del más allá también había gustado mucho, y hasta había sido tema de controversia en algunos medios locales y de internet conjuntamente. Pero ahora se encontraba en cero, todo era "blanco" en su mente.
La idea de alquilar una casa encantada, cuando se la mencionó su editor, le había parecida una idiotez en un principio y hasta se fue enojado de la editorial. Pero luego, en su pequeño departamento de dos ambientes en el medio de la ciudad, comenzó a amigarse con la idea, después de todo el bloqueo estaba allí, había que intentarlo al menos, de paso tampoco le vendría mal salir de la ciudad y respirar un poco de aire fresco, por otro lado sus finanzas comenzaban a ser una preocupación. Algo tenía que hacer.
Así fue que, por recomendación de su editor, logró alquilar la casa a la que se dirigía ahora. Como tenía esa fama la alquiló en un valor muy bajo, el de la inmobiliaria lo había querido convencer de que no alquile esa casa porque estaba lejos y en muy mal estado general, como no lo convenció le hizo firmar un acta de responsabilidad, donde especificaba que el locador (o sea, él mismo) se hacía cien por cien responsable de su propia seguridad deslindando a la inmobiliaria de cualquier lesión o daño que se produjera durante el arrendamiento. Sorprendido Dalmiro firmó el convenio y finalmente le dieron la dirección y un juego de llaves. Le habían dicho que la casa no tenía teléfono fijo, así que si tenía celular mejor sería que lo tenga a mano y cargado por cualquier cosa. Tampoco contaba con conexión a la red eléctrica, por lo tanto la electricidad se la proporcionaba un generador pequeño que estaba en el cuarto de herramientas de la casa, le habían recomendado enérgicamente que por lo menos se llevara unos veinte o treinta litros de combustible para hacerlo funcionar unos siete u ocho días, si solo usaba las luces de noche para iluminar la casa y enchufar el cargador de alguna computadora o celular. La siguiente recomendación que le hizo (ya no le llamaba la atención y casi la había adivinado), era que tampoco contaba con gas natural obviamente, así que sería prudente hacerse con una garrafa de diez kilos para poder cocinarse o tomar algo caliente al menos, ah cocina si tenía, le dijo orgulloso el de la inmobiliaria, una hermosa cocina a gas y un gran hogar con chimenea para épocas estivales (obviamente había que juntar leña para poder usar el hogar pero como estaba en plena temporada de verano no sería necesario mal gastar energías haciendo de leñador). Un poco decepcionado, Dalmiro salió de la inmobiliaria con su juego de llaves y el papelito arrugado en la mano con la dirección. Ya en el camino se le había pasado bastante la decepción, después de cinco horas de viaje a cualquiera se le pasa lo que sea.