Escrito con sangre

IV

Al revisar la planta alta encontró dos habitaciones más, cada una con una vieja cama de dos plazas de caños macizos, dos mesas de luz a cada lado, sábanas y acolchados con olor a humedad y un antiguo ropero en cada cuarto. También había un amplio baño con bañadera y cortina al mejor estilo "Psicosis", era tan antiguos los artefactos y los azulejos tan blancos que parecían verse todo en blanco y negro. Los pisos de madera rechinaban bastante con los pasos de Dalmiro, después de revisar toda esta planta bajó y salió a ver el patio trasero.

Al abrir la puerta se encontró con un raro paisaje, a unos cinco metros de la puerta había una fuente de agua, sin agua, con aspecto antiguo con una gran Gárgola tallada en piedra a modo de adorno. Estaba en posición sentada con sus alas vampirescas replegadas, sus grandes garras delanteras (con tres grandes uñas bien talladas en sus manos, un detalle que no le pasó desapercibido a Dalmiro) apoyadas sobre sus flexionadas patas traseras, igual a las que se ven en las fachadas de antiguas iglesias, su cabeza era grande, de orejas puntiagudas, con una gran boca y gruesos colmillos. Tallada a la perfección casi parecía real desde donde la miraba Dalmiro.

Más al fondo del parque había una especie de cementerio, se veían ruinosas lápidas desparramadas por el terreno y alguna que otra cruz de piedra sobre viejas tumbas. Como ya era una regla general los pastos salvajes ocupaban entre las tumbas un lugar preponderante. Dalmiro se acercó hasta una de las primeras lápidas, estaba muy deteriorada, no tenía inscripción alguna, excepto por el famoso "Q.E.P.D." calado en su estructura. Algunos árboles secos rodeaban el cementerio dándole un toque macabro en conjunto. La verdad es que a Dalmiro cada vez le gustaba más esa casa, ya sentía un calor creativo que empezaba a florecer en su interior. Con una semi sonrisa en la cara, Dalmiro se acercó a un cuarto que había justo atrás de una de las últimas tumbas. La puerta no estaba cerrada, solo entornada, la abrió y allí estaba como le había dicho el de la inmobiliaria, apareció el generador eléctrico. Conforme con su relevamiento volvió a la casa con la idea de ir bajando la garrafa y el combustible del auto, dejar ya todo conectado y funcionando. Pensó también en hacer una pequeña limpieza general como para poder transitar por la casa sin levantar mucho polvo. La verdad que así como estaba, era perfecta para sus fines, “¡Inspirarse!”, ahora si era tiempo de sentarse a escribir.

Una vez instalado, Dalmiro se hizo una gran jarra de café negro y se dispuso a estrenar esa vieja Olivetti. Sentía los primeros argumentos de una historia queriendo salir, queriendo impactar en una hoja en blanco dejando su marca de fuego. Afuera el crepúsculo daba paso lento al anochecer, la casa, si bien estaba en mal estado general, al menos las luces funcionaban todas. A lo lejos se escuchaba el ronronear del generador eléctrico, casi un murmullo que no molestaba para nada, al contrario, le hacia compañía como si fuera una radio encendida de fondo.

Se sirvió una taza de café, se sentó en la silla del escritorio, colocó una hoja A4 en la Olivetti, dejó la resma a un costado sobre el escritorio y tipió, torpemente aún, el título de su nueva novela: "Tinieblas".

Inmediatamente después de que Dalmiro tipio la última letra del título, sin que él lo notara en absoluto, el crucifijo de la puerta del estudio giró en redondo y quedó colgado pero totalmente invertido.




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